Estas últimas semanas hemos oído muchas veces la expresión “esto no había pasado nunca”. Y efectivamente, no había pasado nunca que los dos grandes partidos, que se han repartido el Gobierno en los últimos treinta y tres años, tuvieran unos resultados electorales tan malos. No había pasado que fórmulas políticas nuevas, que cuestionan tanto el bipartidismo como las políticas de austeridad, obtuvieran 69 escaños y más de cinco millones de votos. Tampoco había pasado que en Catalunya ganara las elecciones generales una fuerza de confluencia como En Comú Podem.
Los tiempos cambian, el bipartidismo está en crisis y el PP empieza a estar en descomposición por la bajada electoral y por la explosión de casos de corrupción que afectan la columna vertebral del mismo partido, poniendo en evidencia que el problema no es que haya unas cuantas manzanas podridas, sino que es el cesto lo que está podrido.
Son tiempos en los que la cronificación de la crisis económica y social, el carácter sistémico de la corrupción y la crisis de la relación de Catalunya con el Estado, así como los mismos resultados electorales, deberían empujar en la dirección de un cambio real, de tipo de Gobierno y de políticas.
El acuerdo alcanzado por el PSOE con Ciudadanos sólo puede tener un objetivo: buscar la abstención del PP, más allá de este primer debate de investidura. Albert Rivera lo dijo bien claro: este pacto no lo pueden suscribir Podemos y las confluencias.
Sánchez quiere frenar el cambio que representa Podemos y las confluencias y ganar tiempo para terminar de presionar al PP, para que tarde o temprano se abstenga. El PSOE, tutelado por Susana Díaz y la vieja guardia encabezada por Felipe González, no puede permitir un Gobierno de coalición que cuestione las políticas dominantes, basadas en la austeridad, y que acabe con el monopolio de la gobernabilidad en manos del PSOE y del PP. Esta es la verdadera línea roja de Sánchez. No hay nada en el pacto que pueda incomodar a los poderes económicos ni que pueda estimular a las instituciones europeas a flexibilizar su política para revertir los recortes y crear trabajo digno, que no sea precario. Más bien lo contrario, nos amenazan con una nueva reforma laboral. Y, por supuesto, en relación a Catalunya no hay ninguna propuesta de solución, sólo más inmovilismo.
Son tiempos de claridad y coherencia, no se puede seguir engañando a la gente. Las políticas de Ciudadanos son incompatibles con un cambio social y económico como el que necesita la mayoría que más ha sufrido la crisis y las políticas del PP. Sólo hay dos opciones reales de Gobierno: fórmulas diversas de gran coalición o un gobierno progresista y de cambio real. Y este seguirá siendo el dilema tras el debate de investidura, porque a Sánchez, porque a este debate de investidura, no le salen los números.
Aún queda camino por recorrer si el PSOE tuviera voluntad política. Los resultados electorales permiten un Gobierno claramente progresista y de cambio, un Gobierno de coalición sólido y estable con el apoyo de 11 millones de electores. Los más de cinco millones de votos, obtenidos por Podemos y las confluencias son un mandato para negociar de tú a tú con el PSOE, sin ningún tipo de subordinación, para formar un Gobierno de coalición con el PSOE, Podemos-En Comú Podem-En marea, Compromis e IU para garantizar que el cambio sea real, que es lo que reclama la gente que nos ha votado tanto a nosotros como al PSOE.
El cambio real es una necesidad objetiva para cambiar una política caracterizada por el inmovilismo, la corrupción y el crecimiento escandaloso de las desigualdades. Hay que iniciar una nueva etapa con la recuperación de derechos sociales y blindar el Estado de bienestar para reducir las desigualdades e impulsar un nuevo modelo económico ecológico para crear empleo digno. El cambio real es plantear una solución democrática para Cataluña con el derecho a decidir y el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado.
Esta legislatura será de transición, lo viejo no ha terminado de desaparecer y lo nuevo aún no se ha impuesto. Si se impone la gran coalición se puede detener el proceso de cambio para volver a la lógica bipartidista, si gana la opción de un gobierno progresista y de cambio la transición iniciada con las elecciones del 20D tendrá continuidad y continuarán pasando cosas que no habían pasado nunca.