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La lápida del último aviador nazi abatido en Catalunya al que ponía flores su rival republicano

La estela de Friedrich Windemuth en Garriguella, a día de hoy destrozada y en la que solo se puede leer el nombre del piloto nazi abatido

Pau Rodríguez

2 de octubre de 2023 23:06 h

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Una lápida solitaria al pie de una carretera comarcal en Garriguella, en la provincia de Girona, es de los pocos vestigios que quedan de la última batalla aérea de la Guerra Civil. La aviación nazi de la Legión Cóndor irrumpió el 6 de febrero de 1939 en el aeródromo de esa localidad, donde los republicanos se preparaban para huir a Francia, y arrasó con todo. Pero al menos uno de los pilotos alemanes fue derribado. Su nombre, Friedrich Windemuth, es el que figura en la estela conmemorativa que todavía hoy se erige en el lugar. Aunque está destrozada desde que el 12 de octubre del año pasado alguien decidió vandalizarla. 

Durante décadas, su existencia pasó desapercibida para los vecinos de Garriguella. Con los años, aparecieron flores al pie del monolito y se dio por sentado que procedían de ultras o neonazis. Pero resultó que el responsable de las ofrendas era el piloto republicano que lo derribó, José Falcó. Con todo, el monumento fue atacado en varias ocasiones, hasta el punto que el año pasado el Ayuntamiento de Garriguella decidió que había que hacer algo con él. Finalmente, se trasladará al cementerio, de momento sin restaurar, y se incluirá dentro de un circuito de memoria histórica que el consistorio está ultimando en torno al aeródromo hoy desaparecido. 

En la lápida, antes de que fuera destruida parcialmente, se podía leer en alemán: “Aquí cayó el 6 de febrero de 1939 en la lucha por una España nacional Friedrich Windemuth, nacido el 27 de mayo de 1915 en Leipzig”. Algunas fuentes orales apuntaron a que su familia la instaló al poco de acabar la guerra, pero lo más probable, según el periodista Josep Playà Maset, es que fueran las autoridades alemanas, ya que existen estelas similares en la zona de la Batalla del Ebro y en otros puntos de España. 

Playà Maset, vecino de Garriguella y periodista jubilado de La Vanguardia, fue quien descubrió a finales de los 90 que era José Falcó el que depositaba las flores en el monumento. Ahora, junto a la arquitecta Adela Geli, experta en patrimonio y también vecina del pueblo, han elaborado el proyecto de contextualización histórica del aeródromo y todo lo que lo rodea: un refugio antiaéreo anexo, un hospital de sangre y la estela del aviador nazi.

El proyecto cuenta ya con el visto bueno, en forma de subvención, del Memorial Democràtic de la Generalitat de Catalunya. “Durante un tiempo existió un debate sobre si la estela era un homenaje a un piloto de la Legión Cóndor, y por lo tanto, a la aviación que masacró poblaciones como Gernika, Barcelona o Figueres, o si no dejaba de ser algo parecido a una tumba de un soldado como las hay en Normandía”, apunta Playà Maset.

De esta última opinión eran la Asociación de Aviadores de la República o el propio Falcó, que presidió la entidad durante muchos años. “Murió él, pero pude haber sido yo, y por eso siempre que volvía al Empordà, recogía algunas flores y amapolas rojas y se las dejaba junto a la lápida”, explicaba Falcó, que falleció en 2014 a los 97 años. 

Lo que es evidente, expone Playà Maset, es que la lápida no podía permanecer sin ningún tipo de placa que le diera contexto histórico. De la misma forma lo ve Miquel Aguirre, director del Museu Memorial de l’Exili, en La Jonquera, responsable de custodiar la parte destrozada de la lápida. Según su criterio, “no hay duda” de que se puede considerar un monumento de exaltación del nazismo. Así lo considera, de hecho, el Memorial Democràtic de la Generalitat, que lo tiene indexado en su censo de simbología franquista.

“Hay que tener en cuenta que no es una tumba; es una estela, un monumento conmemorativo”, argumenta Aguirre, que pone como ejemplo el uso del concepto “España nacional” que se podía leer grabado en la piedra. “Lo que hay que hacer en estos casos no es dejarlo como está, sino coger el monumento, resituarlo, si es preciso, y explicarlo en su contexto histórico, tal como se propone ahora”, agrega el director del Museu de l’Exili.

Crónica de la última batalla aérea

El aeródromo de Garriguella se construyó en otoño de 1937, a pico y pala, y tras arrancar 100.000 cepas de viña. Ubicado a 1,5 kilometros de Garriguella, cerca de la frontera con Francia, se sumaba a la larga lista de pistas distribuidas por la provincia de Girona que servían para proteger sobre todo el transporte de material de guerra y de materias primas por mar y por tierra en esa zona clave, el Empordà, según se recoge en el libro Aeròdroms republicans de Girona (1936-1939), coordinado por el historiador David Gesalí. 

Atacado en varias ocasiones, sobre todo por las fuerzas aéreas italianas que tenían como base la isla de Mallorca, la instalación sufrió la embestida fascista final los días 1, 4, 5 y 6 de febrero de 1939, con la Guerra ya perdida en Catalunya. Esos días los aviones republicanos se habían concentrado en Garriguella para desplazarlos a Toulouse, en Francia, y desde allí organizar algún tipo de refuerzo al frente de València. 

La madrugada del 6 de febrero había una treintena de aviones en el aeródromo, entre ellos los Grumman y los soviéticos Polikarpov, conocidos como chatos, preparándose para despegar hacia Francia, cuando fueron sorprendidos por un ataque de los cazas alemanes Messerschmitt BF-109, que procedían de Sabadell. Unos pocos aviones republicanos habían logrado despegar y partir antes del ataque, pero el resto de pilotos corrieron a parapetarse en el refugio anteaéreo anexo a las instalaciones. 

Solo hay constancia de que un aviador republicano, José Falcó, entonces teniente y jefe de la escuadrilla nocturna, lograra despegar con un Polikarpov I-15 para tratar de repeler el ataque. Según su relato, logró derribar dos cazas alemanes antes de aterrizar de emergencia en un campo cercano. Al regresar a la base, se encontró con uno de los aeroplanos alemanes estrellados y no encontró a su piloto, pero sí la documentación del paracaídas, donde figuraba un nombre: no era Windemuth, sino Hans Nirminger. 

Los recuerdos de Falcó abrieron algunas incógnitas sobre el suceso, al que rodean otras versiones, como que el caza fue abatido por los pilotos desde tierra. Pero la versión más asentada, que se sustenta en parte sobre la documentación oficial del Ejército nazi, es que solo murió uno de sus pilotos ese día, y fue Friedrich Windemuth.

Algunos aviadores de la base aérea republicana confirmaron años después que fueron ellos quienes se lo encontraron malherido en tierra y que, a petición suya, le dieron muerte. Playà Maset especula con que quizás la documentación que encontró Falcó no pertenecía al piloto. 

Después de aquel episodio, José Falcó logró escapar a Francia, donde fue internado en campos de concentración junto a miles de republicanos. Después consiguió trasladarse a Argelia gracias a un familiar y allí permaneció hasta su regreso a Toulouse en los 60. Al veranear en Roses, muy cerca de Garriguella, solía aprovechar para depositar flores a la lápida de su homónimo de la Legión Cóndor como un gesto de respeto hacia su combatiente y de reconciliación. 

Un refugio y un hospital de sangre

Mientras ultiman las placas que figurarán en el circuito de memoria histórica del aeródromo de Garriguella, y a la espera de poder dar todos los detalles del proyecto, Playà Maset y Geli explican que se identificarán y contextualizán cuatro puntos (cinco, si se cuenta un panel en la entrada del pueblo). Además del cementerio, donde estará ubicada la estela, está el refugio que se emplazaba al lado del aeródromo, cuyos 500 por 1.000 metros de perímetro son actualmente campos de viña. Y también la masía Mas Ferrer, a escasos metros del lugar, que ahora mismo está desocupada y que por aquel entonces se convirtió en Hospital de Sangre. 

El refugio antiaéreo en el que se resguardaron los oficiales republicanos de los cazas italianos y nazis está todavía en pie. De 275 metros cuadrados, hoy es propiedad de Xavier Gifré, el heredero de la masía contigua. Cuenta este hombre que expropiaron esas tierras a su familia en 1936 y que no le devolvieron la propiedad del refugio hasta hace unos quince años. A día de hoy, lo mantiene acondicionado en su interior, con iluminación y una pequeña exposición fotográfica sobre la historia del aeródromo.

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