Carlos Carrizosa: la sombra de Inés Arrimadas
Las cejas arqueadas y las gafas colgadas del cuello de Carlos Carrizosa (Barcelona, 1964) serán una imagen que recordarán todos los que siguieron el pleno del Parlament del pasado 6 de septiembre. En una de las jornadas más broncas que se recuerdan en la Cámara catalana, el diputado de Ciudadanos forzó recesos y reuniones de la Mesa y de la Junta de Portavoces. Pidió todo tipo de reconsideraciones hasta el punto que consiguió que la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, perdiera el temple en alguna ocasión.
“Lo volvería a hacer mil veces”, reconoce ahora Carrizosa, número dos de Ciudadanos para el 21-D, portavoz del grupo parlamentario y miembro de la Ejecutiva nacional. “Entre todos los partidos de la oposición acordamos que debíamos escenificar que se estaba produciendo un atropello”.
Si se puede considerar que hay veteranos en un partido con 11 años de antigüedad, Carlos Carrizosa es uno de ellos. Jurista especializado en asesoría mercantil y derecho penal, se acercó a la formación naranja a principios de 2006 a través de la sectorial de abogados. Había votado tanto al PSOE de Felipe González como al PP de Aznar y sentía que en la política catalana no había ningún partido que le representara.
En la sectorial de abogados trabó amistad con un joven Albert Rivera y con José María Espejo-Saavedra, también jurista y vicepresidente segundo del Parlament durante la última legislatura. Rivera y Espejo-Saavedra ya se conocían de haber trabajado juntos en La Caixa y entre los tres formaron una piña.
Aficionado a la paleontología y ávido coleccionista de cómics –“tengo un par de paredes en casa llenas de clásicos de los años 30, 70, 80 y 90”– reconoce que nunca pensó que acabaría dedicándose a la política. Pasó a formar parte de la Ejecutiva a mediados de 2007 y durante los primeros años combinó ese puesto con el ejercicio de la abogacía en el bufete que comparte con su exmujer.
En 2012 accedió al grupo parlamentario y, cuando Rivera dio el salto a Madrid, le eligió de número dos para que fuese el escudero de Inés Arrimadas. “Llegué de la abogacía, acostumbrado a no tener ningún jefe, pero acepté encantado este papel”, responde sobre su relación con Arrimadas, de la que dice que “supo ganarse la autoridad en el grupo parlamentario”.
Sus compañeros lo definen como un auténtico fontanero dentro del partido. A parte de la portavocía y las buenas relaciones con el resto de grupos parlamentarios, Carrizosa se ha encargado de perfilar el mensaje de las intervenciones, definir la línea del partido y de elegir quién intervenía en cada momento. Mientras Rivera eligió como escudero personal a Fernando de Páramo –siempre con un pie en Madrid–, dejó en Catalunya a los dos amigos que conoció en el principio del viaje: Carrizosa y Espejo-Saavedra.
A pesar de su importancia en el Parlament, Carrizosa sigue siendo un desconocido para buena parte de los catalanes. Cuando hace campaña sin Inés Arrimadas, la gente solo reconoce que es un candidato porque va rodeado de cámaras. Este martes, por ejemplo, acudió a un mercadillo en San Boi (Barcelona) y muchos vendedores preguntaban quién era. Prácticamente nadie se le acercaba para hablarle y él lo compensaba interpelando a las personas que regentaban los comercios.
En el partido quitan hierro a este aspecto y señalan que el liderazgo de Arrimadas recuerda al que tuvo en su día Rivera: parece que no haya nadie más en la formación naranja pero detrás del partido hay mucha gente como Carrizosa que hace el trabajo con menos brillo.
Un negociador afable
Aunque durante la última legislatura ha transmitido la imagen de parlamentario duro, en la Cámara catalana señalan el buen carácter y trato afable que dispensa normalmente el diputado de Ciudadanos. Hasta los plenos del 6 y 7 de septiembre -cuando se aprobaron las leyes del referéndum y de Transitoriedad Jurídica que permitieron el 1-O– Carrizosa había conseguido separar sus relaciones con el resto de diputados de la tensión independentista. “Siempre me he esforzado en dejar al margen las relaciones profesionales de las personales”, argumenta. “Soy bueno en eso”.
Esas sesiones, sin embargo, dejaron cicatrices en sus afinidades con el resto de diputados. Había mantenido buena sintonía con algunos diputados de JxSí como Roger Torrent (ERC) y Lluís Corominas (PDeCAT), que también estaban en la Junta de Portavoces. “Ha sido mi culpa”, reconoce el diputado. “He roto yo las relaciones porque perdí la confianza personal con algunos”. Carrizosa recuerda unas reuniones muy subidas de tono en la que mantuvo agrios enfrentamientos tanto con los diputados independentistas como con Carme Forcadell. Una tensión que el diputado espera que se vaya diluyendo después de las elecciones. “Ahora cuando coincidimos tratamos de mantener la corrección”.