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Siete policías para reducir y dejar esposado en la celda a un interno del CIE de Barcelona

Fragmento del vídeo de la contención

Oriol Solé Altimira

7 de junio de 2021 22:20 h

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La reapertura del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barcelona el pasado mes de octubre ha traído nuevas denuncias de internos por trato degradante de agentes de la Policía Nacional. B.Z., un joven de 27 años que llegó en patera a España por Mallorca, pasó el pasado 31 de octubre tres horas esposado de pies y manos tras ser reducido por siete policías, según muestra un vídeo de la cámara de seguridad de su celda al que ha tenido acceso este diario. El juez ha descartado investigar su denuncia.

A la complejidad que ya entrañan estos centros de privación de libertad de los migrantes por su situación administrativa irregular –no por haber delinquido– se le ha sumado la pandemia y sus consecuencias en la salud mental de los internos. En el caso de B.Z., que ha sido ya deportado a Argelia, fue aislado en una celda el 21 de octubre tras resultar contacto estrecho de un positivo. 48 horas más tarde el servicio médico del CIE le diagnosticó una “crisis de ansiedad por estar aislado”, que terminó en autolesiones en el brazo con un cuchillo de plástico. El 29 de octubre B.Z. tuvo que acudir a urgencias en el Hospital Clínic por una nueva “crisis de ansiedad” y haberse autolesionado otra vez con los cristales del fluorescente del lavabo del CIE, su celda de aislamiento no disponía de baño.

B.Z. no fue el único interno con crisis de ansiedad y autolesión en aquellas fechas, lo que, según fuentes jurídicas, habría llevado al servicio médico del CIE a desaconsejar que los migrantes estuvieran aislados en las celdas con videovigilancia, que son más pequeñas. Tras pasar por el Clínico B.Z. volvió a su celda, un pequeño espacio con un colchón y sin muebles.

La grabación de la cámara de seguridad aportada por el CIE al juzgado abarca desde las 6:15h. a las 19:35h. del pasado 31 de octubre, día de la contención denunciada por B.Z. El joven se despierta sobre las 9:00h. Al mediodía recibe la visita de dos médicos, que hablan con él y le toman la temperatura. Minutos antes de las 14:00h., empieza a mostrarse alterado, levanta las manos y da vueltas por la celda. Luego golpea la puerta de la celda en varias ocasiones, primero con las manos pero después con la cabeza.

Es en ese momento cuando entran en la celda siete agentes. El primero lleva un escudo. Tras ponerlo contra la pared, los agentes lo esposan, y, cuando ya está en el suelo, le ponen un casco en la cabeza. Todo ocurre en menos de dos minutos. Pero después el joven sigue golpeando con la pierna la puerta de la celda y el suelo con el casco, lo que obliga a intervenir de nuevo a cuatro agentes. Mientras uno le pone el escudo en la cabeza, otros dos le atan los tobillos. Son las 14:13h.

Tras permanecer unos minutos en el suelo, sin apenas moverse, el joven vuelve a golpearse la cabeza contra el suelo y el casco se le desprende. Los agentes vuelven a entrar para colocárselo, levantan al hombre y le ofrecen agua para que se tranquilice. Después lo estiran en el colchón, pero el joven vuelve a lograr quitarse el casco. No es hasta las 17:25h. que el joven ya no está esposado de pies y manos.

B.Z. fue uno de los primeros internos en ingresar en el CIE tras su reapertura el pasado 5 de octubre –en la primera ola de la pandemia el centro se vació ante la imposibilidad de deportar a los migrantes por la suspensión de vuelos. La dirección del centro decidió entonces suspender las visitas, algo corregido por el juez de control, quien permitió que se pudiera acceder al CIE para visitar a los migrantes y que se desarrollara el derecho de visitas conforme a medidas preventivas, como la toma de temperatura, la mascarilla o el gel desinfectante de manos. Desde entonces el CIE también tiene que adoptar de forma diaria y actualizada todas las medidas que integran la estrategia de detección precoz, vigilancia y control del coronavirus establecida por el Ministerio de Sanidad, que a su vez tiene que comunicar a la autoridad judicial y a Fiscalía.

Caso archivado sin la declaración del denunciante

El magistrado del juzgado de instrucción 21 de Barcelona ha descartado investigar el caso al concluir que las lesiones que sufría B.Z. “se las debió infligir” él mismo “debido a su propia situación psicológica” y no a causa de la actuación de ningún agente. Pese a ofrecerse para ratificar su denuncia desde Argelia, el juez no le ha tomado declaración “al encontrarse en paradero desconocido al haber sido expulsado” de España. El caso se encuentra ahora pendiente de si la Audiencia de Barcelona acuerda reabrirlo tras el recurso de la defensa del joven, que ejerce el centro Irídia.

En su escrito, la defensa lamenta que el juez haya archivado el caso de plano sin practicar “diligencias esenciales de investigación”, algo necesario al tratarse de una denuncia por tratos degradantes de la autoridad. Además de los hechos del día 31 de octubre, el joven denunció otras tres supuestas agresiones de agentes de la Policía durante su encierro en el CIE. La defensa también cree necesario que se investigue si las “condiciones materiales” en las que permaneció aislado diez días B.Z. “podrían ser constitutivas en sí mismas de un ilícito penal”.

El reglamento del CIE establece que la contención de los internos debe aplicarse “cuando no exista otra manera menos gravosa de actuar durante el tiempo estrictamente necesario”, sin mayor precisión sobre su duración. Se da la circunstancia de que si en vez de encerrado por no tener papeles B.Z. hubiera estado preso en una cárcel catalana, el reglamento de los centros penitenciarios establece que como máximo los internos pueden estar esposados 30 minutos. B.Z. lo estuvo tres horas.

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