En una comarca con tanta tradición taurina como la Marina Alta está empezándose a perfilar un mapa bien diferenciado entre las poblaciones que han mantenido el bou embolat y el encaixonat y las que por el contrario ya han decidido suprimirlos y que van creciendo en número. Ahora, ha sido Xaló la que ha prohibido el bou embolat. Su gobierno local, de Compromís, lo ha hecho de forma unilateral, sin elevar consulta a la ciudadanía y al considerar que “son evidentes las constataciones del fuerte sufrimiento de los animales en este acto”.
El Ayuntamiento de Xaló anunció su decisión la pasada semana por Facebook y desde entonces quienes critican esta decisión lo hacen en parte porque este gobierno municipal no ha consultado antes a la ciudadanía. Ahora bien, una gran mayoría de las poblaciones que precedieron a Xaló a la hora de acabar con esta práctica taurina tampoco le preguntaron a los vecinos. El caso más famoso fue el de Gata de Gorgos, cuya alcaldesa, Magda Mengual, también de Compromís, pronunció aquello de que: “el maltrato no se somete a votación”.
Varios municipios más, y de varios colores políticos, han esgrimido la misma filosofía, la de que ésta es una cuestión de principios sobre la que no caben debates.
Eso fue por ejemplo lo que hizo Xàbia, gestionada por el PSOE, y donde esta fiesta fue suprimida después de que se difundiera el famoso “vídeo del pánico”, en el que un toro llegó a arramblar con un pilón. Xàbia también sostuvo que esta celebración pone en riesgo la seguridad de los espectadores.
Benitatxell se decantó por la misma opción. Su alcalde, de Red, asumió la responsabilidad de esta decisión y señaló que los festeros no tenían nada que ver con la misma, algo que ahora también ha hecho Xaló. En Benitatxell, RED gobierna con el PP, que sin embargo se mostró en contra de esta supresión unilateral en la que fue la crisis de gobierno más importante entre esos dos socios de gobierno en lo que va de legislatura.
Los matices del PP
No obstante, ha habido municipios en que hasta los populares –en teoría la fuerza política más proclive a defender el bou embolat como una tradición– han participado en la eliminación de esta fiesta, aunque con algún matiz. En Benissa, cuando el PP aún detentaba la alcaldía, fue un acuerdo plenario, de nuevo sin consulta vecinal, el que así lo decidió: 16 de los 17 concejales de todas las fuerzas políticas votaron a favor de la supresión de la modalidad festera en discusión, mientras que un edil popular prefirió abstenerse.
Ambigua situación en Calp
independientes y donde el año pasado no se dio autorización para celebrar el bou embolat por decisión del pleno y tras un acuerdo con la comisión de bous. No obstante, la supresión no es definitiva: el ejecutivo calpino prometió un referéndum, para que la ciudadanía se pronunciara al respecto de forma definitiva, del que bastantes meses después aún no se sabe nada.
Consultas directas o indirectas
En cambio otros dos municipios han eliminado el bou embolat ya no por decreto, sino precisamente convocando esa consulta popular: el último caso fue Pedreguer, con alcalde de Compromís, donde el no a esta práctica taurina ganó por tan sólo 9 votos de diferencia. En Ondara (Compromís y PSPV) lo hicieron de otra forma: también hubo una consulta, pero la cuestión del toro embolado iba incluida entre un paquete de preguntas sobre otros muchos aspectos de la fiesta.
Los que continúan
En una clara prueba de que esta cuestión muchas veces no depende de colores políticos hay municipios que, sin demasiado ruido y convencidos de que esto es antes que nada una tradición del pueblo, continúan celebrando actos taurinos: para este año así lo han programado ya Teulada, gestionada por el PP, y Senija, con mayoría absoluta de Compromís.
También siguen existiendo actos de bou embolat o encaixonat en Llíber, Benigembla, El Verger, Benidoleig, Orba, la Vall de Laguar, Murla, Jesús Pobre o La Xara.