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La propietaria de una casa rural en un pueblo de 14 habitantes: “Cuando esto acabe, nos hará falta ayuda para generar confianza”

Monasterio es un pequeño pueblo a los pies de la Sierra Norte de Guadalajara. Hoy apenas viven allí 14 personas a las que no es ajena la pandemia. Sus escasos habitantes se saludan desde las ventanas y la puerta de casa porque a la 'España vaciada' también ha llegado el estado de alarma. Tanto es así que se han puesto de acuerdo para encargar víveres en el supermercado del pueblo vecino de Cogolludo y turnarse a la hora de recogerlos.

Mercedes Álvarez es la propietaria de la Casa Rural Spa 'El Rincón de Monasterio'. La situación es inédita en la vida profesional de esta empresaria. “En 21 años es la primera vez que cierro y es un descanso mental. ¿Que es una putada por la cuestión del dinero? ¡Pues claro! Ganar cero cuando tenemos tantos gastos, aunque sean mínimos como la electricidad… Nos han dicho, eso sí, que nos aplazan los impuestos desde el Ayuntamiento”.

En su casa decidieron anticiparse a la declaración de la emergencia sanitaria. “Nosotros, desde el minuto uno, antes incluso de que se dijera que había que cerrar, ya lo habíamos hecho”.

En estos días, convertidos ya en semanas, las conversaciones con otros propietarios de casas rurales o en los foros turísticos son habituales en la vida de Mercedes. Y lo hace aislada en una habitación porque a ella también le ha 'tocado' el virus. “No me han hecho test, pero perdí el olfato y el gusto, no podía respirar, tenía dolor de cabeza… ¿Dónde lo he pillado? Ni idea. Mi hija también lo ha tenido, aunque ha sido más flojo. Mi marido… se supone que también”.

Se lo toma con filosofía. “Ahora estoy mejor. Me tratan como a una reina cuando me traen la merienda, la cena… Tengo la suerte de pasarlo en un espacio bonito e intento verlo desde el lado positivo. Las noches que me ahogaba salía al balcón a coger aire y al menos podía escuchar al cuco o ver unas estrellas maravillosas” en uno de los cielos más limpios de la región. “Intento también ver cómo está el vecino de enfrente, que está solo, por si necesita algo. Si veo que mueve el coche, es que está bien”.

Desde su ventana, también ha podido contemplar la 'locura' meteorológica del mes de marzo. “Cada día ha sido diferente. Hubo nieve, ayer hacía un sol maravilloso, hoy lloviendo todo el día, pero luego huele mucho mejor y los colores son más intensos, así que… Mi marido, que sale a pasear al perro, me cuenta que el río está que se sale de bonito”.

Desde su aislamiento contempla con tristeza la evolución de la pandemia. “Es una desgracia la cantidad de gente que está muriendo, pero también quiero mirar lo positivo. Mis hermanos mayores de Galicia también han estado malos. Hemos tenido mucha suerte y ya está”.

Para Mercedes han sido escasos los contactos con el exterior, aunque comenta: “Tenemos a tres familias que decidieron quedarse en las casas rurales a pasar la cuarentena. Yo no he podido hacer nada porque apenas llevo dos días siendo persona”, pero su intención no es permanecer ociosa.

Aprovechar para el mantenimiento y cambiar “detalles”

“Decidimos hacer, a fondo, las cosas relacionadas con el mantenimiento” en cada una de las nueve casas rurales para dos personas con las que cuenta el complejo y también en la piscina. “Si no puede venir la gente, hay que optar por otras vías”.

Esta empresaria se reconoce optimista. “No se me han caído las casas y un día volveré a tener a mis clientes, con los que tengo un trato muy cercano, y con las casas mucho más a punto”. Un optimismo que también tiene mucho que ver con que la gran mayoría de la clientela ha optado por aplazar y no por anular las reservas. “Recibo gratificación humana por parte de mis clientes y eso me da mucho ánimo. Muchos me dijeron que no venían para no contagiarme” y por eso quiere escribirles para saber cómo se encuentran y “darles apoyo”.

Ya está pensando en cómo mejorar su oferta en los “pequeños detalles”, un gesto con el que quiere transmitir seguridad a sus clientes cuando “todo esto pase” para que todo aquello que pueda ser compartido en su establecimiento sea lo más “aséptico” posible.

“Siempre hemos desinfectado con ozono, tenemos un protocolo exigente en la limpieza. Estamos pensando en cambiar algunas pautas, por ejemplo, en la piscina dejando amplios espacios entre hamacas, hacer el check-in a través del móvil o sustituir el papel higiénico, que lo tenemos muy mono con un porta-rollos de madera, por toallitas desechables, también para todos los sitios comunes”.

Promoción y protocolos que den confianza

Mercedes Álvarez ya piensa en el 'día después' y cuando le preguntamos por lo que necesitarán negocios como el suyo para salir adelante, nos explica que hará falta “promoción” y aplicar una serie de “protocolos que den confianza a nuestros clientes. Somos gente seria y hay que proporcionar esa visión a la gente que no la tenga”.

La experiencia, asegura, le permite estar “tranquila” pero entiende “que para aquella gente que acaba de empezar es un palo inmenso. Por eso hay que promocionar y promocionar. Ahora que ya sabemos cómo va el virus, el Gobierno debe ayudarnos a generar confianza hacia nuestro producto” y debe hacerlo, añade, “sin que eso suponga volver a caer en la burocracia. Papeles y más papeles para los pequeños negocios que nos caen como una losa”.

Cuando mira hacia el futuro se plantea varios interrogantes: por ejemplo, si podrá despedirse de sus clientes más habituales tal y como lo hacía antes. “No sé si podremos dar un abrazo o habrá que hacerlo a la manera oriental. Y si tenemos que ir con mascarilla… la sonrisa es una marca de la hostelería para que la gente se sienta cómoda y debemos seguir haciéndolo, aunque sea con gestos”.

También es realista. “No creo que la gente nos vaya a entrar a chorros, pero por la cercanía con Madrid, seguirán viniendo. No sé si será lo mismo para quien tiene que coger un avión”. De momento, su horizonte está en el verano. “Tengo la esperanza de recuperar clientes en verano y si no… nos reinventaremos”.

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