Manuel Sáez es una asiduo visitante del Jardín Botánico desde hace 20 años. Lo visita como ciudadano de a pie para disfrutar de la belleza y sosiego de este oasis en medio de la ciudad. Y también como artista para encontrar la inspiración y un estado de ánimo sereno y contemplativo. En 1996, presentó allí el resultado de su estancia de trabajo en República Dominicana, Trópicos y ahora, dos décadas después, regresa con Por las ramas, en cierta manera una secuela de la anterior. La muestra se expone hasta el 24 de septiembre en la Estufa fría del Botánico, la antigua orangerie en la que se resguardaban los naranjos, un espacio de proporciones armoniosas.
Una colección de 24 piezas del mismo formato con las que regresa a la palestra tras nueve años de trabajo callado en su estudio, pues su última exposición se presentó en la Parpalló, en 2008. “Ahora quiero una relación más intensa con el exterior”, dice. “Menos introspección y más sustancia. Sin justificaciones”
Una azada, una hoz, un mosquetón y una cuña. Estos sencillos útiles de jardinería y labranza inician una serie de composiciones que rinden homenaje a los misterios del reino vegetal. Semillas y granos de polen observados a través del micocospio de 9.000 aumentos, cortezas de árboles, muros de mampostería, detalles de una curiosa planta crasa llamada Oreja de elefante, perspectivas del Botánico...“Esta exposición forma un tapiz”, señala. “Un tapiz sensorial de vibraciones, en un idioma que cada uno interpreta como quiere. Como todas las piezas están resueltas con líneas verticales y horizontales, dan la sensación de un tejido, con su trama y urdimbre”.
Sáez utiliza la acuarela y temperas japonesas sobre una trama octogonal y gestiona el color con maestría para lograr la máxima expresividad. Cada pieza refleja un aspecto del Jardín Botánico, el laboratorio, la biblioteca, el almacén del material, etcétera. “Fue una experiencia increíble para mí estudiar los granos de polen y las semillas asesorado por un botánico y un físico. Me sentí como un dibujante de la famosa expedición Malaespina”.
Por las ramas lleva muchos años gestándose en la mente de Sáez. Surgió en principio en 1996 como una secuela de Trópicos, que resumía su estancia en la República Domincana, y tendrá una continuación el próximo octubre. Pero no sólo las plantas o los objetos cotidianos más próximos le inspiran. La mujer es un tema recurrente en su obra. “Aparece por activa y por pasiva en retratos, dibujos eróticos, en los títulos y textos. Cundo pinto, pinte lo que pinte, está ahí. En realidad el motivo inconsciente siempre es ella”.
Como declarado autodidacta, Sáez respira a fondo, libre de los corsés académicos, pero esa libertad conlleva para él una mayor exigencia de autocrítica y precisión. Prefiere el concepto de precisión al de perfeccionismo. “En la precisión hay riesgo y vértigo. La precisión hace que un trabajo sea más fuerte, más potente. Cuando más preciso, más libre y más profundo”, afirma. “Como autodidacta soy mal alumno y pésimo profesor y por eso estoy obligado a resolver problemas de forma intuitiva, a veces rocambolesca y, últimamente, a causa de mis dolores de espalda, de forma ergonómica. Estuve incluso tentado de pintar colgado del techo como Tom Cruise en Misión imposible”.
Debido a una híper sensibilidad a los pigmentos, Sáez debe pintar con guantes, un objeto que cobra un significado para él como símbolo del conocimiento, de las cinco ramas del saber. Por ese eligió el tema del guante para su mosaico cerámico del Ágora de la Universitat Jaume I de Castellón.
Dibuja desde niño “por pasión y como forma de evasión, de no enfrentarme a ciertas cosas fabricando un mundo paralelo”. Compensaba el aburrimiento de las clases rayando los libros, pasaba las vacaciones en el campo y, “mientras mi madre hacía punto bajo un almedro, yo pintaba árboles. A los árboles hay que verlos desde bajo para apreciarlos en su plenitud”, sentencia.
¿Artista plástico, dibujante, pintor? Sáez se considera ante todo un retratista. Ya sea de objetos cotidianos que percibidos bajo determinada luz “adquieren psicología, comportamiento y virtudes”, paisajes o rostros, “que tienen calles y plazas”. También dibujante. “La mano es un sismógrafo y el lápiz, un instrumento insuperable, un árbol en miniatura”, concluye.