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El sistema alemán de devolución de botellas y latas: ¿mejor que los contenedores de reciclaje?

Depósito de botellas y latas

Darío Pescador

11 de febrero de 2023 22:26 h

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Un paseo por las calles, parques públicos y espacios naturales de España garantiza que nos encontraremos con botellas y latas abandonadas. En Alemania esto ya no ocurre, y no es por el mayor sentido cívico de los ciudadanos de este país (o no solo por eso), sino porque allí el reciclado de las botellas y latas tiene un incentivo monetario.

Hace unas cuatro décadas, en España era habitual volver a la tienda de alimentación con una bolsa llena de botellas de vidrio traídas desde casa: eran los “cascos”, las botellas vacías que luego generaban un descuento al comprar nuevas.

Estas botellas se enviaban a las envasadoras, que las lavaban y reutilizaban. El sistema desapareció con entrada de las botellas de plástico y los contenedores de reciclaje. Pero ¿sigue teniendo sentido devolver las botellas? Los alemanes piensan que sí.

En Alemania existe desde 2003 un sistema de depósito conocido como “Pfand” para los envases de bebidas de vidrio, plástico o latas de aluminio. Los consumidores pagan una tasa adicional (normalmente unos 25 céntimos) al comprar una botella o lata, que se reembolsa cuando el envase vacío se devuelve a una máquina de reciclaje que normalmente se encuentra en la entrada de un supermercado u otro lugar adherido al programa.

Las máquinas clasifican los materiales y emiten un vale por el depósito, que puede canjearse por dinero en efectivo o utilizarse para comprar otros artículos. La tasa de depósito y el sistema de devolución de los envases sirven de incentivo para que los consumidores reciclen, reduzcan los residuos y la basura y conserven los recursos. 

Inicialmente solo se aplicaba a las botellas de plástico grueso y las latas, pero con la reforma de la norma en 2022 todas las botellas, incluyendo las de plástico ligero, también entran en él. 

Este sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) es la versión moderna de “llevar los cascos a la tienda”. Los alemanes no son los únicos. Un sistema parecido está en vigor en Austria, Suecia, Dinamarca, Finlandia y los Países Bajos.

En Roma, sus habitantes consiguen cinco céntimos de descuento al comprar billetes de metro por cada botella de plástico reciclada. En Argentina mantienen el mismo sistema que existía en España: un descuento en el precio de la bebida si llevas la botella vacía. 

La resistencia contra el SDDR en España

La Comunitat Valenciana se convirtió en 2016 en un campo de batalla entre la industria, el gobierno y las organizaciones ecologistas cuando anunció la reimplantación del sistema de depósito en 2016.

El Gobierno de la Comunitat tuvo enfrente desde el principio a Ecoembes (Ecoembalajes España S. A.), una organización privada formada por 12.000 empresas, entre ellas las grandes distribuidoras como Mercadona, Coca Cola o Carrefour, que tiene el monopolio del reciclado en el territorio español (el sistema de contenedores) a través de una concesión. 

Las empresas pagan a Ecoembes por cada envase que ponen en los comercios. Ecoembes, a su vez, paga a los ayuntamientos, que son los encargados de procesar los contenedores.

Ecoembes recoge entonces los envases de los contenedores amarillos, pero solo paga por los que son aptos para el reciclaje. Como ya ha cobrado, también se beneficia de los envases que nunca se reciclan, que son un 60% del total según las últimas cifras.

Podría a tenor de esto pensarse que un sistema como el SDDR, donde las botellas tienen un pequeño sobreprecio que después los consumidores recuperan de forma independiente, está en contra de los intereses de Ecoembes, que junto con los fabricantes de latas se ha opuesto al programa en la Comunitat Valenciana, Navarra y Catalunya.

Sus argumentos son que el sistema SDDR es más costoso y no tiene beneficios medioambientales reseñables, ya que no aumentaría la tasa de reciclado, y además encarecería los precios para los consumidores. 

En Valencia la contienda ha terminado en un acuerdo con Ecoembes, que ha instalado y gestiona cuatro máquinas donde el consumidor obtiene un céntimo por envase reciclado.

No parece un gran incentivo. En Navarra, la Ley Foral de Residuos aprobada en 2018 incluye el SDDR, pero están por ver sus frutos, mientras que en Catalunya la batalla sigue. 

Los resultados del SDDR

En Alemania, el sistema de depósito contó también con la oposición de la industria, que llevó a los tribunales al Gobierno Federal, pero terminaron perdiendo en todos los casos. Dos décadas después, los resultados hablan por sí mismos.  

Se calcula que antes de 2003, en Alemania se vertían al medio ambiente unos 3.000 millones de envases de bebidas desechables al año, según la ONG Acción Medioambiental Alemania (DUH).

Hoy en día, el país presume de una tasa de retorno del 98,5%. Una parte del éxito se debe a la aparición de una economía paralela de personas de bajos recursos que van a la caza de botellas y latas abandonadas para sacarse un dinero.

En otros países se ha repetido el éxito: en Dinamarca se recupera el 99,5% de las botellas de refrescos y cerveza y el 99% de los envases de PET reutilizable. En los Países Bajos se retoma el 98% del vidrio y el 99% del PET, mientras que en Noruega se devuelven el 98% de las botellas de cerveza y refrescos.

Hay otras ventajas. Por ejemplo, los envases de PET reciclados en las máquinas de devolución de depósito se pueden volver a utilizar en mayor proporción para alimentos, ya que no se contaminan con otros residuos.  

Sin embargo, un fallo de diseño de los incentivos en Alemania ha tenido consecuencias inesperadas en el mercado de bebidas. Las botellas de un solo uso tienen un depósito más alto (25 céntimos) que las reutilizables (de 8 y 10 céntimos).

A lo largo de los años, las empresas embotelladoras, han recibido una “paga extra” de unos 3.000 millones en contenedores que no se reciclaron, y por los que no tuvieron que devolver el depósito, que se embolsaron.

De este modo, han tenido un mayor incentivo para embotellar en envases de un solo uso, en detrimento de los reutilizables, como los de vidrio, que pasaron del 80% al 50% en las estanterías de los supermercados. La nueva regulación pretende imponer un mínimo de envases reutilizables para atacar este problema. 

¿Podría funcionar en España?

Los españoles usamos 18.000 millones de envases al año, y al menos la mitad de ellos acaban ensuciando nuestro entorno o ardiendo en vertederos.

Al mismo tiempo, no hay ningún incentivo para poner envases en los contenedores amarillos más allá que la buena conciencia ecológica. Basta pasear por un parque después de un botellón para darse cuenta de que no es suficiente. 

Que se implante el SDDR en unas comunidades y no en otras podría complicar enormemente las cosas, y una iniciativa realista debería aplicarse a todo el territorio nacional. Aún así, recuperar dinero reciclando podría funcionar en este país. Al fin y al cabo, funcionó en el pasado.

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