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'La Molinera', el centro social de Valladolid reivindica la okupación tras 1.000 días volviendo a dar vida a un hotel

Entrada de La Molinera

Ángel Villascusa

28 de marzo de 2021 06:00 h

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En Valladolid, a escasos quince minutos del centro histórico y a orillas del Pisuerga, llama la atención un edificio adusto de color imposible, como blanco-azulado con reflejos verdosos, que a primera vista podría ser cualquier cosa. Y en cierta manera es así, porque en los últimos años ha albergado de todo: una fábrica de harinas, un hotel de cinco estrellas, un pequeño museo y un estercolero improvisado. Desde hace 1.000 días, además, se ha convertido en el emblema de la okpuación en Valladolid y en uno de los únicos centros sociales okupados de toda Castilla y León: 'La Molinera'.

Hasta 2017, el 'Marqués de la Ensenada' fue el único cinco estrellas de Valladolid. Un hotel algo presuntuoso, decorado con frescos bucólicos y amueblado con piezas kitsch que imitaban el estilo francés. Asediado por las deudas, de la noche a la mañana, el dueño del hotel desapareció dejando a deber miles de euros a empleados y proveedores. El lugar fue abandonado y quedó a merced de los chatarreros –que se llevaron incluso los pomos de las puertas– y de jóvenes que encontraron en las habitaciones de estilo Luis XV de saldo, un sitio donde beber, fumar y practicar la piromanía.

“Estuvimos semanas sacando trastos. La gente no se hace una idea de cómo estaba”, cuenta Natalia, miembro de la asamblea que coordina el CSO (Centro Social Okupado) de La Molinera. En abril de 2018, el Ayuntamiento de Valladolid decidió cerrar el hotel después de un incendio en una de las habitaciones. Un grupo de jóvenes de izquierdas aprovechó el cierre para mover ficha y llevar a cabo una okupación que llevaban tiempo planeando. “Empezamos a reunirnos para okupar el espacio desde principios de 2018, y lo hicimos en junio de 2018”, cuenta Jorge, uno de los promotores de aquella iniciativa.

Porque, aunque la gente no lo crea, okupar no se hace al tuntún. Lleva un proceso. “Hay que hacerlo con las mínimas garantías”, señala el joven. El espacio era perfecto por varias razones. Su ubicación era céntrica, el dueño había desaparecido y el lugar se había convertido en un quebradero de cabeza para el Ayuntamiento y para los vecinos. Se utilizaba para fiestas ilegales e incluso grupos de drogodependientes iban allí para inyectarse.

También había razones políticas para tomar el hotel. “Era la joya de la corona de la especulación en la ciudad”, resume Patricia, también miembro de la asamblea coordinadora de La Molinera. “En los años del ladrillo y la burbuja, el equipo de Gobierno de León de la Riva cambió el uso industrial del espacio para convertirlo en un hotel, e incluso se llevó fondos FEDER de la Unión Europea”, cuenta Jorge.

Los okupas consideran que el hotel, que durante 150 años fue la fábrica de harinas 'La Perla', debía pertenecer a toda la ciudad. “Con la okupación conseguimos proteger el espacio y mandar el mensaje de que el edificio no iba a ser para los pocos que se podían pagar una habitación, sino para toda Valladolid. Ahora es para todas las vecinas y vecinos”, señala Patricia.

El edificio está declarado BIC y está asociado al Canal de Castilla. Una vez al año, la Confederación Hidrográfica del Duero se pone en contactos con ello para limpiar las esclusas. En los bajos, en lo que durante 12 años fue un salón de bodas todavía hay máquinas que se utilizaron en la época industrial, unos paneles de cristal permiten ver en vivo el salto de agua en el que el Canal descarga en el Pisuerga.

Durante más de dos años este grupo de okupas ha organizado cientos de actividades. Antes de la pandemia calculan que unas dos abiertas al público por semana. “Luego están las reuniones de colectivos a los que cedemos espacios para que puedan celebrar sus asambleas”, explica Patricia. En las últimas semanas han inaugurado una sala para que las distintas asociaciones feministas de la ciudad puedan reunirse en ella.

Conciertos, exposiciones, charlas, videoforums, presentaciones... Son algunas de las actividades que, según La Molinera han conseguido poner a los vecinos de su lado. Aunque saben que no todos lo están, sobre todo después de la campaña contra la okupación que denuncian se ha llevado a cabo desde algunos medios de comunicación y partidos políticos.

“Hay un sector de la población que es carne de cañón para la propaganda mediática y que confunde allanamiento con okupación”, puntualiza Jorge. Desde verano han llevado una campaña para explicar estas diferencias, y también hacen la distinción entre su okupación, que busca convertir el espacio en un lugar de “encuentro y aprendizaje” para todos los vecinos de la ciudad.

Los tres miembros de la asamblea que participan en este reportaje creen que la mayoría del barrio está de su parte. “Me acuerdo de una señora de 80 años que era muy recelosa con el tema, pero le enseñamos la primera planta y acabó encantada. Después nos saludaba todos los días y estaba muy contenta”, cuenta Patricia.

“Nosotros avisamos al Ayuntamiento y a los vecinos de lo que queríamos hacer. Nos reunimos con asociaciones y les explicamos y creo que están contentos con lo que hemos hecho”, señala Natalia. “Un proyecto así, si tuviese en contra a la ciudad sería muy difícil de mantener, pero no ha sido el caso”, reflexiona Jorge.

Con el Ayuntamiento, explican hay una relación de “no beligerancia”, aunque no puede considerarse de apoyo. “Intentamos que nos dejaran conectarnos a la red de agua potable, nosotros estábamos dispuestos a pagar, pero no salió adelante”, señalan. Aunque ahora tienen agua corriente, esta no es potable. “Tuvimos que echarle imaginación”. En el caso de la luz eléctrica, funcionan gracias a unos paneles solares que adquirieron mediante una campaña de micromecenazgo. “Eso nos hace ser tremendamente responsables con lo que consumimos”, explican.

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