La pobreza en Catalunya, que afecta más a las mujeres, se enquista pese a la mejora del empleo
El empleo ha llegado a cifras récord en Catalunya, pero la reducción de la pobreza no avanza al mismo ritmo. Ni mucho menos. El número de personas en riesgo de exclusión social se ha consolidado y, lo que es más preocupante, la pobreza extrema amenaza con asomar a valores previos a la crisis. Hoy, como en los años de más recortes y despidos, uno de cada cinco catalanes, alrededor del 20%, está en situación de vulnerabilidad.
La tasa de riesgo de pobreza se ha situado en el 21,3%, el porcentaje más alto de los últimos quince años en Catalunya, aunque se trata de un valor relativo. En 2019 se considera pobre un adulto que no llega a los 10.981 euros al año, mientras que en 2013 este umbral se situaba en los 9.422 euros. Entonces la pobreza afectaba al 19,8%. “Vivimos una consolidación de la exclusión social y la precariedad que debería hacernos preguntar cómo afrontamos la salida de la crisis”, asegura Raúl Flores, coordinador del equipo de Estudios de Cáritas en España.
Los datos de pobreza infantil, históricamente más elevados, se sitúan ahora en el 24,8%, aunque se han reducido sensiblemente el último año, puesto que en 2017 estaba en el 28,5%. Los expertos consultados aconsejan sin embargo no dejarse llevar por las oscilaciones anuales, muy habituales en los datos sobre pobreza, sino por las tendencias. En este caso, el porcentaje siempre se ha movido entre el 24% y el 28%, con lo que la reciente reducción invita al optimismo.
Ocurre al revés con la tasa de privaciones materiales severas, conocida a menudo como pobreza extrema, que ha sufrido en 2018 un repunte que, de consolidarse, sería preocupante. El 6,5% de la población sufre carestías importantes en su vida diaria. Este porcentaje se había ido reduciendo progresivamente desde el 7,2% en 2011 hasta caer al 5% en 2017, pero se ha reavivado. Esto significa que ha crecido el número de personas que no se pueden permitir al menos cuatro de los siguientes nueve indicadores: pagar facturas de la vivienda, calentar la casa, asumir gastos inesperados, comer carne, ir de vacaciones, tener coche, lavadora, televisión o teléfono.
En la misma línea, el estudio FOESSA sobre exclusión social de Cáritas arroja datos que profundizan en las privaciones que llevan a las familias a caer en la exclusión social. En uno de cada diez hogares catalanes (300.000) se ha dejado de comprar medicamentos alguna vez debido a problemas económicos. Y en cuanto a la vivienda, un 10,8% de los hogares están sobreocupados (no llegan a los 15 metros cuadrados por persona), mientras que el 4,1% están en situaciones de realquiler, de ocupación o de amenaza de desahucio o desalojo.
La precariedad en el trabajo
“Si la tasa de paro se ha reducido pero la de pobreza en el trabajo se ha incrementado, seguramente hay gente que ha encontrado empleo pero con sueldos bastante bajos”, razona Xavier Ramos, profesor de la UAB especializado en pobreza y desigualdades. En efecto, el porcentaje de empleados en activo que están por debajo del umbral de la pobreza ha subido: del 10,7% en 2011 al 14,4% en 2018.
Pilar Milián, técnica del Observatorio de la Vulnerabilidad de Cruz Roja, advierte que el 26% de las personas que acuden a su organización para pedir ayuda tienen empleo. “Muchos tienen contratos a tiempo parcial, de duración muy corta y en condiciones muy precarias, sobre todo en los sectores de menor cualificación”, valora. Los datos muestran que en la mayoría de sectores los sueldos se han devaluado en la última década. Y que los que trabajan a tiempo parcial no son una opción para muchos: el 52% de los que tienen estos contratos querrían uno a tiempo completo.
Para Milián, otro factor que puede haber evitado la salida de la pobreza de mucha gente, o la caída repentina en esta situación, es el precio desbocado de la vivienda en ciudades como Barcelona y su área metropolitana. “Más del 90% de los ingresos familiares en los hogares que asistimos va destinados a la vivienda, y no solo en Barcelona”, asegura esta técnica de Cruz Roja.
Las mujeres, las más perjudicadas
La pobreza se ha enquistado en Catalunya, pero más en el caso de las mujeres que en el de los hombres. De hecho, mientras para ellos la tasa está casi en mínimos (18,4%), es la de ellas la que se ha disparado recientemente. El 24,1% de las mujeres, casi una de cada cuatro, está en situación de vulnerabilidad, por encima del 19% en 2015 y 4,7 puntos porcentuales por encima de los hombres. Nunca antes la brecha de género había sido tan ancha en materia de pobreza.
Esto se aprecia también en cómo afecta a la pobreza según el tipo de familia. Las que siempre están en situación de mayor riesgo son las monoparentales, en las que el adulto suele ser una mujer. En la actualidad, el 42,9% de estas familias están en la pobreza, una tasa superior a la de años anteriores pero aun por debajo del 43,3% que se registró en 2013. En el caso de las familias con dos adultos y hijos a cargo, el porcentaje baja al 25,8%.
Que la pobreza es un concepto relativo –el riesgo de pobreza se sitúa en los que están por debajo del 60% de la mediana de los ingresos– lo corrobora también la encuesta que hace referencia a las familias que llegan con más o menos problemas a fin de mes. En este sentido, vuelven a subir los que dicen llegar con dificultades (15,5%) o muchas dificultades (7,8%), pero con todo estas cifras están lejos de las que se registraron en los años más duros de la crisis.