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Cinco consejos para que los hijos no se expongan demasiado en las redes sociales

Exponer de forma excesiva la propia imagen en las redes sociales puede causar problemas. Por mucho que se ajusten las configuraciones de privacidad en Facebook, Instagram, Twitter o Snapchat, lo cierto es que los usuarios pierden el control sobre los contenidos que comparten en esas plataformas (o al menos una parte de él). Lo que podría ocurrir en el futuro como consecuencia de eso se torna impredecible.

Se trata de una realidad que está -o debería estar- clara para los adultos, pero que puede ser problemática para adolescentes y niños. Por ello, el papel de sus padres para ayudarlos a que hagan un uso responsable de estas redes es fundamental. Riesgos como el acoso y el ciberacoso (bullying y cyberbullying), grooming (situaciones en que un adulto engaña a un menor para ganarse su confianza y luego abusar de él) y el sexting (envío de mensajes de contenido sexual), entre otros, podrían acechar como consecuencia de que una chica o un chico exhiban demasiadas imágenes de sí mismos.

Es un riesgo que aparece sobre todo junto con la adolescencia, que es cuando los niños comienzan a buscar sus propios espacios de autonomía y libertad. La Guía para uso responsable de internet por los menores, editada por la Oficina de Seguridad del Internauta (OSI), señala que el periodo en que comienzan con los redes sociales es cuando son “jóvenes adolescentes”: entre los 10 y 13 años.

La mayor dificultad para los adultos es, sin duda, que tienen que acompañar a sus hijos a atravesar esa etapa de un modo muy distinto a como la atravesaron ellos, por el simple hecho de que hasta hace poco no existían las redes sociales, ni los teléfonos inteligentes, ni la hiperconectividad de hoy en día. Se estima que los adolescentes pasan hasta unas 12 horas diarias pegados a las pantallas. ¿Cómo ayudarlos? A continuación se enumeran una serie de consejos.

1. Fomentar una buena comunicación

Una buena comunicación es una de las claves de la crianza, y muy en particular en relación con este tema, pues permitirá establecer límites consensuados con los hijos. Expresiones como “siempre”, “nunca”, “todo” y “nada” son demasiado contundentes, y conviene no recurrir a ellas “si queremos evitar que los más jóvenes se sientan atacados”, explica Raquel García Zubiaga, psicóloga del Instituto de Neurociencias Aplicadas a la Educación (INAE). Lo más apropiado es dar a los menores la información para que sean conscientes de los riesgos de publicar fotos en situaciones que pueden resultar embarazosas.

Como señalan los expertos de la Asociación Profesional Española de Privacidad (APEP), “resulta esencial educar a los menores en el conocimiento de las herramientasy en los valores necesarios para manejarlas”. Este organismo añade que “solo una educación basada en proporcionar capacidades para discriminar lo bueno de lo malo y lo útil de lo fraudulento y lo nocivo podrá contribuir a la solución del problema”.

2. Llevar un cierto control

El objetivo en este punto es lograr un equilibrio -no siempre fácil de alcanzar- entre el respeto por la intimidad del menor y la posibilidad de saber qué imágenes comparte, con qué contactos se relaciona e incluso la cantidad de tiempo que pasan conectados. Los adultos no deberían estar todo el tiempo pendientes de qué publican sus hijos, pero sí deberían poder acceder a esas publicaciones siempre que por algún motivo lo consideren necesario, y sin que esto sea una causa de conflicto.

3. Enseñar con el ejemplo

El ejemplo es el modo más efectivo de educar a los menores, y también la forma más sencilla de desacreditarse: si las acciones de un adulto se oponen a sus palabras, estas últimas perderán su legitimidad. Si un padre o una madre comparten demasiadas fotos de sí mismos o incluso de sus hijos, si exponen demasiados aspectos de su vida privada en las redes sociales y si pasan muchas horas al día “enganchados” a internet, es probable que los pequeños imiten sus conductas.

Hay que tener especial cuidado con el llamado sharenting (término que surge de combinar las palabras inglesas share, “compartir”, y parenting, “crianza”), el hábito de compartir demasiadas imágenes e información de sus niños sin que estos den, por supuesto, su consentimiento.

Los riesgos, en este sentido, no pasan solo por cuestiones inmediatas -como un posible robo de identidad del menor- sino también a largo plazo: se debe pensar en si esas fotos no podrán afectar al hijo en el futuro. Ciertas imágenes de su niñez lo podrían convertir en objeto de burlas, y así afectar su autoestima.

Esas imágenes, compartidas desde luego sin ninguna mala intención, podrían incluso ocasionarle problemas laborales décadas después. Hace unos meses, un tribunal italiano obligó a una mujer a borrar de Facebook todas las fotos y comentarios sobre su hijo de 16 años, que la había denunciado por no respetar su privacidad. En caso de no cumplir, la mujer debería pagar una multa de 10.000 euros.

4. Propiciar las actividades por fuera de internet

Una forma de evitar que los pequeños compartan demasiadas imágenes propias en las redes sociales, y que en general pasen tantas horas sumidos en internet, es fomentar actividades que no incluyan dispositivos digitales: deportes, juegos y ocio en espacios abiertos y naturales, lectura de libros, paseos, etc.

Una investigación publicada en 2013 en el Reino Unido afirma que a mayor número de horas que los niños y adolescentes pasan en contacto con pantallas (tanto de televisión y ordenadores como de teléfonos y consolas de videojuegos), más probabilidades tienen de padecer estrés, ansiedad o depresión.

Otro estudio,publicado el año pasado por la también británica Sociedad Real por la Salud Pública (RSPH, sus siglas en inglés), refuerza esa hipótesis, aunque en relación directa con las redes sociales -los jóvenes de entre 14 y 24 años sienten que las redes perjudican su imagen corporal al compararse todo el tiempo con las fotos de otras personas- y la calidad del sueño; cuando no están conectados sienten ansiedad por la sensación de estar perdiéndose de algo.

5. Reforzar la autoestima

Las redes sociales interpelan todo el tiempo la autoestima de los usuarios. Sobre todo en relación con el aspecto físico. Por eso, el ya citado trabajo de la RSPH situaba a Instagram como la más riesgosa para la salud mental de los jóvenes. Otro estudio, publicado de manera reciente por expertos de la Universidad de Córdoba, llegó a una conclusión similar: a medida que aumenta la frecuencia de conexión y el tiempo de exposición a las redes sociales entre los jóvenes, los niveles de autoestima decaen. Esto se debe a que las redes exhiben las imágenes estereotipadas de belleza que se convierten en ideal y modelo.

El recurso de muchos chicos y chicas para afrontar esa situación es publicar numerosos selfies, actividad en la que invierten una gran cantidad de tiempo. Y que muchas veces terminan por convertirse en esas imágenes propias que se difunden de manera indiscriminada y que pueden ocasionar problemas tiempo después. 

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