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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Ciencia en positivo: Yes, we can!

Edificio de la Universidad de Cádiz

Hace cosa de un mes coincidimos con dos investigadores muy jóvenes y brillantes de nuestra abarrotada diáspora internacional. Los conocemos bien porque han trabajado en el entorno de nuestro departamento y sólo cabe decir que son realmente buenos. Al preguntarles por su futuro nos comentaron que habían conseguido sendos contratos Ramón y Cajal, que, para quien no lo sepa, son la joya de la corona de un sistema de captación de talento científico organizado y financiado por el ministerio de turno (nuestras excusas por no completar el nombre, porque la ciencia ha pasado por cuatro ministerios diferentes en las últimas dos décadas, y con las elecciones anticipadas encima, cualquiera se aventura con el nombre del próximo).

Ya hemos escrito muchas veces sobre las dificultades para desarrollar una carrera investigadora en nuestro país y lo paradójico que resulta que, como leíamos el otro día en El País, más del 50 % de los profesores universitarios no investiga nada o casi nada, y por otro lado nuestros investigadores postdoctorales (o “postdocs”) son investigadores muy valorados internacionalmente. Nuestros postdocs se cuentan entre los candidatos más cualificados y de mejor desempeño en el mercado internacional y, sin embargo, no hay manera de traerlos de vuelta de una manera digna. El programa Ramón y Cajal cuenta con una financiación escasa y la incorporación final de los contratados en el sistema de I+D+i de nuestro país es bastante incierta, pero sin duda consigue el objetivo de atraer y retener a una fracción de los mejores científicos. Se trata de un sistema extraordinariamente competitivo que permite retornar a lo mejor que hay por ahí fuera, retener algo del talento que ya volvió, e incluso atraer investigadores extranjeros con trayectorias prometedoras. Un sistema que por fortuna se ha mantenido de forma transversal independientemente del color político del ejecutivo, aunque con las obvias dificultades de financiación introducidas con la excusa de la crisis y mantenidas hasta ahora. Podemos estar orgullosos de algunas cosas que se hacen razonablemente bien en este país.

Al preguntarles a qué institución iban a incorporarse con sus contratos nos comentaron de forma coincidente que a la Universidad de Cádiz. La verdad es que alucinamos; más allá del clima, los paisajes, la gente y la historia, factores nada desdeñables para elegir un lugar para vivir, no hubiéramos pensado en esta universidad como primera opción para desarrollar una carrera investigadora de vanguardia internacional, al menos en las áreas de trabajo de estos jóvenes, donde el número de investigadores allá es relativamente bajo. Aunque casi cualquier rector o rectora de una universidad española en su discurso inaugural de curso académico habla siempre de la excelencia en la investigación y del compromiso para captar y retener talento, no suele haber medidas concretas y, desde luego, ninguna valiente. Pues sí, hoy traemos un caso de éxito, una constatación de que sí se pueden adoptar medidas concretas, valientes y eficaces para atraer y retener talento científico joven. Estos chicos no van a Cádiz sólo por las bondades del lugar, si no, sobre todo, porque la universidad ofrece un plan realmente ambicioso y moderno de captación de talento.

Cualquier joven investigador que haya obtenido un contrato Ramón y Cajal puede ir para allá, independientemente de que existan grupos en el área o que trabajen en líneas presentes en la universidad. Se les financia la oferta de un contrato predoctoral del programa propio para poder empezar con un estudiante que haga el doctorado bajo su dirección. Tienen garantizado un aumento del sueldo de su contrato hasta alcanzar los 50000 euros. Tienen derecho a una ayuda para su instalación en la ciudad y un mes gratis en la residencia de la Universidad. El candidato tiene una bolsa de viaje para que utilice libremente junto con un apoyo administrativo real. Y, por supuesto, existe una garantía de estabilización en la universidad una vez pasado los cinco años del contrato Ramon y Cajal si desarrollan con éxito su trabajo investigador y docente. Los departamentos receptores son también incentivados económicamente. Este programa de atracción de talento se extiende también, aunque en menor medida, al programa de contratos Juan de la Cierva, una herramienta del mismo ministerio para captar talento científico en fases más tempranas.

Este tipo de paquetes de recepción dirigidos a la captación de jóvenes investigadores son comunes en las universidades de EEUU, el Reino Unido, algunos países del centro y norte de Europa, y grandes universidades de Asia y Oriente Medio. De hecho, países como Suiza se han especializado en atraer aquellos investigadores que han obtenido los prestigiosos y muy competitivos proyectos ERC, ofreciéndoles una combinación de sueldos elevados y generosos paquetes de instalación y apoyo a su investigación. Sin embargo, grandes instituciones españolas de investigación como el CSIC claramente se están quedando atrás al no aportar nada más que problemas administrativos e incertidumbre laboral a los contratados postdoctorales. Ojalá esta y otras instituciones científicas y académicas tomen nota de estos ejemplos y midan en unos años sus efectos. Nos consta que la Universidad de Cádiz no es un caso único y que otras universidades españolas están poniendo en marcha planes parecidos. Estos planes incluyen siempre una garantía de estabilización al menos a nivel de Contratado Doctor mediante concurso público. Una estabilización que está ligada al buen desempeño profesional durante el disfrute del contrato acreditado mediante la recientemente renovada certificación del programa I3 y que viene acompañada en muchos casos de ayudas al establecimiento (con estancias a veces de hasta dos años en apartamentos o casas propiedad de la universidad), apoyo a las familias, dotaciones de espacio de despachos y laboratorios, y ayudas económicas a la investigación. Todos estos apoyos tienen un coste económico reducido dentro de los presupuestos de cualquier universidad, pero generan a medio plazo una gran rentabilidad, además de proporcionar un apoyo clave a los jóvenes investigadores que tienen que establecerse en una nueva ciudad y formar y equipar un laboratorio propio.

En un entorno donde la gobernanza universitaria exige equilibrios entre los grupos de poder de cada universidad, donde la intoxicación política suele ser la norma y donde la incorporación de recursos humanos se basa en la utilización de las redes personales, todo ello amparado en argumentos como la necesidad de “dar oportunidades para la gente que está dentro del sistema”, la emergencia de instituciones jóvenes capaces de comprender que el talento está ahí fuera (sea en otro país, en otra región o simplemente en otro centro) y que existen herramientas para atraerlo es ciertamente reconfortante. Creemos que estos chicos han tomado una buena decisión. Realmente, sí se puede.

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