A una sala a oscuras y de paredes negras, tres pantallas exhiben la misma actriz cantando tres versiones de una misma canción. Los visitantes que entran, se detienen y miran con curiosidad, hasta que lo que podría parecer un divertido ejercicio de estilo se vuelve inquietante. La chica canta en árabe y no palabras de amor, sino una arenga de las que decían los soldados que servían a Saddam Hussein. El montaje es obra de Abel Abidin, un artista de origen iraquí que vive y trabaja en Helsinki, un joven creador de la escena cultural árabe que huyó de Bagdad para denunciar la situación de su país. Los subtítulos de la canción aparentemente dulce estremecen al tiempo manifiestan el ingenio del autor.
Three love songs forma parte de la exposición denominada This is not a love song, que se puede visitar -y sin pagar entrada- en La Virreina Centre de la Imate hasta el 29 de septiembre. El “antivideoclip” de Abel Abidin es uno de los muchos que se pueden ver en el montaje de La Virreina. El conjunto de estos particulares antivideoclips (por definirlos de alguna manera), desafían los estereotipos audiovisuales que promueven las cadenas de televisión como MTV, y los respectivos mensajes políticos y sociales que contienen.
Los peligros y privilegios de la cultura de consumo es una de las muchas dicotomías que plantea la exposición. El recorrido que sigue un orden cronológico y repasa las relaciones entre la videocreación y la música pop, desde los años sesenta hasta la actualidad, ofrece un poso bastante útil para los interesados en el videoarte. Y es que en This is not a love song las piezas de videoartistas jóvenes como Carles Congost o Marc Bijl, comparten espacio con otras de Andy Warhol, John Baldessari, Damien Hirst o Joseph Beuys, entre otros.
Otra de las obras emblemáticas reunidas para la ocasión es Rock My Religion de Dan Graham. Una obra audiovisual de 1982 que explora la estética y la ideología que alimentaron el fenómeno del rock and roll. En Rock My Religion, Graham mezcla textos, entrevistas, dibujos y actuaciones de músicos como Elvis, Jim Morrison, Henry Rollins o Patty Smith.
Dado que las historias del arte y los académicos suelen pasar de puntillas por el videoarte, la exposición llena un vacío historiográfico importante, y logra explicar de una manera apta para todos los públicos las raíces de una unión muy fructífera: la de la música y las imágenes. No es casualidad que John Lennon, Laurie Anderson o los miembros de Franz Ferdinand se formaran en escuelas de arte, antes de dedicarse profesionalmente a la música.