“Élections, piège à cons” (elecciones, trampa para idiotas) escribió Sartre en un editorial de Temps Modernes (1971), como una reflexión post 1968. Thatcher, con su torpeza habitual pero con una cierta inteligencia política perversa, decretó que “la sociedad no existe, sólo existen los individuos”. Pero hemos vivido dos años de movimientos sociales y políticos, sin elecciones y con un sistema de partidos desacreditado, el sistema y cada partido en particular (especialmente los gobernantes pasados y presentes). La política del individuo sentado delante de la tv ha sido superada por la movilización colectiva en las calles, aunque no guste a las instituciones y a los partidos dominantes. La sociedad civil se ha hecho política y el disenso pasivo (abstención) se ha convertido en consenso activo (manifestación).
Ahora vienen dos años electorales y habrá que ver si las movilizaciones pasadas tienen efectos sobre los resultados electorales o se confirman las afirmaciones de Sartre y Thatcher (perdonen la amalgama) sobre el carácter conservador de las elecciones. El 9-N fue la culminación de una etapa, ahora comienza otra, determinada por las elecciones. Los partidos viejos reaparecen en el escenario y también otras fuerzas nuevas o reforzadas por el movimiento popular catalán. Y especialmente un partido nuevo, Podemos que aparece como uno de los principales protagonistas. Hay que añadir que el presidente de la Generalitat, es decir la institucionalidad, ya no va a remolque de la Asamblea nacional y la movilización social, ahora es él quien tiene la iniciativa. La política vuelve a mostrar su dimensión institucional, representativa y mediática, nos guste más, menos o nada. Es de esperar que las elecciones vengan influidas por la renovación política, la movilización social y la fuerza de las nuevas ideas expresadas principalmente por las jóvenes generaciones.
Tenemos por delante tres elecciones en un año y medio: las municipales, las generales y las autonómicas. Y una incógnita: la posible elección plebiscitaria a corto plazo. Más vale no hacer previsiones respecto a esta ya que hay muchas incógnitas: ¿se hará o no, habrá una candidatura “unitaria” independentista (CiU, ERC, CUP) o candidaturas de partido, se pondrá en marcha un proceso constituyente o no? Un observador que lo mira con cierta distancia saca la conclusión de que no habrá elecciones anticipadas. Quien tiene la sartén por el mango es el presidente. La lista única es una trampa inteligente destinada a su aliado-adversario ERC. Esquerra quiere listas separadas ya que considera que es el momento del “sorpasso”, avanzar a CiU. Fuera absurdo que Mas le haga este regalo, perdería la hegemonía del proceso. Y ERC, que hábilmente ha ido acumulando potencial electoral, ni confía en CiU ni puede ahora ponerse a remolque de su competidor. Sus intereses son opuestos. En resumen la lógica racionalista nos dice que no habrá elecciones plebiscitarias inmediatas, pero cuando la política va muy influenciada por emociones ambientales todo puede pasar. ¿Puede haber un nuevo momento de movilización (derecho a decidir, independentismo) como los pasados 11-S y 9-N?
El movimiento popular catalán ha sido hasta ahora fundamentalmente “expresivo”, es decir, ha manifestado el malestar social y el rechazo a las instituciones del Estado y del bipartidismo. Ha sido un movimiento pacífico, incluso lúdico, prácticamente mayoritario, según las cifras de la calle y de las encuestas, pero relativamente “externo” al sistema político estatal, a pesar de la participación de la Generalitat y de un conjunto de partidos que representaban una mayoría parlamentaria catalana. El 9-N significó el inicio de una segunda etapa que se puede considerar “instrumental”, apareció como un movimiento articulado con una representación política institucional plural integrada por las organizaciones sociales y políticas partidarias del “derecho a decidir” y unas decenas de miles de personas dispuestas a dar estructura orgánica al movimiento e incluso a oponer resistencia activa al Estado (el 9-N fue un acto de “desobediencia civil”). Pero el liderazgo lo asumió la presidencia de la Generalitat, sin contar con una hoja de ruta compartida por gran parte de las organizaciones sociales y políticas. Esta etapa instrumental de momento no se ha consolidado y no puede contar con una representación política que permita ir hacia una etapa superior, transformadora, es decir un movimiento que fuerce su reconocimiento mediante la confrontación y la negociación, la insurrección (que puede ser pacífica) y el cambio democrático institucional.
El resultado es, de momento, el retorno a un periodo político centrado en elecciones, partidos y alianzas. Es probable que haya nuevas movilizaciones puntuales que no vayan más allá de donde estamos. Pero alguna de las habituales provocaciones o amenazas de las instituciones españolas (Gobierno, Judicatura) puede derivar en una confrontación de alta tensión con consecuencias imprevisibles. Por ejemplo si se condena por la vía penal o administrativa a los responsables de 9-N o como resultado de una nueva iniciativa de desobediencia civil. Pero más vale centrarnos en el marco político-electoral catalán tal como se presenta ahora.
Nos encontramos con un bloque de carácter centrista, CiU y ERC, que ha optado por el independentismo y que se ha agrietado sobre cómo ir más o menos juntos o separados a las elecciones. La opción independentista ha hecho ganar votos a ERC y perder a CiU. Es probable incluso que sumados no tengan mayoría, a pesar de un sistema electoral que les es favorable. Tampoco pueden sumar otras fuerzas, como la CUP y una parte de la Asamblea Nacional. Este bloque no se puede presentar como el bloque “nacional” y en cambio genera anticuerpos, puede aparecer como excluyente y también conservador. Si no hay elecciones plebiscitarias inmediatas hay que tener en cuenta que las municipales son favorables a las izquierdas, en la región metropolitana y en general en las grandes ciudades, que ahora cuentan además con la irrupción de Guanyem y de Podemos. Creo que el bloque CiU y ERC ha cometido un error histórico de no haber promovido un verdadero bloque nacional con las izquierdas sociales, sindicales y políticas, incluso con los socialistas, que debería basarse en un programa social y económico adelantado ( como los Conseil National de la Résistance y del Consiglio Nazionale de Liberazione, de Francia e Italia de 1945). Como error es dar como un hecho que la gran mayoría apunta al independentismo cuando el factor que une es la autodeterminación. Fuera más eficaz concentrarse en las instituciones y las competencias que garantizan un autogobierno que permita el desarrollo del país y de la nacionalidad, que puede ser mediante la independencia o por una nueva relación con el Estado español garantizada constitucionalmente y reconocida por Europa.
¿Y las izquierdas qué harán, aparte de la contemplación teatral del juego de los dos partidos hasta ahora protagonistas que acabamos de mencionar? Del Partido Socialista se puede dudar a la vez de su catalanismo por sumisión al PSOE y de su izquierdismo por complicidad con las políticas favorables a las minorías privilegiadas y causantes de desigualdades y exclusiones a gran escala. Pero a pesar de todo la mayoría de sus militantes y electores se sitúan a la izquierda y hay que tenerlo en cuenta. Es probable que su descenso se acentúe pero quizás no tanto como muchos piensan, los grandes partidos no se disuelven fácilmente. A corto plazo difícilmente pueden formar parte de un bloque progresista y es posible que establezcan acuerdos con CiU para mantener el actual gobierno catalán hasta las elecciones de 2016. Tampoco se puede excluir una alianza similar en el Ayuntamiento de Barcelona, aunque fuera más lógico con Guanyem - ICV-EUiA - Podemos.
El bloque natural de izquierdas fuera el de las tres fuerzas citadas que si bien es previsible que vayan unidos a las elecciones al Ayuntamiento de Barcelona y no a las elecciones generales y catalanas. La tendencia a medio plazo fuera que se iniciara un proceso hacia un partido o federación de partidos y se añadieran otras fuerzas como CUP, Procés Constituent, etc. A corto plazo ya seria posible consolidar a partir de las elecciones municipales el bloque Podemos, Ganamos, ICV-EUiA como una fuerza independiente en Catalunya pero aliada a Podemos en el marco estatal español. Una operación similar a la que dio lugar al PSUC. Y por su parte el bloque CUP y aliados podrían constituir un bloque con ERC o atraer a sectores de este partido si persevera en apoyar a CiU. Sea en el marco del Estado español o con independencia completa, estos dos bloques se deberán entender a pesar de las contradicciones actuales. El independentismo es el principal factor movilizador en Catalunya pero excluye a una parte de la ciudadanía y dificulta la coincidencia con las fuerzas políticas democráticas españolas, incluso Podemos. Una cuestión clave.
Todo ello sin embargo es el cuento de la lechera si primero no acabamos con el Gobierno del PP. Y también hay una derrota de un PSOE corrompido, españolista y sin proyecto de izquierdas que necesita un trauma considerable para regenerarse. Las elecciones municipales que pueden ganar las izquierdas, la presión catalana y la irrupción de Podemos puede acabar con el régimen podrido que personifica principalmente el PP.
“Élections, piège à cons” (elecciones, trampa para idiotas) escribió Sartre en un editorial de Temps Modernes (1971), como una reflexión post 1968. Thatcher, con su torpeza habitual pero con una cierta inteligencia política perversa, decretó que “la sociedad no existe, sólo existen los individuos”. Pero hemos vivido dos años de movimientos sociales y políticos, sin elecciones y con un sistema de partidos desacreditado, el sistema y cada partido en particular (especialmente los gobernantes pasados y presentes). La política del individuo sentado delante de la tv ha sido superada por la movilización colectiva en las calles, aunque no guste a las instituciones y a los partidos dominantes. La sociedad civil se ha hecho política y el disenso pasivo (abstención) se ha convertido en consenso activo (manifestación).
Ahora vienen dos años electorales y habrá que ver si las movilizaciones pasadas tienen efectos sobre los resultados electorales o se confirman las afirmaciones de Sartre y Thatcher (perdonen la amalgama) sobre el carácter conservador de las elecciones. El 9-N fue la culminación de una etapa, ahora comienza otra, determinada por las elecciones. Los partidos viejos reaparecen en el escenario y también otras fuerzas nuevas o reforzadas por el movimiento popular catalán. Y especialmente un partido nuevo, Podemos que aparece como uno de los principales protagonistas. Hay que añadir que el presidente de la Generalitat, es decir la institucionalidad, ya no va a remolque de la Asamblea nacional y la movilización social, ahora es él quien tiene la iniciativa. La política vuelve a mostrar su dimensión institucional, representativa y mediática, nos guste más, menos o nada. Es de esperar que las elecciones vengan influidas por la renovación política, la movilización social y la fuerza de las nuevas ideas expresadas principalmente por las jóvenes generaciones.