A la campaña catalana no le faltaba interés ni tampoco incertidumbre. Pero la decisión de Pedro Sánchez, cuyo desenlace se conocerá el lunes, tiene a un país en vilo e irrumpe de pleno en la carrera electoral para el 12M. Sea cual sea la determinación final, incidirá en las estrategias de los partidos catalanes.
Sin saber qué anunciará es imposible detallar cómo cambiarán las respectivas tácticas, pero los primeros mensajes que han lanzado unos y otros prueban algo que era fácil de intuir y es que esta campaña será distinta a la que estaba prevista antes de la carta del presidente del Gobierno.
Tanto ERC como Junts sospechan que el parón de Sánchez puede esconder un movimiento “táctico” con la mirada puesta también en los comicios catalanes y le recuerdan que dirigentes independentistas y cargos como el exfiscal jefe de Catalunya Martín Rodríguez Sol o el Major Trapero fueron víctimas de maniobras sucias que acabaron en portadas y en juzgados. Los independentistas reprochan al PSOE que no se plantase antes, cuando los perjudicados por las estratagemas de la extrema derecha eran otros políticos o activistas. “Yo colecciono querellas de Manos Limpias”, le espetó Pere Aragonès en el acto de inicio de campaña de los republicanos.
Quien ha ido más lejos ha sido Carles Puigdemont, quien además de ironizar con que en su partido salen llorados de casa y reclamar que no se “españolice” la campaña, ha retado a Sánchez a presentar una moción de confianza. Es una de las tres opciones (las otras dos son dimitir y que se tenga que investir a otro candidato o candidata o bien seguir en La Moncloa sin más, algo que parece descartado).
Si se acaba celebrando una nueva investidura o se opta por una moción de confianza, en la que solo está prevista una votación, los independentistas querrán hacerse valer. Siempre es así porque en esta legislatura sus votos son necesarios, pero si encima les pilla en una campaña, su precio se encarecerá aún más.
En Junts, más imprevisibles que ERC, no enseñan sus cartas y por más que se les pregunte, no sueltan prenda. Para que prosperase la moción de confianza no son necesarios los votos a favor del grupo de Puigdemont si Sánchez cuenta con todos sus socios además de Coalición Canaria, porque se requieren más síes que votos en contra. Y aunque cuesta verlos votando 'no' al lado de PP y Vox, todos los movimientos de los posconvergentes, como los del resto, responderán a una clave electoral. La sempiterna competencia entre Junts y ERC podría complicarlo todo un poco más.
Sánchez tenía previsto implicarse y mucho en la campaña catalana puesto que estaba previsto que participase en cinco mítines. La decisión que acabe adoptando puede favorecer las expectativas del PSC. En función de lo que anuncie habrá quien vea en el líder del PSOE a un víctima de la deshumanización y eso generaría mayores simpatías y tal vez más votos. Por si cabía alguna duda, en el mitin de arranque de la campaña de Illa se proyectó un vídeo con imágenes del presidente del Gobierno. .
El candidato del PSC clamó contra las estrategias que aspiran a “destruir al adversario”. Si en el caso de Sánchez lo acabasen logrando, en el Congreso se iría a una mayor inestabilidad. Sea porque habría que negociar una investidura o por tener que salvar una moción de confianza con la ayuda de los independentistas a los que Illa se está enfrentando, las dificultades para un PSC que ahora ganaría con holgura pueden ser mayores.
El juego de las alianzas
De momento, todas las encuestas, también la que publicamos hoy en elDiario.es, apuntan las mismas tendencias. Al menos es la perspectiva que hay ahora porque la decisión de Sánchez puede mover escaños. Salvador Illa ganaría cómodamente, aunque cosa distinta es que logre ser president. Para conseguirlo necesitaría que no hubiese una mayoría independentista alternativa. Es un requisito imprescindible pero no el único.
La suma secesionista, que desde que se inició el procés ha logrado controlar la Generalitat, con broncas internas hasta el punto de no poder gobernar juntos, no está garantizada. Y parece que en el mejor de los casos para los intereses de Puigdemont, que es quien la lideraría si cumple su promesa de regresar (algo que aún está por ver), dependería del apoyo de la xenófoba Aliança Catalana, esto es, de la extrema derecha.
Que los independentistas no llegasen a los 68 diputados no bastaría para asegurarle la presidencia al líder del PSC. No sería suficiente, aunque podría facilitársela. Para ello requeriría que alguno de los partidos independentistas le dejase pasar. Dando por descontado que la CUP nunca le ayudará, está por ver qué harían ERC y Junts.
Ambos han diseñado una campaña en la que buscan confrontar con Illa, ya sea ninguneándole como hace Puigdemont al asegurar que él no tiene que debatir nada con el líder del PSC porque con quien quiere (o quería confrontar) es con Sánchez, o atacándole a diario como hacen todos los dirigentes de ERC. La intervención de Gabriel Rufián este lunes en la comisión que investiga en el Congreso la compra de material sanitario durante la pandemia fue más un mitin que otra cosa. También la de la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, estaba pensada para el 12M.
¿Alianza de izquierdas?
Pese a que en la cúpula republicana aseguran que no piensan facilitar la investidura de Illa ni tampoco gobernar con el PSC, los socialistas están convencidos de que en las filas de ERC existe un sector que, incluso existiendo una alternativa independentista, podría preferir una alianza de izquierdas.
En el caso de los comuns, las relaciones con Illa también son más que mejorables, pero ellos son los más convincentes cuando dicen que nunca harían president a Puigdemont. Además, la candidatura de Jéssica Albiach es la única que tiene previsto defender toda la campaña que su apuesta es un pacto de izquierdas. Y consideran improbable que, por más que la aritmética fuese endiablada, los socialistas pudiesen hacer president al líder de Junts, pese a que la derecha alimente esta especulación. Es una opción que tendría bastante de suicidio político para el PSC, aunque en la política catalana no existe la palabra imposible.
Illa insiste en que quiere un gobierno estable sin cerrar la puerta a ningún partido, a excepción de la extrema derecha, sea Vox o Aliança Catalana. También afirma que su opción preferida es una alianza progresista sin descartar un acuerdo con Junts, algo que a Sánchez le facilitaría la vida pero le situaría en un escenario para el que probablemente una parte no menor de los votantes socialistas no están preparados (y eso que tras los indultos y la amnistía ya están más que curtidos). Una cosa es amnistiar a Puigdemont y otra es gobernar con los suyos en la Generalitat.
A favor de la estrategia de Illa llama la atención que, según la encuesta de elDiario.es, los votantes socialistas descontentos por la amnistía apenas se van al PP. El aumento espectacular de los populares, que parten solo de tres escaños, responde a que se quedarían con casi la mitad de los votantes de Ciudadanos y con una cuarta parte de los de Vox.
Ante unas sumas tan enrevesadas como las que apuntan hasta ahora todos los sondeos existe una alternativa que nadie se atreve a descartar: una repetición electoral. Recuerden, la palabra imposible no existe en la política catalana.
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