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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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Hotel Barcelona

El taller Masriera

Jordi Corominas i Julián

Hace pocos días escribí sobre el Taller Masriera de la calle Bailén. Que la ciudad pueda recuperarlo como equipamiento es una buena noticia que maquilla una bocanada más de la nueva burbuja económica pactada entre el Ayuntamiento y empresas privadas con el objetivo de lucrarse con el turismo y desposeer aun más a los ciudadanos del centro de Barcelona.

La nueva Torre Deutsche Bank dará a la capital catalana un nuevo hotel de lujo que completará un extenso eje que irá de la Diagonal hasta la Vía Laietana. Las otras dos piezas del tablero serán otro hotel de la misma categoría en la calle Caspe que complemente el gigantesco Zara y un establecimiento parecido en el anexo de la Caixa de Pensions de nuestro amado e ignorado Lluís Sagnier, este último lugar promovido por obra y gracia de Núñez y Navarro, el mismo que hasta hace bien poco penaba entre rejas a sus ochenta y tres primaveras.

No hay que ser muy avispado para trazar un mapa urbano de la nueva situación. El Paseo de Gracia ya es un coto inaccesible para el trabajador que reside en Barcelona, espécimen humano que debe conformarse con pasear desde fuera y contemplar tiendas y edificios de la zona, salvo ligeras excepciones de grandes marcas, sin poder penetrar en su interior porque la belleza del Modernismo y el capital parecen un privilegio de los ricos, y lo mismo ocurrirá con el nuevo espacio ganado para la causa de la masificación de visitantes con los bolsillos cargados de billetes, pues cuando los hoteles programados irrumpan en escena la pérdida de territorio alcanzará la zona cercana a Plaza Cataluña, donde el Corte Inglés será un residuo consumista para la cada vez más inexistente clase media, y la Vía Laietana completará un círculo vicioso con el Borne, tramo final de la exclusividad diseñada para los foráneos, pura apoteosis del parque temático.

Como consuelo quedarán las callecitas y unos hermosos jardines que jalonan todos y cada uno de estos rincones. Los residentes no podrán alojarse en la mole vertical que recupera una arquitectura muy del gusto de Porcioles, pero podrán reposar y respirar aire puro entre el verde del Palau Robert, y lo mismo podrán hacer tras dejarse algo de su estipendio en la tienda de Amancio Ortega, pues la caridad del siglo XXI en Barcelona se medirá con árboles y bancos higienizados para conversar sintiéndose sano. El último punto de este triángulo tan natural y preciosista estará en mi querido Taller Masriera, donde la vegetación reinante será otro acicate más para visitar sus columnas.

De este modo se hilvana un tejido pútrido disimulado con pulmones que desintoxiquen el centro del exceso de ladrillo. ¿Seguro? No, el coste de la mayoría de estos planes es escaso si se considera la otra vertiente del proceso, la cuadratura del círculo mediante el hundimiento de negocios antiguos que quizá conserven su fachada mientras pierdan su antigua función y se llenen de fundas de móviles, pulseras y otras baratijas que ni por asomo pueden costear el alquiler de las instalaciones y el estipendio de sus empleados. Nadie, o casi, requiere de los estupendos objetos que llenan de color esas tiendas que despojan a Barcelona de parte de su identidad y la transforman en un bloque homogéneo donde el centro es la joya de la corona del urbanismo de escaparate mezclado con una oferta cultural que si fuera un poco honesta pensaría en ofrecer al barcelonés precios alejados a los que se imponen a los turistas, buenos pagadores porque se hallan de visita y se dan la alegría de desembolsar cantidades que nosotros no solemos pagar en nuestros propios muros.

Todo esto ocurre cuando quedan poco menos de cinco meses para unas elecciones municipales rodeadas de una gran incertidumbre por lo que concierne a su resultado. Gane quien gane se antoja difícil que pueda pararse el vértigo de este modelo que aparca las políticas sociales y privilegia inversiones que dinamitan el equilibrio socio-económico de la ciudad. En caso de victoria de Guanyem el trabajo para rectificar lo hecho por sus antecesores en el poder sería algo heroico, y si el triunfo corresponde al bloque soberanista de Trías y Bosch nos encontraríamos con una prosecución de discursos vacuos repletos de retórica y gran inacción legislativa para con los agujeros negros que no salen en la foto.

Esta previsión es pesimista. De lo cosmopolita pasamos a vendernos por un plato de lentejas con gestiones que desde lo público favorecen al sector privado en consonancia de la tendencia mundial de concentrar para pocos lo que debería ser de muchos. Lo único optimista es la ilusión del activismo vecinal en los barrios como contrapartida al desaguisado, lucha que no puede limitarse a cuatro tuits indignados que se desvanecen horas después y debe plantear propuestas, como ya sucede en muchos sitios, para remediar un mal que además de hipotecar el futuro puede explotar en algún momento porque la experiencia nos dicta el agotamiento de estos experimentos gaseosos, fáciles de crear y difíciles de solucionar en sus debacles.

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