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Viviendas para mayores, alternativa a las residencias para fomentar la autonomía personal

Vivienda para mayores en Camuñas (Toledo)

Carmen Bachiller

Habían sido novios de jóvenes pero nunca llegaron a más. Las circunstancias de la vida les llevaron a volver a encontrarse, después de muchos años sin verse, en una vivienda para mayores de un pueblo de Toledo. Terminaron casándose, dejando atrás la soledad en sus últimos años de vida.

Es una historia real. Ocurrió en una de las que antiguamente se llamaban viviendas tuteladas y que hoy se conocen como viviendas para mayores porque “no ejercemos ninguna tutela legal ni son una residencia”, según cuenta Esther Payán Villar, responsable del  equipo de apoyo psicosocial de estas viviendas en la provincia de Toledo.

Se trata de un recurso de alojamiento y convivencia, impulsado por la Consejería de Bienestar Social, para personas mayores de 60 años que puedan llevar una vida autónoma o bien que necesitan una pequeña supervisión.  Vive un grupo reducido de mayores entre 8 y 12 personas. “Se pretende que vivan lo más parecido a como lo harían en familia”.

“Hacen vida independiente, se les realiza atención totalmente personalizada con el objetivo de que tengan la mejor calidad de vida posible”. Conviven en habitaciones individuales o compartidas, por ejemplo si se trata de un matrimonio -y en este caso uno de los cónyuges puede tener menos de 60 años- y reciben una atención personalizada en cuanto a dieta, medicación o ayuda para pequeñas cuestiones de movilidad.

¿Cómo acceder a una vivienda para mayores?

Acceder a este servicio lleva unos pasos sencillos. “Los interesados deben hablar con el trabajador social de su pueblo. Da igual que haya vivienda o no”. Este profesional será el encargado de elaborar un informe además de solicitar un segundo de carácter médico.  Será el facultativo  quien decida si hay algún problema que impida convivir con otros al interesado. “Tenemos casos de esquizofrenia o de depresión, con su medicación y haciendo una vida completamente normal. Lo importante es que puedan convivir con otros”.

Será una Comisión de Seguimiento, conformada por dos representantes del Ayuntamiento y otros dos de la Consejería de Bienestar Social, quien decida. Y quien accede al servicio lo hace, además, con un periodo de prueba de un mes.

 “Este sistema les permite seguir viviendo en su pueblo y mantener su estilo de vida: echan la partida con los amigos de toda la vida, ven a sus nietos, pasean por donde lo han hecho toda la vida… Y así están atendidos en sus necesidades básicas”, comenta la psicóloga, que incide en que “no se trata de un servicio asistencial porque lo que intentamos es que la persona sea parte activa de su vida y que esté en compañía de personas en su misma situación. Algunos se implican trayendo los medicamentos de la farmacia para todos los compañeros, poniendo la mesa…”

¿Quién atiende, profesionalmente, este tipo de viviendas?

Los habitantes de estas particulares viviendas están atendidos al menos por tres profesionales -algunas cuentan con más- que realizan distintas funciones (normalmente en horario diurno), cuyo servicio se complementa con el de la teleasistencia. “Pero siempre hay alguna trabajadora de guardia, atenta al teléfono”.

Se trata de profesionales cualificadas que cuentan con el certificado de profesionalidad de atención sociosanitaria a personas en el domicilio. La labor de coordinación la lleva a cabo la gobernanta, ayudada por las auxiliares y su trabajo se centra en las tareas domésticas. “Al ser un grupo muy pequeño se establece una relación muy intensa con el residente.  Les apoyan a nivel psicológico o si surgen problemas de convivencia e incluso a nivel social para que se relacionen con el entorno”. Un entorno que en el ámbito rural es muy reducido y por eso, apunta Payán, “estas trabajadoras deben saber afrontar posibles problemas de convivencia y saber diferenciar lo personal de lo profesional”.

Después está el grupo de apoyo de psicólogos. “Nos desplazamos a las viviendas cuando nos llaman los ayuntamientos o las trabajadoras de las viviendas”. Su labor se centra en ayudar con puntuales problemas de adaptación o convivencia. “Ese roce diario que provoca discusiones con el mando de la tele, el ruido que otros no quieren o porque alguien llega tarde a comer. Intentamos mediar y darles pautas porque muchos llevan años viviendo solos, haciendo lo que les da la gana”.  

La mayor parte de las personas que acuden a este servicio buscan combatir la soledad, tengan o  no familiares. “Algunos vienen porque sus hijos viven lejos o trabajan todo el día. Otros porque tienen algún problema de movilidad o de salud. Por ejemplo, con el azúcar. Aquí están controlados”, comenta Esther Payán.

La atención se centra en la persona. “Aquí es muy fácil atender las necesidades individuales y además está facilitando que no se mueran las zonas rurales. El hecho de abrir una de estas viviendas también crea puestos de trabajo”. Hay incluso viviendas que ofrecen servicio de comedor a otros ancianos que no residen en ellas. “Algunos incluso se van allí a pasar la tarde con los residentes, muchas señoras que van a hacer punto en compañía, están  acompañadas, tienen calefacción y luego vuelven a su casa”.

Un recurso para los ayuntamientos que “funciona bien y  es menos costoso ”

En Castilla-La Mancha existen 155 casas para mayores en un servicio que funciona desde el año 1992. En España fueron originalmente fueron concebidas para entornos urbanos, como un recurso para evitar la soledad de los mayores. Con el tiempo, se han terminado desarrollando sobre todo en el medio rural como un recurso “sostenible” para los ayuntamientos. Lo explica Gregorio Gómez Bolaños, director provincial de Bienestar Social en Toledo.

 “Hay pueblos de 200 habitantes que cuentan con este tipo de viviendas y les viene muy bien, incluso como complemento a los centros de día”. La mayoría de estos recursos están en Cuenca, después en Guadalajara y Ciudad Real, mientras que Albacete y Toledo son las provincias donde la implantación es menor.

En las provincias con menos viviendas para mayores, explica Gómez Bolaños, “los ayuntamientos suelen optar por el modelo de mini-residencias pero es un recurso mucho más costoso y más impersonal. Fomenta menos la autonomía personal”.  

En su opinión, “es un recurso que funciona bien” y para el que usuario paga el 75% de sus ingresos. “Lo mismo que una residencia pública”. Después, es Bienestar Social quien aporta una subvención a los ayuntamientos que se encargan de su gestión,  a través de una entidad gestora.  

“Se trabaja la autonomía del mayor y una dimensión comunitaria. No se pretende que la gente pase todo el día en la vivienda o que haga allí todas las actividades, sino que participen en la comunidad, que salgan. Algunos mantienen incluso su casa. La ventaja es que están en su propio pueblo”, explica el director provincial. 

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