Entre lo bueno y lo mejor
Parece que últimamente nos debatimos entre “lo fácil” o “lo menos malo”, no me afilié al PSOE para ninguna de las dos cosas, sino para construir desde la democracia un futuro mejor.
He dicho muchas veces que al PSOE no nos falta ideario político, ni líderes que trabajen desde la ciudadania la justicia, la igualdad o la solidaridad, nos falta partido. Aquel viejo instrumento de los años 70 que nos permitió ser un partido hegemónico hoy no nos sirve, y lo peor de todo, no sirve para afrontar los retos de la nueva sociedad.
Con ello no quiero decir que nos tenemos que parecer a Podemos, no soy asambleario y nunca lo seré, ni al PP con su disciplina férrea de manda uno y los demás como fichas de dominó cumplen su mandato, sino que debemos ser un partido en el cual los ciudadanos y ciudadanas confíen, no sólo por lo que dice, sino por cómo lo dice, y sobre todo como lo hace.
Pero no todo es malo, ni todo es tan catastrófico como lo quieren pintar aquellos que cuando el Comité Federal vota lo que ellos dicen, todo está bien, y cuando vota lo contrario a lo que ellos propugnan utilizan la voz de la militancia para seguir saliéndose con la suya. Lo único que importa es que yo tenga razón aunque tenga que resquebrajar los cimientos de la organización.
El PSOE cuando se instauró la democracia apostó por una “democracia representativa”. Más adelante no sólo la llevo a su máxima expresión, sino que además, la complementó con una democracia directa para la elección de sus máximos representantes institucionales. Siguió avanzando y se convirtió en el primer partido que eligió a su Secretario General por voto directo de la militancia, por cierto, que pronto se olvida el “un militante, un voto” que anunció Carme Chacón en el Congreso de Sevilla y que el equipo de Rubalcaba (entre ellos Pedro Sanchez y Óscar Lopez) tumbaron en una votación a las 00.30 de la noche un sábado. Que corta es la memoria.
He trabajado al lado de Carme Chacón y como delegado voté su candidatura, pero tras la votación colaboré con Alfredo Pérez Rubalcaba todo el tiempo y en todo lo que me pidió. Voté a Eduardo Madina e igualmente después colaboré con Pedro Sánchez y con Cesar Luena hasta que dejé el Congreso de los Diputados. Manifesté mi oposición a la votación del “sí” al Rey junto a Odón Elorza y Guillem Garcia, pero cuando la Ejecutiva Federal y el Grupo Parlamentario Socialista votaron y adoptaron la decisión de votar afirmativa acaté la decisión y seguí trabajando por “nuestro” partido.
¿Y por qué cuento esto? Porque estoy cansado de oír a dirigentes de mi partido que me dan lecciones de socialista, pero lo único que hacen es saltarse los estatutos del partido para hacer prevalecer su “razón”. Que hablan de democracia de la militancia pero machacan a cualquiera que no piense como ellos. Que utilizan la democracia representativa para afianzar sus ideas y cuando no cuentan con la mayoría hablan de libertad de expresión y de votar en conciencia.
¿Me gusta la decisión de abstenernos? Pues claro que no, como a ninguno, y tampoco me gusta que el PP tenga casi 8 millones de votos, ni que PODEMOS esté con 71 escaños y además bloqueara un Gobierno sin el PP. Pero lo que sí me gusta es poder empezar a trabajar para desmontar las políticas del PP que sufrí en la X Legislatura cuando vi como votación tras votación perdíamos, y un pilar del Estado del Bienestar se resquebrajaba.
Y ahora lo que quiero es seguir trabajando más duro, si cabe, para que mi y nuestra próxima decisión esté entre “lo bueno y lo mejor” para nosotros y para nuestros ciudadanos y ciudadanas que al fin y al cabo es por lo que hemos decidido estar en política.
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