¿Cómo acaban unos chavales presuntamente integrados en Ripoll, su pueblo, cometiendo un atentado terrorista con 16 víctimas? ¿Podría haberse evitado? ¿A cuántos muertos ascendería el recuento de víctimas si los terroristas hubiesen logrado ejecutar su plan inicial?
Apenas fueron 800 metros. Un recorrido macabro de menos de un kilómetro que dejó un reguero de 15 muertos por atropello en la calle más famosa de Barcelona, que ya nunca volvió a ser la misma. Se cumple casi un lustro de los atentados de La Rambla y Cambrils, pero todavía quedan muchas preguntas que difícilmente llegarán a tener respuesta.
Algunas de estas cuestiones son las que plantea el documental 800 metros, que se estrena este viernes en Netflix y desgrana en tres episodios de 50 minutos todo lo que ocurrió tanto los días anteriores como los posteriores a los atentados del 17 de agosto de 2017. Dirigido por Elías León Siminiani, el trabajo ofrece un exhaustivo repaso a la intimidad de los terroristas, la mayoría abatidos por los Mossos d'Esquadra tras los ataques. La Audiencia Nacional condenó a 53, 46 y 8 años de cárcel respectivamente a los únicos tres integrantes de la célula que pudieron ser juzgados.
La cinta no olvida el calvario que siguen sufriendo, años después, muchas de las víctimas del atentado. Para ello, se contactaron con más de 400 personas y se realizaron 80 entrevistas en un trabajo que analiza de manera profunda lo ocurrido durante tres días de caos y miedo en medio de las vacaciones de verano.
El documental arranca con las imágenes de la furgoneta blanca bajando por Las Ramblas a toda velocidad mientras los cuerpos de las víctimas saltan por los aires. Una grabación durísima que muchos medios prefirieron no reproducir y cuya inclusión defiende el director de la serie. “Hubo debate entre nosotros y consultamos incluso a las asociaciones de víctimas”, explica León Siminiani, que recuerda que el vídeo se hizo público durante el juicio. “Al final decidimos utilizarlo pero con el contexto suficiente para que hubiera una lectura más consciente y profunda por parte del espectador”, dice.
La serie se apoya en un material de archivo insólito, en lo que probablemente sea el atentado con más contenido audiovisual disponible sobre sus autores. Hay vídeos de los jóvenes de Ripoll preparando explosivos y haciendo bromas en catalán. Grabaciones de uno de los terroristas cantando a capella versos que llaman a la yihad o, incluso, conversaciones telefónicas entre los asesinos tanto antes como después de los atentados. Buena parte de estos vídeos y audios trascendieron durante el juicio en la Audiencia Nacional, pero algunos no se habían visto hasta la fecha.
“Es poco habitual que se tenga tanto material gráfico sobre un atentado terrorista y sus autores”, señala Anna Teixidor, periodista de TV3 y una de las investigadoras del documental. El director de la serie explica que fue precisamente el libro de Teixidor, Los silencios del 17-A, lo que le animó a intentar abordar la historia de estos atentados. “Cuando empezamos a preparar el documental no sabíamos que tendríamos todo ese material de archivo”, explica Elías León.
Después de entrevistar a Teixidor para el documental, decidieron sumarla al equipo por sus conocimientos sobre los hechos, y para poder tener acceso a los vecinos de Ripoll, cerrados en banda tras los atentados y cansados de periodistas que cada dos por tres merodeaban por este municipio de apenas 10.700 habitantes.
“Años después del atentado, en Ripoll sigue habiendo un silencio clamoroso”, apunta esta periodista, que durante tres años acudió casi cada semana al municipio para documentarse para su libro. “Es un tema tabú, los vecinos quieren pasar página”, dice.
Las entrevistas del documental son otro de los puntos fuertes de la cinta. Tiene particular interés el testimonio que ofrecen los amigos de los terroristas y también diversas trabajadoras sociales de Ripoll, que conocieron y trataron a los asesinos. “Se puso en jaque el concepto de integración en el que habíamos creído y llevábamos trabajando durante años”, explica Núria Riera, técnica del Consorcio de Bienestar Social del Ripollès.
El relato de estas trabajadoras y de los jefes de algunos de los terroristas, donde se les describe como chavales ejemplares, responsables y trabajadores, contrasta con un proceso de radicalización que se fue forjando a fuego lento sin que apenas nadie se diera cuenta.
“Aparentemente, parecía que estaban integrados pero a través de lo que vimos en sus móviles se demuestra que ellos para nada se sentían así”, apunta Teixidor. El documental muestra cómo, casi dos años y medio antes de los atentados, algunos de los jóvenes ya crearon un grupo de WhatsApp “para hablar del Islam”. En ese momento, el imán Abdelbaki Es Satty, considerado el cerebro y creador de la célula terrorista, ni siquiera había llegado a Ripoll.
“Es Satty ejerce de catalizador”
Una trabajadora social del municipio recuerda en el documental el efecto y la buena recepción que tuvieron los discursos sencillos y efectistas del imán. “El proceso de radicalización de esos chavales dura mucho tiempo y se acentúa cuando aparece el imán en el pueblo”, añade el director de la cinta. “Es Satty ejerce de catalizador de algo que se estaba cociendo poco a poco”, dice. El documental deja abierta la duda de si el imán se fue a Ripoll porque se enteró de la existencia de esos chicos que ya mostraban ligeros indicios de radicalización o fue solo una trágica casualidad.
Exponen también sus puntos de vista desde el major de los Mossos, Josep Lluís Trapero, hasta la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, o el juez instructor del caso en la Audiencia Nacional, Fernando Andreu. De especial interés resulta el testimonio de un musulmán converso que trató en Castellón tanto al imán Abdelbaki Es Satty meses antes de que se trasladara a Ripoll, como también a varios de los terroristas en Amposta (Tarragona) antes de cometer la matanza.
También se recoge en la cinta el testimonio de diversos supervivientes de los atentados tanto en Barcelona como en Cambrils, algunos de ellos entrevistados en un piso de La Rambla desde el que se ve el lugar en el que la furgoneta blanca dejó de atropellar a viandantes porque le saltaron los airbags.
Un taxista pakistaní rememora cómo le impactó la furgoneta en el cuerpo. Otro vecino recuerda cómo acabó refugiado en una tienda de objetos sexuales –“¿Cómo es la vida, no?”, se pregunta frente a la cámara– mientras en el centro de la ciudad se vivían escenas de caos y terror. Un propietario de una librería relata cómo puso a sonar el Nocturno número 2 de Chopin para calmar a los turistas que se refugiaban en su negocio.
Muchas de estas personas anónimas que ofrecen su testimonio en el documental podrían estar hoy muertas. Desde la mujer que grabó accidentalmente al conductor de la furgoneta cuando se escapaba por el mercado de La Boqueria hasta el tipo que paseaba frente al mar en Cambrils y fue apuñalado en el rostro por uno de los terroristas.
Las historias de los supervivientes son de todo tipo, pero todas muestran la dureza y la dificultad para superar un episodio traumático como el de estos dos atentados, que en tres días de caos dejaron 16 fallecidos y cientos de heridos. “Tardé una semana en salir de casa”, explica una de ellas sobre las secuelas psicológicas que sufrió y que todavía afectan a muchos supervivientes casi cinco años después. “Al cabo de dos días de los atentados, empecé a llorar y no pude parar”, concluye otro.