Dos de los tres coches oficiales de alta gama que usó Francisco Camps, del PP, cuando era presidente de la Generalitat Valenciana han sido vendidos en la subasta celebrada este sábado. La licitación del otro ha quedado desierta. En la misma subasta se han vendido otros tres vehículos oficiales de gama más baja.
El Audi A8 comprado en 2005 y que Camps utilizó como coche oficial se ha vendido por el precio de salida, 5.000 euros, mientras el segundo, un Audi A4 que salía a subasta por 4.000 euros, se ha adjudicado por 4.600 euros. Un Audi A6 comprado en 2006 que se subastaba por un mínimo de 10.000 euros ha quedado desierto.
En la misma subasta se han vendido otros tres vehiculos oficiales Ford por 1.400, 1.300 y 1.350 euros. La Generalitat Valenciana ha informado de que, en conjunto, los vehículos se han vendido por un 18% más que el precio de salida. El gobierno autonómico ha recuperado, así, 13.650 euros en esa subasta de coches oficiales.
El coche oficial blindado que usó Eduartdo Zaplana cuando era presidente de la Generalitat, un Audi A8, así como otro Audi A4, se han enviado a la chatarra porque costaba más su reparación que ponerlos a punto para su venta.
“Con esta subasta, ponemos punto final a una etapa de fastos y ostentación que se pagaba con el dinero de todos los valencianos. Ya no habrá más vehículos de gran lujo para altos cargos con un coste desorbitado para las arcas públicas. Nuestra prioridad es la moderación en este tipo de gastos y administrar con responsabilidad los recursos públicos”, ha señalado la directora general de Sector Público, Modelo Económico y Patrimonio, Empar Martínez Bonafé.
La directora general ha añadido: “Los vehículos de la subasta representan el naufragio de la política de los anteriores gobiernos de la Generalitat, que gestionaron irresponsablemente los recursos públicos de todos los valencianos, gastando y despilfarrando sin control el dinero de todos, endeudándose sin pensar en las generaciones futuras y tirando con pólvora de rey mientras abocaban a la Generalitat a la ruina y la Comunitat Valenciana, más allá de los delirios de grandeza y las fotos a golpe de talonario para ganar elecciones, se empobrecía. Es el patético final de una época que hay que dejar atrás y nuestra obligación ahora es mirar hacia adelante, devolver la decencia y la ética a la política, y gestionar con prudencia los recursos públicos y el patrimonio de la Generalitat, porque somos conscientes de que no son nuestros, sino que los ciudadanos los han puesto en nuestras manos para que los gestionemos con sentido común y con responsabilidad”.