Noctámbulos rezagados, resignación en la izquierda y una monja reivindicativa en el feudo de Mañueco
Amanece el domingo en Salamanca y la ciudad empieza a desperezarse. Los camiones de limpieza baldean calles, las cafeterías de la Plaza Mayor empiezan a colocar las sillas en las terrazas para los desayunos y los últimos rezagados de la noche del sábado se van recogiendo. Dentro de una hora, a las 9.00, abrirán los colegios electorales, que determinarán el futuro del candidato local en las elecciones regionales anticipadas. Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, es salmantino, fue alcalde (2011-2018), como antes lo fue su padre, cuando no se votaba. Pero esta solera no le puede importar menos a la decena de personas que esperan por sus bocadillos en una tienda cercana a una discoteca con nombre de ministro zarista, en el casco histórico, que acaba de cerrar. “Las leyes no las hacen, las construyen”, razona Raúl, agricultor de 24 años, que no piensa votar.
La distinción semántica es difícil de precisar a estas horas de la mañana, o de la noche, pero Raúl viene a decir que las cortes de Castilla y León no responden al mandato popular todo lo que debieran. Le secunda, Sofía, de 23, graduada en Sociología y ahora estudiante de Trabajo Social, que se declara “antisistema”, que no apolítica. Tampoco votará, aunque aprovecha la ocasión para criticar a Vox, porque su discurso “va contra los derechos humanos”. El resto del grupo mira de soslayo, sin pronunciarse, ya pensando en irse a dormir. No lejos de allí, en una esquina de la Plaza Mayor acaba de colocar los periódicos Dori, que regenta un quiosco que lleva ahí “80 años”. Parece ser que los comicios no han supuesto un aumento reseñable de las ventas de prensa. “Quizás mañana”, confía Dori, que, aunque no se arriesga con un pronóstico electoral, advierte: “La gente está un poco cansada”.
Frente al cliché de que en la ciudades medianas (Salamanca tiene 140.000 habitantes, más casi otros 100.000 de área metropolitana) la vida transcurre despacio, en la política de Salamanca, específicamente en la del Partido Popular, todo es vorágine, últimamente. El PP provincial, su presidente, Javier Iglesias, y su gerente, Isabel Sánchez, están imputados por presunta financiación ilegal al hilo de las primarias que en 2017 permitieron a Mañueco hacerse con el mando del partido a nivel regional. Muchos militantes populares no iban a poder participar en aquel proceso porque no estaban al corriente del pago de las cuotas, así que algunos cuadros empezaron a saldar cuentas a toda prisa, sin fijarse mucho en las limitaciones de la Ley de Partidos. Un juzgado considera que esto puede ser delito y trató de interrogar a Iglesias el pasado enero, que prefirió no responder. La gerente está citada para marzo. Mañueco, militante desde los tiempos de Alianza Popular, se ha comportado como si la cosa no fuese con él. El adelanto electoral no tiene nada que ver, ha asegurado.
De la financiación de las primarias o de los otros dos casos de corrupción que afectan al PP de Castilla y León (la trama por las concesiones de explotaciones eólicas, por un lado, y los sobrecostes de un edificio público en Valladolid, por el otro) se habla poco en El Zurguén, barrio de ensanche salmantino al sur del Tormes, planificado a finales de los 90, cuyo desarrollo completo impidió la crisis inmobiliaria. Aquí, a media hora de paseo del conjunto histórico Patrimonio de la Humanidad, no hay solemnes edificios de piedra centenaria y apostólica gravedad, sino viviendas modernas que conviven con alguna en mal estado, con bloques que se quedaron en el esqueleto.
Lo que más molesta a los en torno a 4.000 vecinos censados en el barrio es que llevan 10 años clamando infructuosamente porque se construya un centro de salud. Lo recuerda José Manuel García Borgas, cortador de vestidos de fiesta de 46 años, a las puertas del colegio electoral, situado en una guardería municipal. “Mañueco lo prometía cuando era alcalde, que él pondría la primera piedra, y ya ves”.
“Voto por llevar la contraria, aquí siempre gana el PP”
Hay una especie de fatalismo en este barrio “obrero, obrero”, según dice Borgas, en el que el PSOE fue la fuerza más votada tanto en 2015 como en 2019. “Somos el último mono”, dice. “Me gustaría que a Mañueco le saliese el tiro por la culata, pero parece difícil que no salga la derecha”, calcula Alejandro Azcárate, de 37 años, natural de Cádiz ya casi sin acento, que cree que la “idiosincrasia” local es imperturbablemente conservadora, y el presidente de la Junta, un “zorro” que se ha librado de que la gestión de la pandemia le pasase factura, al contrario que sus hasta hace poco socios de Ciudadanos. “No he visto la tele, yo voto por llevar la contraria, aquí siempre va a ganar el PP”, remacha una mujer con aire melancólico.
El día está claro y el sol ya calienta pasadas las 11.00, cuando Mañueco pasa a votar por la Plaza de la Constitución, en el edificio que alberga la sede de la Delegación de Economía y Hacienda del ministerio, antigua sede local de la Junta. Cuatro monjas salesianas llegan unos minutos antes y se extrañan de la congregación de periodistas y militantes populares, un par de docenas. “Hoy viene gente importante”, les explica una agente de policía local. Una de las hermanas es Rosa, (“Rosa de espinas”, bromea) encargada del ropero de las salesianas, que da su opinión sobre el panorama político local: “Hay mucho borreguismo y mucho clientelismo”, dice, y añade que los medios deberían “informar sin entelequias”. Ya se han ido cuando aparece Mañueco, a quienes los jóvenes del PP reciben con aplausos.
El presidente deposita la papeleta y al salir admite, tras los habituales agradecimientos y llamadas al voto, que “toda España está pendiente hoy de Castilla y León”, aunque cabe que esté pensando en Madrid. En los márgenes de la plaza, una pareja de mediana edad observa el conjunto, ella saca una foto. Se llama María y cuenta que siempre ha votado, pero que ya no, que el coronavirus le ha hecho ver las cosas de otra manera: “Mientras la gente se muere estos siguen poniendo el cazo. Que se vayan por ahí”.
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