El crimen perfecto, o casi
Hace apenas unos días, el portavoz del tripartito que gobierna Alicante, Natxo Bellido, denunciaba, con la prudencia que le caracteriza, “la permanente sensación de sospecha” que envuelve la gestión de sus antecesores en el Ayuntamiento. Esta misma semana, sin ir más lejos, dos ex concejales del PP alicantino (uno de ellos el exvicealcalde Andrés Llorens) y dos funcionarios municipales han sido imputados por la manera en que adjudicaban la colocación de sillas para las fiestas y por el montaje de una feria outlet. El juez constata “la existencia de gran cantidad de facturas relacionadas con numerosos suministros de mercancías diversas que se han efectuado al margen de la contrata del suministro de material durante los años 2003 a 2009”. El magistrado también afirma que numerosas certificaciones de suministros se pagaban muy por encima de su precio.
Prevaricación, malversación, fraude a la administración, cohecho… Los contratos menores irregulares comienzan a aparecer en los juzgados con un goteo persistente. Nada les era ajeno. Ni las pequeñas obras del Plan E, la instalación de contenedores soterrados entre 2011 y 2012, o las sillas para fiestas. Bajo sospecha judicial, desde hace un año, está también la adjudicación de obras diversas como la rehabilitación parcial del pavimento de la Explanada, la renovación de la Plaza de la Muntanyeta, el acondicionamiento de varios pasos de peatones y la construcción de zonas verdes con espacios para el paseo libre de mascotas.
El mecanismo utilizado cotidianamente consistía, básicamente, en fraccionar las facturas para que jamás rebasaran los 18.000 euros reglamentarios (que obligan a concurso público), hinchar los precios o adjudicar trabajos que ya habían sido comenzados, o incluso terminados, como la construcción del aparcamiento de la Plaza de Magallanes, por el que Andrés Llorens se sentará en el banquillo en junio, por un presunto delito de prevaricación en su adjudicación.
Que los grandes árboles de Gürtel no nos impidan ver la auténtica dimensión de este bosque de corrupción y mal gobierno que ha devastado nuestras arcas públicas durante las últimas décadas. Cada vez que se levanta una esquina de la alfombra, aparece algún despilfarro, alguna contratación arbitraria o el enchufismo hasta la extenuación… Para ellos no ha sido suficiente manejar arbitrariamente la caja de dinero, en el filo de la navaja de la legalidad, o estirar como un chicle los mecanismos reglamentarios para beneficiar a “los amigos”. El Código Penal parece no dar abasto.
De norte a sur. En el bosque de nuestra corrupción, los árboles más vistosos (la mayoría de ellos ya talados políticamente) han tenido forma presidencial entre trajes y gomina, en las tres las diputaciones y en los PP provinciales; decenas de alcaldes emblemáticos, numerosos concejales extrovertidos, no pocos funcionarios capaces de hacer “lo que hiciera falta”,seudobanqueros colocados por los partidos, empresarios insaciables y buscavidas con aforamiento o sin él... Regalos a tutiplén, “lo nuestro es muy bonito…”.
Sin embargo, a cierta distancia de los casos políticos de campanillas (Gürtel, Brugal, Cooperación, Fabra, Emarsa, Nóos…), o bajo ese gran paraguas, la corrupción se ha extendido mayoritariamente a golpe de contratos menores. Estaban tan felices y confiados, sentían tal impunidad, que muchos se atrevieron a llegar más lejos que nadie desde que se instauró la democracia. No son agua pasada, siguen moviendo el molino.
Ahora ha comenzado el desfile judicial de “los Ex”. Algunos tan vistosos como el exvicepresidente del Consell, ex presidente alicantino del PP y de la Diputación, José Joaquín Ripoll, acusado de cinco delitos en el caso Brugal. Pero también empieza el paseíllo de los peces pequeños, los pájaros imprescindibles para que funcione la maquinaria deshonesta, los aprendices de brujo, aquellos funcionarios disciplinadamente corrompidos que se amparaban, entre bambalinas, en concejalías tan vistosas como la de Atención Urbana, de Alicante, por ejemplo.
La tortuga judicial consigue muchas veces concluir el fallo final, dictar sentencia, antes de que el delito prescriba. Y en eso estamos. Es el momento de comprobar si existe el crimen perfecto, si esos presuntos delincuentes tan dignos logran irse de rositas tras conseguir que el tiempo del olvido borre las huellas de su paso. La corrupción entre nosotros es una realidad que tiene muchos protagonistas y que ha beneficiado a numerosos cómplices, paisanos nuestros que hoy miran hacia otro lado, como en aquella cantinela infantil del “yo no he sido”, mientras silbancomo si el asunto no fuera con ellos. Tan ricamente.