Hace apenas 10 años, Juan Soler (Valencia, 1956) representaba la figura del triunfador: millonario gracias a la irracionalidad de la burbuja inmobiliaria, se gastó 30 millones de euros, con la ayuda de su padre, también promotor, para presidir el Valencia Club de Fútbol, un club que venía del mejor año de su historia tras ganar la Liga y la UEFA.
Una década después, como la Generalitat y la economía valenciana en general, Soler está arruinado. Su reputación, destruida. Este es un breve relato de la caída al abismo del hombre que de tener un megayate y comprarle a su hija un lujoso Bentley está imputado por planear un secuestro para poder cobrar una deuda.
2004: Los Soler compran el Valencia
El Valencia, sin un accionista de referencia, puede volver a ser controlado por Francisco Roig, expresidente del club. Excéntrico, inmanejable y hasta algo turbio, la Generalitat no quiere que Paco se haga con la institución deportiva valenciana más relevante.
Además, es amigo de Eduardo Zaplana, enemigo íntimo del entonces número 1 del PP valenciano, Francisco Camps. Éste, con Rita Barberá y Esteban González Pons, convencen a los Soler para que compren el club. Se gastan 30 millones en comprar las acciones de Roig. Luego comprarían más a pequeños accionistas por más de 10 veces su valor nominal. Controlan el club. Juan Soler se convierte en el trigésimo tercer presidente de la entidad.
2004-2008: La época de los pelotazos
Soler, con una gestión pésima y megalómana, convierte un club de éxito (triunfos deportivos y balance relativamente saneado) en una institución comatosa: el Valencia coquetea con el descenso en 2008 –cuando ganó su último título, una Copa del Rey- y lleva la institución a los 550 millones de euros de deuda.
La gestión deportiva es demencial, con fichajes de jugadores normales a precio de oro (Joaquín, Banega, Zigic y Fernandes, que no dejaron huella, costaron 74 millones de euros). La económica, pésima. El club pierde dinero a espuertas cada año. Soler despide a ejecutivos con rescisiones de contrato millonarios con la frecuencia con la que jugaba a las cartas.
Todo valía, confiaba en que la revalorización del importante patrimonio del club le salvaría. Eso, y los favores del poder político. El Ayuntamiento de Valencia reclasificó el terreno donde está el estadio de Mestalla concediéndole el doble de edificabilidad de la legal.
Otro municipio, Riba-roja, a 20 kilómetros de Valencia, reclasificó un terreno agrícola para que el club pudiera construir la aún pendiente nueva ciudad deportiva. Barberá permitió la construcción de un lujoso estadio –cuya construcción está parada por falta de dinero- en la zona de expansión de la ciudad. “Voy a dar una serie de pelotazos para el Valencia. Ingresaremos 550 millones”, había anunciado, con cierta candidez, Soler.
2008: descenso al infierno
Soler, desbordado por la presión social, los problemas económicos del club y signos ya claros de pinchazo de la burbuja, abandona el club, pero sigue siendo el máximo accionista. Tras un breve paréntesis, le cede la presidencia a Vicente Soriano. Éste, pese a sus reiteradas promesas, tampoco saca al equipo del marasmo. Soler es dueño de un club al que ha arruinado. Sus acciones valen poco.
2009: la fallida operación Dalport
Soriano convence a Soler de que tiene un comprador para sus acciones del club. Le promete 85 millones de euros, dinero que podría salvar a sus empresas de la quiebra. El dinero nunca llega. Y Soriano, pese a las sentencias del Supremo en su contra, nunca paga. Soler sospecha que tiene el dinero –a nombre de sociedades ajenas a él - pero no quiere hacer honor a los contratos firmados entre ambos.
2012: Su pago a Urdangarín
Soler declara ante el juez Castro en el marco de la investigación del caso Nóos. El empresario reconoce que pagó 30.000 euros a Iñaki Urdangarín, a cambio de nada, porque el yerno del rey iba a organizar un congreso deportivo, el Valencia Summit.
2013: Concurso de acreedores e imputación
Como otros muchos empresarios del sector, las empresas de Juan Soler rozan la quiebra. Sus acciones del Valencia ya no valen un duro después de una ampliación de capital liderada por Bancaja (ahora integrada en Bankia) y avalada por la Generalitat. En abril, Soler declara el concurso de acreedores para el núcleo duro de sus empresas.
Un mes después, en mayo, la Audiencia Nacional le imputa por su supuesta colaboración en el hundimiento del Banco de Valencia. Como otros empresarios y directivos de la entidad, controlada por Bancaja, podría haber recibido prestamos de manera fraudulenta gracias a sus conexiones con la cúpula del Banco.
2014: Intento de secuestro, calabozo y escarnio
Soler, el hombre que tenía un imperio económico y prestigio, es detenido y pasa la noche en el calabozo por el intento de secuestro de Soriano. Acuciado por las deudas, quería forzar, con la ayuda de un intermediario italiano y sicarios colombianos, a Soriano a pagarle los 85 millones de euros prometidos. Auguró “pelotazos”, pero ha acabado arruinado y en el calabozo.