Aunque provenga del contexto de lo jurídico, parafraseando a un destacado dirigente de la política valenciana, tras un proceso congresual, tras una inesperada maniobra política, afirmó aquello de “mejor un mal pacto que una derrota”.
Como se ha demostrado, después de cuatro meses de negociaciones frustradas, entre quienes han tenido la responsabilidad de llegar a un acuerdo no han reunido las competencias necesarias para llegar a un acuerdo. Dicho de otra manera, se ha evidenciado su incompetencia para llegar a un acuerdo que superponga el interés general de este país y a quienes más lo necesitan, que no es una minoría.
La evidente incompetencia de los actores (¿líderes?) políticos a los que hemos visto cruzar acusaciones a lo largo de estos cuatro últimos meses, únicamente pone de manifiesto la frustración de millones de personas que depositaron su confianza en un cambio frente a las políticas de austericidio de Mariano Rajoy que no han servido más que para ahondar en la brecha social. Por cierto, aunque en los medios de comunicación ya no se haga eco de ello como portada, en este país todavía contamos con la friolera de más de 4 millones de personas desempleadas según datos oficiales del Ministerio. No cito a los que ya han desistido de constar en alguna lista oficial (que no les reporta nada una vez extinguido el subsidio por desempleo) y que sobreviven a duras penas, ni a aquellos que han logrado un empleo (por decir algo) de horas con un salario pírrico y que son considerados como baluartes de la recuperación económica en la que nos hallamos inmersos.
Mi más sentido pesar por ver como la esperanza de millones de personas se diluye entre la frustración y el engaño de quienes prometieron el Edén y la burbuja en la que viven que no les permite ver más allá de su ombligo.
Probablemente los militantes de las organizaciones políticas estén familiarizados y sean más tolerantes con los acuerdos, componendas y decisiones rocambolescas de sus líderes y direcciones políticas, pero tengo mis dudas sobre la tolerancia de los estómagos de la ciudadanía. Todo y así, más que afirmar como un futurólogo sobre cuál será el futuro de las diferentes fuerzas y actores políticos tras el 26-J, seré prudente y, más que afirmar, formularé una serie de preguntas:
- ¿Cómo cuánto será de sensible (en materia de participación) el electorado que se considera progresista, al fracaso de un acuerdo entre los agentes que han tenido la posibilidad de llegar a un acuerdo?
- ¿Pasará por alto el electorado la irresponsabilidad por omisión del líder del PP que una vez más ha adoptado su cómoda postura de ser mero espectador, de sentarse a “verlas venir”?
- ¿Tendrá algún efecto la corrupción en el electorado del Partido Popular?
- ¿Tendrá Podemos el mismo efecto seductor entre los votantes tras la suma de crisis orgánicas que acumula en su haber en un electorado especialmente sensible y con poca resiliencia al fracaso?
- ¿Si uno de los elementos precipitadores del éxito de la marca política Podemos fue la televisión, qué pasará ahora en un momento que ya no está tan de moda ni la marca ni su líder?
- ¿Qué pasará con un PSOE que ha arrimado su ascua a la marca blanca del PP, es decir a Ciudadanos, y no ha sido capaz de entenderse con el partido (Podemos) que ha catalizado a gran parte de su electorado?
- ¿Cómo valorarán, en materia de participación electoral, los ciudadanos el haber depositado su confianza en alguno de los partidos que han sido protagonistas del fracaso y la decepción durante estos cuatro años?
Nada más lejos por mi parte que aspirar a brujo o quiromante, pero mucho me temo que, frente a una muy probable desmovilización del voto de centro izquierda, y que muy a pesar de la ingente corrupción del Partido Popular, los recortes sin sentido y haber contado con un gobierno y presidente ausente a los problemas de las personas, tras el 26-J una nueva mayoría del Partido Popular nos espera, pues quienes tenían la responsabilidad de evitarlo han evidenciado su incompetencia.
Acabo como empecé y, aunque ya no existen grados de libertad para el acuerdo, repetiré aquello de que “mejor un mal pacto que una derrota”, y que quienes se lo tengan que hacer ver… pues eso, que se lo hagan ver, porque tal vez para algunos no exista una próxima oportunidad para llegar a un acuerdo.