Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Cómo renovar desde dentro un barrio vulnerado: el caso del cementerio de Alicante

Trabajadores de Alicante durante la rehabilitación del barrio. / Raúl Sánchez

Emilio J. Salazar

0

Paqui Alcázar lleva toda la vida en el barrio del cementerio de Alicante, una de las zonas de la capital que arrastra peor fama. “Aquí no quiere subir ni los taxis ni el Telepizza”, se lamenta; “Que vivamos en un sitio con nombre del cementerio no ayuda”, dice esta vecina de 50 años.

El barrio nació como respuesta a la construcción del cementerio, situado entonces en las afueras de la ciudad e inaugurado apresuradamente en 1918 por la epidemia de gripe. Sus primeros habitantes fueron sacerdotes y empleados del camposanto y poco a poco fue creciendo, viviendo su momento de mayor esplendor en los años 60 cuando se nutrió de trabajadores que vivían de la actividad agrícola del tomate y de la construcción de la mina.

Pero la degeneración no tardó en llegar ante la dejadez de las administraciones. “Los vecinos que podían empezaron a marcharse de aquí, pero yo no podía porque tenía a mi madre enferma”, rememora Paqui. Esta barriada del interior de Alicante actualmente acoge a unas mil personas, de las cuales el 40% son niños y jóvenes, con una alta tasa de desempleo y pobreza.

“Hacía falta dar un cambio al barrio y menos mal que apareció Dani”, explica Paqui en alusión a Daniel Millor, el coordinador del proyecto Asertos de desarrollo local participativo y de inclusión social promovido por la demarcación Levante de la ONG Arquitectura sin Fronteras y la delegación española de la asociación francesa Quatorze. El objetivo, explica este arquitecto, es “renovar el barrio desde dentro, con la participación del vecindario”.

Así llevan desde 2017, “luchando por sacar el proyecto adelante”, explica Dani, experto en absorción del chabolismo en Francia, donde sigue trabajando por todo el país para acabar con una problemática que allí cuenta con la implicación pública la cual aquí prácticamente es inexistente. “En Francia hay fondos públicos para esto y aquí no te haces una idea de lo que me tengo que pelear para conseguir algo de subvenciones”, apunta.

Una de las administraciones que sí les ha apoyado ha sido la conselleria de Participación, cuya titular, Rosa Pérez Garijo, visitó el pasado lunes el huerto urbano comunitario que están creando los vecinos y vecinas “con mucha implicación e ilusión”, apuntilla el coordinador.

Asimismo, y gracias a la aportación de la obra social La Caixa, han podido actuar ya en ocho infraviviendas que presentaban desperfectos considerables como caída de techos o goteras y han realizado, a su vez, una actuación integral en otra vivienda que prácticamente estaba en ruinas.

Este es el resultado final a la formación que han promovido entre un vecindario caracterizado por una alta tasa de abandono escolar. Así se han ido sucediendo en todo este tiempo cuatro ciclos formativos sobre autoconstrucción donde se enseña, entre otras cuestiones, nociones de albañilería vinculadas a la inserción laboral para 40 personas en total.

Este proyecto se nutre, en definitiva, de una amplia red de apoyos, como la que viene ofreciendo en formación de trabajos verticales la cooperativa Altur, o en formación al muralismo urbano gracias a la cooperativa Doble 13, entre otras. Dani Millor no olvida a Paqui Alcázar como “la vecina conectora” entre los de fuera, el equipo de Asertos, formado por profesionales de la arquitectura, la construcción, el urbanismo, la antropología y la salud, y los de dentro, el vecindario.    

Tiempos de pandemia

Esa consonancia entre Paqui y Dani salió a relucir en un momento especialmente delicado. Con el estado de alarma de marzo, parte del vecindario tuvo que parar su actividad, principalmente relacionada con la economía sumergida, y se quedaron sin nada que echarse a la boca.

Entre esta mujer, dueña de un establecimiento cuyo nombre no quiere que aparezca “para que no piensen que me quiero aprovechar” y este arquitecto, impulsaron una red de apoyo que consiguió aunar los esfuerzos “desinteresados” de empresarios y personas anónimas que a través de campañas de micromecenazgo permitieron, por ejemplo, entregar 600 barras de pan dos veces por semana, además de pescado, naranja o patatas, “sin que nadie del Ayuntamiento se dignara a levantar el teléfono”. 

Etiquetas
stats