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Rigoberto López, profesor de la UCLM: “Los ansiolíticos sólo deberían utilizarse para momentos concretos”

Lorazepam

Francisca Bravo Miranda

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Muchas son las sustancias que producen adicción y a las que las personas tenemos fácil acceso: el tabaco, el alcohol, el cannabis. Pero también las tecnologías, los móviles y los aparatos. El equipo docente al que pertenece el profesor Rigoberto López se ha dedicado a estudiar los efectos del consumo de este tipo de sustancias, o elementos a nuestro alrededor, y en septiembre lo harán alrededor de medicamentos cuyo uso se ha incrementado debido a la pandemia: las benzodiacepinas.

“Es el cuarto curso de verano que organizamos de este tipo, porque llevamos mucho tiempo interesados en seguir avanzando en el conocimiento del mecanismo de las adicciones y el uso de las sustancias psicoactivas. Ahora es el momento de hablar de estos medicamentos por el auge de los problemas que hay en relación a la salud mental y la demanda de estos mismos”, explica López que impartirá junto a Mar Arroyo el curso 'Adicción y percepción social del consumo de benzodiacepinas y otras sustancias psicotrópicas'.

“Muchas personas están demandando estos medicamentos para dormir o manejar la ansiedad. Es una psicofarmacología muy demandada y utilizada, por eso es importante ver cómo la gente lo percibe”, explica el especialista en psicología clínica. López reflexiona de cómo mientras más afectada se ve la salud mental, más aumenta la demanda de estas sustancias con el fin de llevar una vida “medianamente normal”. “Pero nosotros debemos formar a personas precisamente para que se haga un uso adecuado y que se oriente a los pacientes y las personas en su consumo”, afirma López.

El profesional señala que se plantean otro tipo de uso terapéutico de este tipo de fármacos, y que está la “sensación de que no siempre se hace lo bien que se puede hacer”. “Se podrían hacer otro tipo de intervenciones que no tengan los efectos secundarios como los que tiene este tipo de medicamentos”, recalca López. Y los problemas empiezan con durante cuánto tiempo las personas finalmente toman estas medicinas. “Deberían recetarse con una vida más bien corta o media, pero vemos que se recetan durante mucho tiempo. El sustrato del problema es que los ansiolíticos deberían ser sólo para momentos en concreto”, afirma el profesional.

“Si sólo recetamos medicamentos, no son eficaces”

“Si seguimos tomando los ansiolíticos es porque no funcionan como deberían. Y el problema es que no prestamos atención a otro tipo de terapias que nos ayudarían a controlar mejor la situación. Si sólo recetamos medicamentos, entonces no son eficaces”, afirma el psicólogo. Es esta la “filosofía” del mensaje que quieren enviar durante el curso, para realizar un “buen abordaje” del consumo de fármacos psicoactivos. “Pero no sólo de ellos, sino de cualquier otro tipo de sustancias o drogas”, asegura el docente.

La situación es compleja, reflexiona, porque no se puede evitar que este tipo de sustancias existan en el mercado. “El problema está en mantener un consumo compulsivo, repetitivo, es ahí donde está el problema. Pero con todas las sustancias, ya sea farmacológica, bioquímica o natural”, destaca el profesor. Y es que, continúa, cuando se utiliza de manera “compulsiva”, el “sistema de recompensa” con el que funciona el cuerpo humano se ve “afectado”. “Nuestras cabezas finalmente acaban rechinando con el uso constante de una sustancia, una pauta repetitiva y deja de funcionar como era su propósito inicial”, señala. Y realiza también autocrítica, ya que “una buena parte del problema está relacionado con el uso repetitivo de medicamentos a partir de una receta”.

“Los medicamentos como las pastillas para dormir deberían utilizarse como mucho dos o tres semanas, sino es un palo que se mete en la rueda”, afirma el profesor de psicología. Y aunque esta sería la situación recomendada, la realidad es que el consumo de estas sustancias se extiende por años o, incluso, de por vida. “Una persona que toma pastillas para dormir no se le ve como un adicto, sino como un enfermo, y su problema ya se resolverá porque finalmente ha sido un médico el que le ha recetado el uso de estas pastillas”, advierte.

Es por eso que la idea del curso de verano es que se cree “debate” alrededor de estas prácticas, lo cual será posible gracias a la presencia multidisciplinar con la que cuenta el curso. Por un lado, explica, habrá quien incida en la falta de personal para dar un tratamiento diferente al de ansiolíticos o benzodiacepinas, y otros dirán en que se puede llevar a cabo un tratamiento psicosocial sin necesidad de una sustancia química, resalta.

Sanidad pública y la universidad

“A nivel docente, el Plan de Adicciones en la región deja mucho que desear. Habría que conceder más espacio al dominio de las adicciones y darle más espacio a su estudio, generar actitudes más saludables para estar más presente en el comportamiento de la gente y en el mensaje que enviamos los profesionales de la salud”, explica López. Además, el docente señala que se debe tratar mejor el mensaje que se envía al alumnado que se incorpora a las facultades de Salud, desde el primer año. “Nuestros estudios demuestran que no hay grandes diferencias entre el alumnado novel y el de posgrado en cuanto al uso de sustancias. Esto significa que algo no hacemos bien. No hay un trabajo formativo ejemplar al respecto, vemos que el alumnado mantiene el tabaquismo y el consumo de alcohol, por lo que tenemos que seguir haciendo hincapié en ello”, detalla.

La conclusión de López es clara. “Cualquier adicción es una ruina para el sistema de salud, en cualquier sentido”, explica. Porque no vienen solas, sino que se “solapan las unas a las otras”. “Está claro el comportamiento del adicto y ese es el problema”, señala.

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