Joaquín Barceló 'Pachano', el “íntimo amigo” de Zaplana que hizo de testaferro para ocultar el botín en paraísos fiscales
Si fuera una autopsia, en términos jurídicos, el forense habría anotado en su informe el 10 de abril de 2024 a las 10:15 como fecha y hora del óbito. Y como causa de la muerte procesal: confesión. La declaración del testaferro de la trama del 'caso Erial' supuso la primera baza de enjundia de la acusación pública para apuntalar una condena para Eduardo Zaplana, a la espera de otras confesiones a la vista. Le piden 19 años de prisión.
La trama presuntamente liderada por Zaplana, expresidente popular de la Generalitat Valenciana, llegó a mover 20,6 millones de euros en paraísos fiscales, según la Fiscalía Anticorrupción. El personaje clave para que ese dinero, proveniente de mordidas, circulara entre Luxemburgo, Andorra y Panamá sin la firma del exministro del PP fue un amigo de la infancia de Zaplana llamado Joaquín Miguel Barceló Llorens y apodado 'Pachano', un mote heredado de su padre. El expresidente de la Generalitat Valenciana declaró que eran amigos desde el colegio. El propio Barceló detalló este miércoles que la amistad se remonta a hace “aproximadamente 50 años”. “Nos conocimos desde muy jóvenes, por amistad y por los círculos de salir, de ser muy amigos desde siempre, íntimos amigos”. Aunque no supo decir a ciencia cierta si militó en el PP, Pachano reconoció que fue un “fiel seguidor de Zaplana a nivel político”. El resumen del medio siglo de amistad lo hizo, a preguntas del fiscal anticorrupción, ante el tribunal de la sección cuarta de la Audiencia Provincial de València. Detrás, a poca distancia y sentado en el banquillo de los acusados, el aludido seguía con atención la declaración.
Una confesión en toda regla, tras un pacto de conformidad con Anticorrupción, que supone el reconocimiento de los hechos (básicamente, que se trataba de un entramado corrupto de manual) y una brecha de grandes dimensiones en la línea de flotación de la defensa de Zaplana. Y también un momento histórico para la política valenciana ante la escalonada caída de un exlíder del PP que está acompañado en el banquillo por su sucesor en el Palau de la Generalitat, José Luis Olivas. El actual inquilino del señero edificio de estilo gótico situado en la calle de Caballeros de València, sede del poder autonómico, se adscribe paradójicamente a la corriente interna del PP conocida como 'zaplanismo'.
Tras la descripción de rigor de su relación con los más relevantes vecinos de banquillo (al exjefe de gabinete lo conoce desde hace “40 años”; la exdiputada del PP Elvira Suances, “una buena amiga”, y el empresario Paco Gasofa amigo “toda la vida”), fiscal y acusado fueron directos al grano.
“El dinero era de Eduardo Zaplana”, respondió Pachano a preguntas del fiscal Pablo Ponce. Todo ello a pesar de que en la sesión anterior, Zaplana se desvinculó del botín y se presentó como una suerte de intermediario que hacía “miles de favores” a sus amistades.
Joaquín Barceló relató que su amigo le había pedido “por amistad” que ejerciera como testaferro en Luxemburgo. Se metió en un avión privado con el exjefe de gabinete de Zaplana, Juan Francisco García, y con los empresarios Vicente y José Cotino, sobrinos del fallecido exconseller del PP. La aeronave aterrizó en Luxemburgo donde el séquito, cuyos componentes escuchaban la confesión desde el banquillo de los acusados, fue recibido por Beatriz García Paesa, sobrina del famoso espía. “Simplemente tenía que firmar un papel”, dijo Pachano.
El amigo de la infancia de Zaplana, al final, ejerció como una suerte de 'tonto útil' al que ni siquiera le contaban todo lo que se cocía. De hecho, las escuchas de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil que figuran en el sumario reflejan la guerra interna en el seno de la trama entre Barceló y Paco Grau, el asesor contable que creó la “ingeniería” para ocultar las mordidas de los Cotino tras la millonaria adjudicación del proceso de privatización de las ITV. “Pelagatos”, “chulo” o “gilipollas” fueron algunos de los epítetos que los agentes de la UCO escucharon en los diálogos telefónicos.
Pachano, según declaró, pensaba que en Luxemburgo había dos millones de euros a su nombre y estaba convencido de que el dinero era “absolutamente lícito”. Cuando fue detenido el 22 de mayo de 2018, los agentes del instituto armado le informaron de que la cifra era, en realidad, más del doble: seis millones de euros. Sin embargo, el amigo de la infancia de Zaplana insistía a los uniformados en que eran dos millones. “Se reían entre ellos”, recordó el acusado.
¿El dinero era suyo?, le preguntó el fiscal Pablo Ponce. “No”, respondió tajante Pachano. Al hombre lo llevaron al Gran Ducado “única y exclusivamente” para firmar la documentación. El acusado incluso llegó a decir que le habían falsificado su firma en algún documento bancario.
De Luxemburgo a Andorra
Joaquín Barceló también conoció a otro de los personajes clave de la trama, el abogado uruguayo Fernando Belhot, blanqueador confeso. En una primera fase, el dinero de las comisiones estuvo escondido en Luxemburgo, custodiado por el despacho de Beatriz García Paesa. Sin embargo, cuando entró en escena Belhot, los fondos viajaron a Andorra y a Panamá.
En el Principado, Pachano ya tenía una cuenta con apenas 90.000 euros. Y ahí continuó su papel de 'tonto útil', a pesar de la longeva amistad. “Sin mi permiso ni mi consentimiento, se transfirieron [más de seis millones de euros] a mi cuenta personal [en Andorra]. Durante años no lo sabía, no me daban extractos en el banco, por si los pillaban en la frontera”, explicó el testaferro.
Zaplana le dijo que el dinero era suyo y de su familia, “que era todo normal, que no tributaba pero era normal”. El fiscal le preguntó, de nuevo, si en Andorra también ejerció de testaferro y Pachano respondió con sinceridad: “[Eduardo Zaplana] era un amigo de confianza, me pidió favores, si eso se llama testaferro, vale”.
Cuando la Banca Privada d'Andorra (BPA) fue intervenida por blanqueo de capitales del crimen organizado, los 90.000 euros de Pachano (y las mordidas de Zaplana) se quedaron en un limbo. Apenas dos meses y medio antes de las detenciones, los teléfonos echaban humo y Barceló aseguraba a uno de sus interlocutores que estaba “cagao en los pantalones”, según las escuchas de la UCO.
En el juicio, el testaferro detalló los movimientos, no sólo bancarios, de aquella época: “Me fui [a Andorra] para cancelar la cuenta, me tuvieron metido en el despacho más tiempo de lo normal y salió un señor y me dijo que mi cuenta no había pasado al banco bueno porque estaba contaminada por otras cuentas y tenía que justificar una serie de ingresos”.
El acusado dejó caer varias críticas hacia el sistema bancario andorrano, del que dijo que “monta sociedades” en Panamá y así “enreda más”. “El banco te cobraba el 4% por sacar dinero (...) Hacían un lío para cobrar el doble de comisiones, para engañarnos a todos”, lamentó el testaferro confeso. Por orden de Belhot, “había que vaciar todas la cuentas en Andorra”. “Era el fin de fiesta de la BPA”, agregó.
Algo le “huele mal” al testaferro
Las tensiones en la trama por la intervención de la entidad bancaria propiciaron algunas de las conversaciones telefónicas más incriminatorias para los principales acusados. Pachano se dio cuenta de que lo habían utilizado más de la cuenta y reconoció que el asesor fiscal, Francisco Grau, al que tenía entre ceja y ceja, era el “artífice de toda esta ingeniería”. Zaplana tuvo que intervenir para poner paz, según se desprende de los pinchazos telefónicos que figuran en el sumario.
Además, también descubrió que los fondos escondidos en Luxemburgo y luego en Andorra “son de las ITV” y algo le “huele mal”, según dijo en el juicio. “No es que vea claro que es delictivo, pero me mosqueo”, declaró.
Para retornar los fondos —limpios— a España, el tinglado de la trama usó multitud de inversiones. Más de dos millones de euros aterrizaron en varias sociedades españolas y casi 115.000 euros se usaron para adquirir una embarcación para Zaplana. También se compraron apartamentos en Altea (“esos áticos no eran míos”, aclaró Barceló) y un inmueble en la urbanización La Finca de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Todo eran inversiones para Zaplana, según confirmó su testaferro en el juicio. Además, Zaplana, Grau y Belhot participaron en una operativa para adquirir el puerto deportivo de Altea, aunque de ese proyecto Barceló no sabía “nada más”.
A pesar de que Pachano ya tenía un barco, adquirió otro para Zaplana con algunos amigos. Una vez incluso se lo dejó “para ir a Formentera”. Eduardo Zaplana, al final, no se quedó con el inmueble en la urbanización La Finca y con los “dos millones o algo más” que ganó por la venta adquirió una vivienda en la calle de Núñez de Balboa de Madrid. El exministro había asegurado que la casa era de Pachano y que él era un simple inquilino (a pesar de que eligió hasta los muebles).
Barceló aceptó figurar como propietario, a través de una sociedad mercantil: “Porque soy su amigo y quiere que sea así, prefiere que esté a mi nombre por la confianza conmigo, está más tranquilo”. Se pagaron 100.000 euros en efectivo. “Me los daría el señor Zaplana”, afirmó su amigo de la infancia.
En la lista de agravios, el peor feo que le hicieron a Pachano salió a la superficie al final de su declaración. Paco Grau, el asesor fiscal de la trama que declara este jueves, confeccionó una suerte de “testamento” del testaferro a modo de “cartas fiducia”. Zaplana le dijo que eran “cosas de Paco”. De hecho el domicilio del fiduciante era el de Grau. En la documentación aparecía el padre de Pachano. “Mi padre murió en 2001, desgraciadamente no estaba vivo”, afirmó molesto.
Al finalizar la declaración, Pachano se acercó a hablar unos minutos con Grau. “No lo voy a perder todo”, le advirtió en una atmósfera tensa, con amistades rotas que se miraban de reojo. Después de saludar a otros acusados (no así a Zaplana), Joaquín Barceló abandonó la Ciudad de la Justicia acompañado por sus abogados y caminando ligero. Poco después, salió Zaplana y dijo: “Esto no es una cuestión de sentimientos sino de aclarar la verdad”.
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