Cada vez más injusticia social
Uno de los más cínicos argumentos de los neoliberales es que hoy gracias al capitalismo el mundo vive mejor que jamás e incluso que vive en el mejor de los mundos posibles. El aserto es falaz pues la comparación con la renta y riqueza de los países y personas, desde un punto de vista ético, no se puede hacer con la que hubo en otros siglos, sino entre e intra-, países en el presente y con los adelantos tecnológicos y la distribución y asignación de bienes en la sociedad. Si desde este enfoque consideramos la justicia distributiva, es decir, desde una evaluación ética cualitativa, hemos ido a peor, pues la situación, dada la riqueza generada y la repartida hoy, somos en el fondo una humanidad más injusta. Además, los bienes y servicios carecen de valor intrínseco, su reproducción pasa a ser financiera, y son valiosos únicamente en tanto incrementen el bienestar de unos pocos. Apuntemos que, aunque intuitivamente parece claro, el término “justicia social” es polémico y polisémico, por ideológico. Por tanto, no escondo que mi visión es crítica y pesimista con el capitalismo salvaje (que, a mi juicio, vive sus últimos estertores).
Antes de mi exposición, vale la pena decir que con la crisis de 2008 la pobreza en el País Valenciano aumentó en un 40%, y con la pandemia de la COVID los hogares valencianos aumentaron la pobreza severa un 35%, según el reciente informe FOESSA sobre “Exclusión y Desarrollo en la Comunitat Valenciana en 2022”, en un estudio realizado por 30 investigadores de diez universidades. Los únicos vecinos que no perdieron, sino que ampliaron sus ingresos fueron los más ricos (un 10%). El paro, la vivienda y las dimensiones de la salud también ampliaron como nunca las brechas de exclusión.
El País Valenciano también muestra desigualdades y brechas entre pueblos y ciudades. Los más ricos son, por orden: Bétera, Alboraia, València ciudad, Castelló y Ribarroja del Turia. Las localidades de renta más baja son, por orden, Almoradí, Torrevieja, Crevillent, Aspe, Pilar de la Horadada y Elda. Por no extender y matizar más esta relación saco a colación solo que las poblaciones con más paro fueron, por orden, Torrevieja, Benidorm, Elda y Elx. Todos estos datos están extraídos de la estadística actualizada de Indicadores Urbanos del INE.
El liberalismo –y más el capitalismo salvaje que padecemos- argumentan que dichos principios distributivos de la “justicia social” entran en conflicto con un principio más importante como es la libertad, obviando los resultados equitativos en la sociedad, mientras que los proponentes del igualitarismo se apoyan en cuestiones como la justicia distributiva, teniendo en cuenta las múltiples variables que esto implica respecto a todo tipo de poblaciones y demandas (feministas, grupos étnicos y racializados, situación del medio ambiente, situación sanitaria, educativa, de servicios sociales públicos, de economía digital etc.) Como sabemos para los fundadores del liberalismo –como John Locke- la ‘libertad liberal’ entendida como ‘silencio de la ley’ proclama que nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe explícitamente. La precondición de la libertad es para él la apropiación de las propias capacidades y habilidades, y el derecho a la propiedad privada. Karl Marx, recogiendo las aportaciones de Rousseau y Kant, hizo una ruptura radical de esta concepción idealista, elitista y abstracta de la libertad de todas las personas enfatizando una y otra vez que la división del trabajo, tal y como se ha desarrollado a través de la historia, ha tenido por resultado que las propias fuerzas nacidas de su cooperación en el trabajo social, se les hayan enfrentado como algo hostil y ajeno. Recordemos que Marx entendía la libertad como el control total sobre las fuerzas alienadas del hombre, que, por un lado, es capaz de desarrollar las fuerzas productivas para ser capaz de dominar la naturaleza, y por otro la eliminación del poder de las fuerzas dominantes alienadas: es el hombre, cada hombre, quien controla, es autor de su historia, de su libertad personal en conjunción con su libertad colectiva y autodeterminación. Marx no es un ingenuo y advierte de un defecto implícito a cualquier transición al socialismo: “Pero unos individuos son superiores, física e intelectualmente a otros y rinden en el mismo tiempo más trabajo o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual (…) En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad”.
(Vale decir que el joven Marx, ante la complejización de la sociedad y del Estado y sus instituciones vio el estado inevitable para que los trabajadores aspiren a poder presentar su propio interés como el interés general de la sociedad. Como sostiene Norberto Bobbio, el Estado es visto por el socialismo como la forma más desarrollada y menos imperfecta de la convivencia humana).
Karl Marx, ciertamente, solo dio unas pinceladas a lo que sería el comunismo, es decir, la fase superior del socialismo, más allá de su idealista frase de justicia social: “Cada cual según sus aptitudes, a cada cual según sus necesidades”. Tras ésta sugerente e hiperbólica máxima, Marx entendía Democracia como una especie de colectivismo muy difícil de emparentar con la genuina autonomía. No obstante, como un profeta analítico del capitalismo diagnostica en El Capital I: “Como fanático de la valorización del valor, el capitalista obliga sin consideración a la humanidad a la producción por la producción, y así la obliga al desarrollo de las fuerzas de producción sociales y a la creación de las condiciones de producción materiales, que, en ellas solas, pueden formar la base real de una base más elevada de sociedad, cuyo principio fundamental es el pleno y libre desarrollo de cada individuo”.
Este 20 de febrero se celebra oficialmente el “Día Mundial de la Justicia Social” proclamado por primera vez en 2009 por la ONU, cuya meta fundamental era lograr el desarrollo social para todos en un mundo globalizado. Este día mundial no es un día cualquiera pues del cumplimiento de sus objetivos dependen los fines de otros días internacionales, y más en un mundo en acelerada transformación. Al proclamar este día la ONU ha sostenido que la “justicia social” es un principio para la convivencia pacífica y próspera y constituye el núcleo de nuestra misión para promover la dignidad humana. He sacado a Marx a colación porque digan lo que, digan los neoliberales, sus análisis críticos del funcionamiento y de la dinámica ciega e irreversible del capitalismo están, con matices, plenamente vigentes: el neoliberalismo está implosionando por su escandaloso crecimiento depredador del planeta y por su cada vez más obscena concentración del capital especulativo y de la riqueza material. Este proceso depredador globalizado de la economía capitalista consistente en la reproducción del capital a partir de la extracción de plusvalía a la fuerza de trabajo, su transformación en ganancia y su reinversión en nuevo capital o medios de producción y trabajo, ha convertido el capital en dinero que genera un plusvalor, y que se transforma en capital suplementario que se valoriza a sí mismo de manera artificiosa, monetarista, con crisis y crisis de reproducción, inflación, bajada de salarios, más paro, inflación… y todo con la explosión demográfica global que ha creado por zoonosis nuevas enfermedades como la COVID.
En el “Día Internacional de la Justicia Social” hay que tener todo esto en cuenta para aseverar su imposibilidad con el actual sistema de capitalismo salvaje e impugnarlo. Entre los máximos exponentes actuales de la teoría de la justicia social –y que curiosamente beben de Marx- están J. Habermas; K.O. Opel; P. Mclaren; Orin Wrigh;P. Freire; H.Giroux o M. Apple; Thomas Piketty; Joseph Stiglitz, M. Nussbaum… Todos ellos son expertos en la economía de la desigualdad y conceptualizan salidas ante cómo la tasa de acumulación de capital en relación con el crecimiento económico aumentó desde el siglo XIX hasta la actualidad, y cómo las élites económicas van aumentando más y más su riqueza en comparación a la situación del resto de la sociedad. Cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápidamente que la economía, entonces la desigualdad aumenta escandalosamente. Esta es la situación actual, por mucha tecnología y robots, y cientifismo neoliberal. Ante ésta economía capitalista indecente, y patrimonialista, la única salida son los impuestos directos progresivos, y un impuesto mundial sobre la riqueza. Por supuesto un reajuste a la baja del tiempo de trabajo y de ocio creativo en los países desarrollados, y una lucha en todas las instancias contra el neocolonialismo, la esclavitud, los derechos jurídicos y económicos. Celebremos con mucha pena éste día.
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