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Primera denuncia contra una empresa de Lleida por no facilitar mascarillas, gel o agua a los temporeros

Fodé Bagayoko, trabajando en los campos de Torres del Segre (Lleida) a finales de mayo.

Pol Pareja

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Los brotes de coronavirus que han proliferado en la zona de Lleida y Huesca durante los últimos días no solo estarían relacionados con las malas condiciones de alojamiento de los temporeros, como afirmó el pasado lunes Fernando Simón. Trabajadores de la fruta y entidades de la zona aseguran a eldiario.es que diversas empresas no están ofreciendo a los jornaleros las medidas de protección necesarias ni tampoco permiten guardar las distancias de seguridad a sus empleados. Al menos una empresa ya ha sido denunciada ante la inspección de trabajo de Lleida, que trasladó el caso a Huesca ya que el campo donde trabajan los operarios está en Aragón.

El pasado 16 de junio se presentó la primera denuncia por la falta de medidas de seguridad para prevenir contagios en una empresa frutera de La Portella (Lleida). Según el escrito, no se proporciona a los trabajadores ni mascarillas, ni agua ni gel hidroalcohólico para lavarse periódicamente las manos. La denuncia también sostiene que no se higienizan los equipos y herramientas de uso -utilizados por todo el personal- y que tampoco se respeta la distancia de seguridad entre los temporeros. Los trabajadores denunciantes han solicitado que no se publique el nombre de la empresa por temor a ser despedidos.

Confirman relatos similares tres temporeros entrevistados por teléfono por este periódico, que aseguran que ni en los desplazamientos hacia los campos ni tampoco a la hora de trabajar se guarda la distancia de seguridad. Uno explica que trabajan con la misma mascarilla quirúrgica durante dos semanas mientras que los otros dos aseguran que tras semanas trabajando no han visto a sus empleadores desinfectar ninguna herramienta. 

Desde Fruita amb Justicia Social, entidad de apoyo a los temporeros, señalan que durante las últimas semanas han recibido más de diez casos parecidos, aunque ninguno de estos temporeros -tampoco los que ha entrevistado eldiario.es- accede a que se publique su nombre por miedo a perder el empleo. Mientras, los casos en la región siguen aumentando y solo en Lleida ya hay tres brotes identificados en empresas fructícolas con más de 20 contagiados.

“Nos llegan casos cada semana de temporeros que no tienen mascarillas ni ningún tipo de protección”, señala Gemma Casal desde esta entidad. “El problema es que muchos ni nos quieren decir el nombre de la empresa, hay miedo a quedarse sin trabajo, hablamos de un colectivo que necesita como sea trabajar estos meses de la campaña”.

La vulnerabilidad de los temporeros fomenta tanto la ausencia de denuncias como la propagación del virus, admiten las fuentes consultadas. A muchos les da miedo perder el trabajo y por eso ni se quejan de la falta de medidas de prevención ni tampoco dicen nada si tienen síntomas porque supondría quedarse 14 días sin empleo ni ingresos. 

“Todos quieren trabajar y lo último que desean es parar dos semanas una vez han logrado un empleo”, señala Jaume Pedrós, responsable de temporeros de Unió de Pagesos, que reconoce que seguramente hay muchos más casos en la región de los que se han hecho públicos. Este agricultor admite que es “muy complicado” mantener las distancias cuando te pasas todo el día trabajando en el campo. “Muchas veces no es culpa del payés sino del trabajador, pero lo más fácil es culpar al payés”, apunta. 

También la consellera de Salut, Alba Vergès, reconoció el lunes la dificultad de controlar los contagios entre este colectivo de trabajadores. “Cuesta identificar contactos y cuesta, sobre todo, que las personas mantengan estas cuarentenas porque de su trabajo diario depende su vida, es más complicado”, afirmó.

La Generalitat redactó unas recomendaciones para los trabajadores de la fruta que incluían la necesidad de guardar la distancia, el uso de mascarillas, evitar los desplazamientos en vehículos abarrotados y no compartir utensilios. Estas indicaciones, sin embargo, no son obligatorias para ningún empleado ni empleador, e incumplirlas no tiene ninguna consecuencia. “Más que a la voluntad del payés, cumplir estas recomendaciones queda a la voluntad del trabajador”, remacha Pedrós.

Los brotes entre Huesca y Lleida

El primer brote en la zona se detectó el mismo día en que se presentó la denuncia que acompaña este artículo. Fue en la empresa hortofrutícola Frutas La Espesa de Zaidín, en la comarca del Bajo Cinca (Huesca), cuando un temporero se presentó en el centro de salud de Fraga con síntomas leves de covid. Dos semanas después, la empresa presentó un ERTE tras haber dado positivo 200 de sus 260 trabajadores e informar de la imposibilidad de seguir su labor con la mano de obra disponible, informa EFE.

Según datos del Departament de Salut de este martes por la tarde, en la Región Sanitaria de Lleida había siete brotes con un centenar de afectados. De estos, tres pertenecían a empresas fructícolas (con 24 positivos y 40 contactos aproximadamente). El martes había también un centenar de personas aisladas en los equipamientos habilitados por Salut. De estas, 64 dieron positivo y el resto eran personas que estuvieron en contacto con contagiados. A partir de este miércoles se habilitará un nuevo hotel, el Nastasi, en colaboración con el Consell Comarcal del Segrià. En Aragón son ya 330 los positivos acumulados en las cuatro comarcas que retrocedieron la semana pasada a la fase 2, según datos del lunes.

El director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, apuntó el lunes que el brote de Huesca y el de Lleida “tienen muchas similitudes” pero atribuyó los contagios entre temporeros no tanto a su trabajo sino a sus condiciones de alojamiento. “Los temporeros, desgraciadamente, están viviendo en unas condiciones muy malas, tienen alojamientos comunes y algunos se alojan en la frontera entre Lérida y Huesca”, señaló.

Desde Fruita amb Justicia Social recuerdan que las condiciones de alojamiento también son responsabilidad de los agricultores, que están obligados a ofrecer un lugar adecuado para descansar a los temporeros siempre que estén empadronados a más de 75 kilómetros del lugar de trabajo.

“Si las personas que trabajan en el campo están en una situación de infravivienda no se les puede culpar”, recuerda Casal. “Muchos payeses no están cumpliendo con la normativa sanitaria ni a la hora de trabajar ni a la hora de ofrecer un alojamiento”.

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