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ENTREVISTA

Andreu Buenafuente: “Una de las cosas que más me irrita en la vida es la gente que no paga impuestos”

Andreu Buenafuente, fotografiado tras la entrevista.

Neus Tomàs

30 de julio de 2022 22:31 h

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Andreu Buenafuente (Reus, 1965) es el joven que se inventó una escalera de vecinos que se acabó convirtiendo en 'El Terrat', el comunicador que modernizó el 'late night' en España, el tipo que junto a Berto Romero, uno de esos amigos con los que trabaja desde hace años, hace casi una década que presenta 'Nadie sabe nada', un programa de radio que se ha convertido en un podcast imbatible y que ahora explora el formato televisivo en HBO. Ambos acaban de volver de su gira por México y Argentina y están entusiasmados porque creen que esta fusión es un camino que no ha hecho más que empezar.

Es Andreu para sus amigos, Buenafuente para sus seguidores, y es también ese redactor que en Radio Reus, con 17 años, preparaba sus crónicas de deportes mientras no paraba de dibujar y que ahora expone por primera vez su colección de pinturas.

Dice que siempre va “de camino a algo”. ¿Hacia dónde se dirige ahora?

Hacia la exploración de nuevos campos de la comunicación, que es lo que más me gusta y que es prácticamente inabarcable. Después de haber hecho muchas cosas me apasiona bastante el momento actual en el que, por ejemplo, hemos fusionado podcast y televisión. Eso nos ha permitido hacer una gira americana. Aún lo estoy procesando, pero en muy pocos meses se me ha abierto un escenario muy interesante y nuevo. O sea que ya tengo plan.  

¿Desmontó el tópico de que el humor catalán no se entendía en el resto de España y ahora se dispone a una cosa parecida en Latinoamérica?

Cuanto más tiempo llevo en esto de la comunicación más cuenta me doy de que las etiquetas son algo que solo necesitamos nosotros. No hay humor catalán o humor andaluz. Lo que existe es una manera de hacer humor marcada por tu origen. Hay cosas de Catalunya que no me gustan y otras de otras comunidades que me interesan. No pido el DNI del cómico o la cómica. La expansión a nuevos mercados me tiene robado el corazón porque es la prueba de que en el podcast, que es lo que ahora me interesa, no hay fronteras. La sensación es estar en México y notar que delante hay un público que hace ocho años que escucha el programa, que conoce los códigos y que no requiere ningún tipo de explicación. Imagínate lo que es eso para alguien que empezó haciendo radio en Reus.  

¿En su listado de podcasts cuáles aparecen como favoritos? 

Aquí tengo que ser preciso porque hay muchos. Me gustan cosas muy variadas, a veces no relacionadas con lo mío pero que me oxigenan. Hay uno que se llama 'Cómicos', basado en unas conversaciones muy sencillas y en el que tuve la ocasión de participar. Es de un argentino, Adrián Lakerman, que dedica en cada capítulo a hablar durante casi una hora con un cómico. Cuando fui jurado del Premio Ondas consumí 150 podcasts, o sea que tengo un buen batiburrillo. Los hay de periodismo de todo tipo y otros más ligeros como 'Estirando el chicle' o 'El Descampao'. Además, tengo una debilidad personal por 'Roma Aeterna', que es el de un tipo majísimo que está dispuesto a relatar la historia de Roma año a año. Son pequeños refugios sonoros en los que la urgencia, la intensidad y las ganas de trascender de la radio desaparecen porque son espacios en los que estás a gusto, sin límite horario y con mucha intimidad.    

Desde esos inicios en Reus han pasado cuarenta años, más de tres décadas en la tele en los que se ha convertido en uno de los referentes del formato 'late show'. ¿La época más dura fue la pandemia?

Sí, fue la época más apasionadamente dramática. Me di cuenta de que lo que estábamos haciendo era histórico, no por importante, sino porque no había precedente de tener que hacer un programa así desde casa. En esas semanas iniciales por primera vez en mi vida noté que me costaba meterme en situación. Hasta entonces, por mal que lo estuviese pasando, cuando me maquillaba y sonaba la música ya era Buenafuente. Pero en esa etapa era Andreu todo el rato. Pasaron cosas muy duras, pero también algunas muy chulas como las de nuestros hijos haciendo vídeos o entrevistas en pijama a gente que estaba en la otra punta del mundo. Pensabas que era una lástima que cosas como estas estuviesen pasando porque estábamos en medio de un drama general.  

¿Es de los que tienen miedo a la muerte?

Sí. Intento no pensarlo mucho porque si lo hago me quedo como un pajarito. Eres consciente de que te vas haciendo mayor, pero no me gusta estar enfermo ni me gustan los hospitales. La última vez fue por una infección de próstata y en un arranque de locura porque no quería estar allí le dije a la doctora que ya que vivía al lado del hospital me podía ir a mi casa. ¡Cómo debió verme que me contestó que si seguía empeorando acabaría en la UVI! Al pronunciar la palabra mágica tuve claro que me tenía que quedar.  

La pandemia seguramente también es el momento en que su programa fue más necesario para mucha gente.

Pero no hay que hacer mucha épica con esto porque al final el primer impulso es egoísta, es algo personal. Es el decirte 'yo quiero seguir'. Lo que pretendíamos es que a través de nuestro trabajo no se rompiese la normalidad. Es una sensación que en esos momentos se intensificó pero la verdad es que yo siempre la he tenido. Pensar que lo que hemos hecho ha ido bien para mucha gente es lo más bonito de esta profesión. Cada día me encuentro a gente dándonos las gracias y eso es lo que da sentido a lo que hacemos. 

Hacer reír cuesta mucho, quizás incluso más que hacer llorar. ¿Es algo que se aprende o sin talento no hay nada que hacer?

Es como un regalo que te hace la naturaleza y que al menos en mi caso fue darse cuenta de que intentando hablar en serio la gente se ríe. Esta es la semilla de todo. Después ves que con esto no basta y que hay que ir evolucionando.

Recuerda a aquello que decía Antonio Mingote, que el humor se tiene o no se tiene.

Creo que es así, pero también que una vez que se tiene hay que ir trabajándolo. Tengo bastantes amigos que son muy divertidos y que podrían ser cómicos profesionales si hubiesen visto que podía ser un camino de realización personal. Seguramente más divertidos que yo. Imagínate con 18 años qué clase de cómico era yo, pero con esa sorna seguí dibujándome para crear el personaje y aún estoy en ello.  

Ha realizado cientos de entrevistas. ¿Hay alguna que por más que la haya pedido no la ha conseguido?

Sí, claro. Lo que pasa es que tampoco soy de pedir lo imposible. 

¿Al rey lo pidió?

Sí, en su momento lo pedimos.

¿Al actual o a su padre?

Diría que hemos pedido a los dos. Te envían una carta que es una respuesta estándar que parece personalizada. Cuando le insistes a alguien y ya ves que no va a ser no vale la pena seguir insistiendo, porque esto tiene que ser una cosa de dos. Soy alguien que hace espectáculo de la conversación. Si el otro no quiere hablar se respeta y ya está.  

El Terrat empezó a hacer humor sobre el rey cuando todavía casi nadie se atrevía.

Lo hacíamos desde Catalunya y recuerdo que hubo un pequeño terremoto porque cuando saltamos en el 2005 a todo el ámbito español seguimos como si tal cosa. Me chocó mucho que hubiese gente que nos dijera que qué estábamos haciendo. Le di vueltas y lo que pasaba es que, a diferencia de otros países, en España siempre se ha trasladado la idea de que no se puede parodiar a la casa real. Aquí era un 'no se puede porque no y punto'. Los guiñoles, que era uno de los programas de referencia y más avanzados de la época, nunca hicieron parodia del rey. Me parecía una anomalía. Nosotros seguimos haciéndolo, con el rey y los príncipes, y no pasó nada, nadie se murió ni el Estado hizo fallida.

¿A la hora de preparar un gag piensa en si puede molestar? ¿Eso le condiciona de alguna manera?

No lo pienso y después de tantos años y con la experiencia tengo una especie de avisadores internos que me indican por aquí sí o por aquí no. Siempre he confiado en la madurez de la sociedad. Lo que pasa es que me gustaría analizarlo en un contexto más general. Este es un país en el que la discrepancia está muy penalizada. Tú publicas una opinión en cualquier red social y te encuentras que hay quien te llama vendido o cabrón. No entendemos que la discrepancia forma parte de las reglas de juego y que la comedia es un elemento más de los muchos que hay. Por ejemplo, la cultura siempre es sospechosa. Me da un poco de lástima que suceda esto y creo que deberíamos estar por encima de estas cosas y evolucionar como sociedad a otra pantalla. 

¿Por discrepancia se refiere a que ha aumentado la polarización? 

Sí, pero los responsables de esto no son otros que la clase política en general. Han convertido la discrepancia en una arma arrojadiza constante y, al filtrar hacia abajo, la población que era más libre, incorrecta y bastante anárquica, lo recibe como una especie de lluvia fina de miedo. No sé qué es lo que ha pasado pero en el ambiente hay una especie de bilis filtrada que no es buena para nada. Hay mucha gente en este país que prefiere no hablar, no dar opinión sobre nada. Yo solo soy un simple cómico pero en el momento en que la gente buena dice 'yo no entro porque me van a dar por todos lados' y no aporta a la conversación lo que provoca es que nos convirtamos en un país peor. 

No habla mal de las redes y de hecho ha defendido en más de una ocasión que permiten encontrar cosas interesantes, pero ¿hasta qué punto no contribuyen a que haya más bilis? 

Hemos magnificado las redes como termómetro social único, y no es verdad. Solo hace falta salir a cenar con amigos que piensan distinto para darse cuenta de que todo tiene más matices y explicaciones que los caracteres que caben en un mensaje. Nos dieron un juguete y lo hemos utilizado mal. Es un instrumento de comunicación global alucinante que en mi caso me permite saber qué pasa ahora en países como Argentina o México y que es algo que hace 20 años no tenía. 

En el ambiente hay una especie de bilis filtrada que no es buena para nada

Desde los 90 nunca ha trabajado solo. ¿Es por un concepto de lealtad o es por lo de más vale malo conocido?

Es algo muy personal. Lo he pensado mucho y creo que es alargar la sensación que tiene el niño de jugar con alguien. Acabo de dejar a mi hija, que es hija única, jugando en casa con uno de sus mejores amigos. Cuando ella está sola a veces tiene ideas, a veces está de mal humor, pero cuando está con sus amigos es una niña divertida, que interactúa, inventa, está feliz. He pensado que rodearme de amigos, en este caso de cómicos, era más divertido que ir en solitario. También por el perfil de programa que me inventé y que desde el principio fue coral. El Terrat no nació por un afán de convertirme en empresario sino para contratar a mi gente.

Ser jefe y amigo a la vez no siempre es fácil.

No lo es, pero intento estar a la altura y no utilizar el cargo para incomodar ni ir tampoco de líder social. Yo lo que quiero es irme a dormir tranquilo. Si no estoy haciendo bien las cosas o sé que algún compañero o compañera no está bien a mí no me compensa.

Es empresario, aunque sea involuntario, como le gusta precisar. ¿Hasta que en 2020 vendió la empresa le pesó mucho la responsabilidad de saber que tantas bocas dependían de usted?

Me ha pesado toda la vida. Recuerdo que a mediados de los 90 cuando El Terrat empezó a crecer, cada vez que entraba en el despacho me costaba un poco respirar. No se lo decía a nadie. Cada vez más gente y también más facturas. Nacieron alegrías y miedos. Han sido muchos años y cuando pasamos una crisis y logramos superarlo me dije que había llegado el momento de no sufrir tanto. Lo que veo es que aseguro más trabajo asociándonos a un gran grupo que siguiendo en solitario. Hubiese podido seguir y tampoco hay fórmulas mágicas porque sigo sufriendo igual aunque sea de otra manera.  

Cuando El Terrat empezó a crecer, cada vez que entraba en el despacho me costaba un poco respirar

¿Es de los que están a favor de bajar impuestos?

Primero, yo soy partidario de pagar impuestos, que es algo que no demos por hecho que todo el mundo tiene claro. Una de las cosas que más me irrita en la vida es la gente que no paga impuestos y que busca el argumentario para defenderlo. Es algo que me parece increíble. De lo que soy partidario es de una aplicación justa y, efectivamente, quien gana más, tiene que pagar más. Doy fe de ello porque yo gano más y pago más. 

Le daré algunos nombres y me dice que significan para usted. El primero es Carles Francino.

Es mi hermano mayor y mi referente. Antes de hacer algo siempre pienso: '¿Qué haría Francino?'

Berto Romero.

El mejor cómplice que he tenido, sin desmerecer al resto. Un compañero que tras más de hace 15 años juntos me ha ayudado a crecer y alguien del que sigo aprendiendo.

Bob Pop.

La incorrección en estado puro. Una granada de mano lanzada contra el confort y las ideas preconcebidas que siempre obliga a pensar. 

Joan Manel Serrat.

El maestro. El faro. Tenemos mucha suerte de ser contemporáneos suyos y aunque no quiero hablar en su nombre me gustaría que no olvidásemos nunca quién es Serrat.

Teresa.

Mi madre es la niña de la posguerra que pese a todo sigue adelante. Actúa como pantalla protectora respecto a un pasado muy oscuro y de esta manera logra que esto no me afecte. Ahora he participado en un programa de TV3 que se titula 'Quanta guerra'. Y me ha tocado porque es la reconstrucción de la guerra de tu abuelo. Hemos hecho la del avi Mariano y he descubierto muchas cosas que no sabía, desde dónde murió a las batallas en las que estuvo. El padre de mi madre murió cuando ella tenía 18 años. Ella actuó como filtro para que yo tuviese una vida feliz y libre cuando ella venía de un drama.

Silvia.

El motor. Mi vida es como una lancha y uno de los motores es ella. El suyo, que no salga de aquí, es más potente que el mío.

Joana.

Es otro motorcillo que se ha puesto al lado. Yo fui padre mayor. Mi madre incluso un día me dijo que ya había perdido la ilusión. Cuando pensaba que mi vida sería la de un soltero acomodado, de repente me abrieron unas ventanas por las que ha entrado mucha luz y cariño. Es algo que me ha ido muy bien porque recuerdo irnos a vivir juntos con Silvia y empezar a caer chuzos de punta con la gran crisis del 2010. Aquello lo soporté muy bien porque cuando cerraba la puerta de casa allí había una familia.

¿Mira televisión?

Poca. Antes tampoco tenía mucho tiempo porque por las tardes y noches trabajaba. Por las mañanas miraba algún informativo. Curiosamente el hecho de trabajar en la tele provoca esto. Ahora me estoy reconciliando un poco y sobre todo lo que veo son plataformas de pago. Soy otro 'serieadicto' más. Respecto a la televisión o bien no tengo acceso o bien me faltan tiempo o ganas.

Lo que sí ya ha grabado es un programa para TVE.

Es una colección de programas sobre cómicos con raíces en Catalunya. Son Miguel Gila, Pepe Rubianes, Mary Santpere, Joan Capri y Eugenio. Es algo pequeño y muy bonito en el que sentamos en una mesa a gente que los conoció y fragmentos del archivo de TVE. Por ejemplo, viene Serrat a recordar a Gila porque lo acogió en Argentina o Mercedes Milà para hablar de Capri porque con su padre eran amigos.

¿Qué tienen los libros de Tom Sharpe para que le gusten tanto?

Cuando somos jóvenes todos éramos de los 'Wilt'. Después tuve la ocasión de conocerle en un hotel de la Costa Brava. Me gusta también Eduardo Mendoza, otro clásico de la comedia. Debo decirte que soy bastante buen lector y bastante seriote. Me voy de repente a novela histórica, ensayo o policiaca. No soy el perfil de cómico que lee comedia. También desconfío mucho de las solapas en las que destacan que es un libro que mezcla la crónica negra y el sentido del humor más ácido.

¿Con qué está ahora?

El último que me impresionó, y se lo dije a Irene Vallejo, fue 'El infinito en un junco'. Tengo una costumbre y es que cuando algo me gusta lo digo. Venzo la vergüenza y envío un mail. No puedes imaginarte la de reacciones positivas que recibo.

Igual es porque no es muy habitual.

Yo lo hago mucho. Con escritores, fotógrafos...A Irene Vallejo le envié un mensaje por redes. Aunque puede parecer buenista creo que es bueno inyectar en los circuitos que tenemos un poco de cariño, porque si no parece que está todo el mundo compitiendo y enfadados.  

¿Sabe aburrirse?

No mucho porque no tengo tiempo. En casa se ríen de mí porque soy una persona a la que le gusta dormir, es cuando apago la mente. Pero cuando me activo siempre tengo muchas cosas que hacer. Dibujo, pinto, leo...

Ha estado seis años fuera de Barcelona. ¿Tiene la sensación de haber vuelto a casa?

Totalmente. Tengo una sensación que identifico muy bien. Es enero del 2022 cuando acaba todo, con un final muy intenso en Madrid, y regreso a casa coincidiendo con unas semanas de buen tiempo. Me emocioné un poco. Aunque durante los seis años iba viniendo, me encontré de nuevo con Barcelona, el caminar por la ciudad y redescubrir rincones. Algo tan sencillo como irme al Barrio Gótico para tomar un café era para mí la excursión del siglo. Fue muy bonito y es cuando confirmé y no volveré a dudarlo más que esta es mi ciudad.  

La pintura es la única pasión que hace tambalear la que tengo por la comunicación"

Expondrá por primera vez sus pinturas en solitario. Ahora en la sala Modest Cuixart de Palafrugell y después en Barcelona. ¿Por qué le gusta tanto pintar?

No lo sé. Soy autodidacta. El otro día un compañero me recordaba que cuando a los 17 años empecé en Radio Reus estábamos dos en la redacción. Josep Maria Girona y yo. Hacía deportes y mientras estaba al teléfono no paraba de dibujar. Un día los colgué todos en las paredes, o sea que es algo que he hecho siempre. En algún momento, igual que les pasa a los niños, me daba como vergüenza. Pero hace unos 20 años hablé con una pintora y lo que me recomendó me cambió bastante la vida porque me dijo: 'No tengas vergüenza de nada. Ensucia, explora, juega'. Es algo que me ha completado mucho y no había tenido la necesidad de enseñarlo. Me habían insistido bastante y al final pensé que entre ser discreto y hacerte el misterioso hay un término medio. Ahora que tenía un proyecto más solido y con toda la calma me he decidido a presentarlo.

¿Si pudiese se dedicaría solo a pintar?

Es la única pasión que hace tambalear mi pasión por la comunicación. Cuando llevo días y días pintando me doy cuenta de que no he pensado en un programa, sección o en llamar a algún compañero por alguna de las carpetas que siempre tengo abiertas. 

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