La CUP no consigue imponer un candidato alternativo a Artur Mas
“¿Y qué, si nosotros aceptásemos otro candidato? Tampoco tendría mayoría”, sostenía un dirigente de ERC esta semana en un corrillo con periodistas. El republicano hacía una más de la infinidad de cuentas hipotéticas que se han venido haciendo durante los últimos dos meses sin Govern en Catalunya.
Tras dos meses sin acuerdo por la negativa de la CUP a investir a Mas, la formación anticapitalista ha comenzado a asumir que sus socios, CDC y ERC, no cambiarán de candidato. El debate interno que encaran será, en un primer momento, para informar a las bases sobre la marcha de las negociaciones, pero la formación no oculta que la salida más probable es acabar llevando la decisión sobre la investidura a una Asamblea Nacional, donde las alternativas serían Mas o elecciones en marzo.
Una de las primeras hipótesis barajadas por la CUP era que Junqueras diese la espalda a Mas y sugiriese otro nombre para la investidura. Pero las matemáticas son tozudas y Convergència, también. El cálculo de ERC sobre la cuestión es que si aceptasen los postulados de la CUP y propusiesen a un candidato alternativo a Mas, como podría ser Romeva, éste solo recabaría el apoyo de los cerca de 30 diputados que controlan los republicanos y de los 10 de la CUP. Con algunas renuncias, incluso podrían sumar los 11 de CSQEP. En total unos 50, ni siquiera mas que la suma de C's, PSC y PP, que a buen seguro votarían en contra.
El culpable más evidente de la situación de bloqueo en la investidura que vive el Parlament es un resultado electoral especialmente caprichoso. Junts pel Sí se quedó a solo unos 5.000 votos de alcanzar el 13º diputado por Girona, lo que les hubiera dado 63 en total, uno más que la suma de Cs, PSC, CSQEP y PP. Con ese resultado no es aventurado pensar que la CUP se hubiera abstenido, dando la presidencia a Mas en segunda votación. Pero los 5.000 votos por Girona no llegaron a manos de Junts pel Sí y a la candidatura de la izquierda independentista se le complicó cumplir la promesa hecha en campaña de no investir a Mas.
ERC mantiene su hoja de ruta
Tras dos investiduras frustradas y la salida a la luz de serias diferencias de la vieja guardia convergente con la línea oficial del partido, la idea de que es o Mas o elecciones en marzo comienza a calar en la CUP, que hasta ahora confiaba en que Convergència se avendría, más tarde o más temprano, a un candidato de consenso. Para ello, los cupaires calculaban que antes de malograr la victoria independentista que el 27-S arrojaron las urnas, los de Junqueras presionarían a Convergència para buscar un candidato de consenso. El “abrazo del oso” que CDC dio en junio pasado a ERC valiéndose de la neutralidad de la CUP, pero dado ahora por la CUP a CDC, contando con la aquiescencia de ERC.
Pero los republicanos tienen su propia hoja de ruta. La rueda de prensa ofrecida por ERC este miércoles no pudo ser más clara al respecto. “Nuestro candidato es y será Artur Mas”, aseguró Junqueras. Y no es solo postureo. Esquerra quiere mantener el pacto con CDC y formar un gobierno bajo la presidencia de Mas pero con el programa de Junts pel Sí. Esto les permitiría controlar toda el área económica y desarrollar un plan de choque que consideran “muy ambicioso”. ERC volvería al Govern solo cinco años después de su salida y por la puerta grande. 18 meses más tarde, enfilarían las elecciones con Mas de retirada y el bagaje de haber gestionado la recuperación con medidas sociales desde la cartera económica.
La alternativa a ese cuento de la lechera que se explican en la sede de Calàbria es la repetición electoral en marzo, algo que, mirado estrictamente como partido, tampoco les va mal, aunque no es lo deseable. Tampoco para la CUP. Pese a que el último sondeo de CEO, realizado entre el 5 y el 27 de octubre mientras sostenían que no investirían a Mas, les daba hasta 6 diputados más de los que tienen ahora, su objetivo último es no tirar a la basura la primera mayoría independentista de la historia en el Parlament, y usarlo para fundar una República catalana.
Aunque la CUP continúa apostando en público por un candidato de consenso, ya ha fijado su calendario para las próximas semanas. La izquierda independentista ha convocado un “debate nacional” el 29 de noviembre para explicar el punto de vista del comité negociador ante todos los participantes del espacio. Un debate nacional no es otra cosa que una asamblea en la que, a diferencia de estas, no se decide nada. Pese a eso, en la organización ha cundido la idea de que la decisión final acabará tomándose en una asamblea nacional, que previsiblemente será fijada para el fin de semana del 5 y 6 de diciembre.
CDC, más problemas que soluciones en el cambio de candidato
En medio de un clima en el que las mesas de negociación están, si no rotas, al menos paralizadas, Convergència es, de las tres, la formación que ha acariciado con más aplomo la idea de conducir el proceso soberanista a unas nuevas elecciones si su líder no se mantiene en el más alto estrato del poder catalán. La inamovilidad de la derecha independentista tiene que ver con dos aspectos, como son las debilidades internas de la formación y la rebelión de la vieja guardia.
Respecto a lo primero, Convergència se halla en medio de uno de sus más virulentos escándalos de corrupción. La prisión provisional bajo fianza dictada para su tesorero muestra la gravedad del caso del 3%, que podría tener más episodios en el futuro próximo. La marca CDC cotiza tan a la baja que el partido concurre a las elecciones generales bajo la marca “Democràcia i Llibertat”, en coalición con Demòcrates y Reagrupament, escisiones de Unió y ERC respectivamente. La formación está inmersa en un proceso de refundación cuyo problema más importante es la falta de sucesión de Artur Mas.
Precisamente en esta falta de sucesión puede encuadrarse la rebelión que está teniendo lugar entre el sector de la vieja guardia convergente. Liderado por consellers como Felip Puig, Germà Gordó, Andreu Mas-Colell o Santi Vila, el grupo considera que se ha ido demasiado lejos en las cesiones a la CUP, entre las que cuentan el plan de choque o la declaración de inicio del proceso, pese a ser puntos del programa de Junts pel Sí.
La “rebelión de los generales” ha sido usada en buena medida como estrategia de negociación por parte de Mas, pero tiene poso más allá de eso. Si Artur Mas llegara a dar un paso atrás, algo que en la formación se descarta, la guerra de sucesión estaría servida, lo que conllevaría irremediablemente una batalla por la posición independentista de Convergència. Unas condiciones que podrían hacer que muchos sectores del partido optaran por saltar del proceso soberanista y fiar el futuro de Catalunya a una incierta negociación con el Estado. En esas condiciones, opinan en CDC, casi sería mejor resolver la diatriba en unas nuevas elecciones que a buen seguro dejarían al independentismo sin mayoría suficiente para gobernar y permitirían pactos con sectores moderados como el PSC.