- Este artículo ha sido publicado originiariamente en el blog Agenda Europea
La reciente celebración del Día de Europa, el pasado 9 de mayo, dejó poco espacio para las felicitaciones. Entidades, ciudadanos y organizaciones de todo tipo aprovecharon la cita para expresar su decepción y poca confianza en el futuro de Europa.
No podemos hacer más que entenderlos. Del concepto de Europa hoy solo derivan notícias y percepciones negativas: es Europa, la Troika, quien aprieta a los gobiernos para que hagan recortes más allá de los límites que deberían de imponerse para defender los derechos más básicos de los ciudadanos; es Europa quien permite que las grandes corporaciones y fortunas hagan dumping fiscal, cargando sobre los hombros de la clase trabajador la mayor parte de la fiscalidad de los países; es Europa quien da la espalda a las personas por intereses geopolíticos, dejando miles de ciudadanos que huyen de la guerra en manos de mafias y terceros países, mercenarios de la ayuda internacional.
El proyecto europeo, la ilusión compartida de hacer de una Europa unida un estandarte de convivencia, cultura, ciudadanía y derechos sociales se ha ido diluyendo en manos de una crisis no solamente económica, sino también de valores. No ha sido ajena a esta crisis la derrota del pensamiento socialista más tradicional -aquel que definía los principios y las personas-, primero totalmente superado, después directamente plegado ante un neoliberalismo en el que los individuos desaparecen en favor de los intereses de la gran economía.
A resultas de todo esto, la Unión Europea pasa por la que puede ser su peor situación. Que haya o no posibilidades de que sobreviva será, posiblemente, el resultado de la suma de varios factores que, ahora mismo, pueden aportar cierta esperanza. Uno de ellos es el nuevo mapa de partidos en el que el concepto “verde” crece para ir mucho más allá del ecologismo tradicional. Hoy, la Europa verde no es solamente la preocupada por el medio ambiente o la contaminación, sino la de la sostenibilidad de un nuevo sistema productivo y económico que quiere recuperar la defensa del modelo europeo de prosperidad para todos.
El futuro de Europa debe pasar, si quiere sobrevivir como una unión de ciudadanos, por convertirse en una federación sostenible en lo económico, en lo social y respecto a sus países vecinos. Europa debe conseguir convertirse en un modelo de bienestar y equidad para el resto del mundo. Para ello no lo tendrá fácil: el poder de las grandes corporaciones, la defensa de los estados de sus intereses económicos particulares...
Gran transición
Gran transiciónEn respuesta a esta necesidad de cambio, el grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo defiende la propuesta del economista británico Victor Anderson, que apuesta por ver esta crisis como una oportunidad para cambiar.propuesta Esgrime Anderson que la necesidad más inmediata de reactivar la economía debe ir acompañada de la necesidad, más a largo plazo, de reestructurar las economías para adaptarlas a lo que se ha venido a denominar “gran transición” hacia un nuevo modelo económico. Una evolución basada en el uso intensivo y más inteligente de recursos, y en fórmulas de trabajo, y hasta de vida, más sostenibles.
Anderson defiende que sin esta transición el mundo se dirige a la autodestrucción, avanzada a través de señales tan evidentes como el aumento de las temperaturas y del nivel de los mares. Salir de esta senda hacia el desastre ecológico requiere una auténtica transformación económica, per hay que tener presente que ninguna transición se hace sin inversión previa; sin una cierta asignación de recursos que la empuje. Es lo que los Verdes denominan Green Growth.
Debe quedar claro, sin embargo, que nadie considera este crecimiento verde como una panacea contra la crisis, sino solo como una de las medidas necesarias para salir de lo que Anderson denomina como la “tormenta perfecta”, un cúmulo de factores que han afectado la zona euro y el sistema financiero mundial: un sistema fiscal arriesgado con un nivel de deuda muy alto; el aumento de precio de los productos básicos; la falta de flexibilidad en la eurozona provocada por la moneda única; y la falta de mecanismos a nivel europeo para una respuesta unificada.
Para conseguir la asignación de recursos que debe dar el empujón a esta transformación hacia un modelo sostenible, los Verdes proponen un banco central que gestione créditos para aportar dinero a la economía. Y que lo haga ya no para comprar deuda de los bancos como hasta ahora, sino para que el dinero llegue a empresas privadas a través de gobiernos locales y regionales que vigilen que este dinero sea utilizado en proyectos verdes. Así, según el autor del proyecto, se impulsaría el sector verde de la economía, aunque no sería suficiente. Continuará siendo necesaria una regulación más estricta y una mayor sensibilización de los consumidores. Financiar la economia verde desde el BCE sería un primer paso en la buena dirección, pero no una bala de plata.