Los beneficios emocionales de imprimir las fotos y guardarlas en papel
Desde hace unos tres lustros, cuando se popularizó su inclusión en los teléfonos móviles, casi todos llevamos una cámara fotográfica en el bolsillo. El resultado es que, hoy por hoy, en cuestión de meses o semanas (o incluso días) sacamos la misma cantidad de fotos que, hasta no hace mucho, una persona tomaba en toda su vida.
Esa ventaja -la de poder retratar una enorme cantidad de momentos de forma muy sencilla y económica- tiene, no obstante, un aspecto negativo: los archivos digitales son muy volátiles. A menudo, las fotos permanecen sin orden alguno en dispositivos electrónicos y, cuando estos fallan o son desechados, se terminan perdiendo.
En otros casos, son seleccionadas y de alguna manera “protegidas” al ser guardadas en la nube o compartidas en redes sociales. Esto, sin embargo, tampoco representa una total seguridad: errores técnicos, la desaparición de una empresa o un simple cambio en sus términos y condiciones pueden equivaler a una irreparable pérdida de fotos.
Hay una manera de evitar todos esos riesgos: imprimir las fotos. De esta forma, las imágenes quedan a salvo de esos y otros problemas, como el avance tecnológico que deja obsoletos muchos medios de almacenamiento. Ya casi ningún ordenador se vende con lector de CD; para ver una foto impresa, en cambio, basta con los propios ojos.
Pero, además de esta cuestión práctica, imprimir las fotos tiene otras consecuencias positivas. En concreto, algunos beneficios emocionales, de los que no se habla demasiado pero que pueden resultar muy valiosos.
Fotos impresas, en lugares bien visibles
Cuando alguien observa fotos en las que se encuentra junto a su familia o sus seres queridos, se siente unido a ellos, acompañado, integrado a un grupo. Esto aumenta el bienestar y fortalece la autoestima, sobre todo en los niños.
“Es muy útil que los niños se vean a sí mismos como una parte valiosa e importante de la unidad familiar”, como ha explicado el psicólogo estadounidense David Krauss, autor del libro ‘Phototherapy in Mental Health’ (Fototerapia en salud mental), una obra de referencia en la materia desde hace cuatro décadas.
Krauss ha trabajado con fotografías y álbumes familiares desde mucho antes de la existencia de la fotografía digital. Aconseja, en este sentido, que las fotos estén expuestas en lugares de la casa donde se puedan ver con facilidad, sin necesidad de encender ningún dispositivo electrónico o tocar una pantalla o un botón.
Desde luego, la sensación de bienestar y de “confort emocional” que proviene de observar una foto con los seres queridos no es exclusiva de los niños: también alcanza a los adultos. De ahí el hábito de colocar esas imágenes como fondo de pantalla en el teléfono o el ordenador.
Pero de las fotos impresas -colgadas en las paredes o visibles en escritorios, bibliotecas y estantes de la casa- se puede asegurar que imponen una presencia mayor, puesto que se ven cuando los ojos pasan sobre ellas, sin tener que realizar ninguna otra acción, casi sin querer.
Bueno para la salud mental
Un informe de la consultora Rise Above Research, publicado en agosto de 2020 (es decir, en plena pandemia de COVID-19), señala que “durante los tiempos de crisis y estrés, evocar recuerdos de momentos felices puede ser un recurso invaluable para la salud mental”.
El trabajo especifica que de esa forma se reduce el riesgo de depresión, sobre todo en las personas más jóvenes, y que las fotos son “un medio perfecto” para recordar experiencias, logros, viajes y otros momentos divertidos.
Además, el informe incluye una curva del “valor percibido” que otorgamos a las fotos. Ese valor es muy alto en el momento de captar la instantánea, pero luego, con el correr del tiempo, va decayendo. Hasta que llega un momento -por lo general, pasados unos años- en que se invierte la tendencia y la imagen se revaloriza.
Es una experiencia bastante común: a las fotos con varios años de antigüedad les damos un valor especial, porque adquieren el valor de un “documento histórico” y muchas veces nos ayudan a recordar cosas que habíamos olvidado. Permiten recordar momentos felices y es entonces cuando son más valiosas para el bienestar mental y emocional.
Y todo esto es mucho más probable que suceda si las fotos se han pasado al papel, pues el paso de los años aumenta el riesgo de que los archivos digitales se borren o se pierdan sin que puedan recuperarse.
Si se puede tocar, mayor respuesta emocional
La háptica -la ciencia del tacto- también tiene su importancia al momento de valorar las fotografías impresas. Y es que, según sus estudios, los objetos que podemos tocar, que tienen peso y textura, son más fáciles de recordar y producen una respuesta emocional mayor que aquellos con los que no existe esa posibilidad.
En concreto, el material físico y tangible es “más real” para el cerebro, pues se relaciona con las redes de la memoria espacial, genera un procesamiento más emocional y, en consecuencia, provoca unas respuestas más relacionadas con los sentimientos.
Esas fueron las conclusiones de un estudio realizado con resonancia magnética por científicos de la Universidad de Bangor, en el Reino Unido. Esto se relaciona, sin dudas, con el hecho de que también la lectura varía según se trate de un libro impreso o electrónico: en general, se recuerdan mejor lo leído en papel.
Y no solo eso. Según Maryanne Wolf, neurocientífica de la Universidad de Tufts, en Estados Unidos, el cerebro de algún modo "pide" que haya una parte física en la lectura: poder tocar el papel, olerlo, ver la totalidad de las páginas que se han leído y las que quedan por leer. Y con las fotos sucede algo parecido.
Por supuesto, no se trata de imprimir todas las fotos que se sacan. Ni siquiera muchas. Pero sí puede ser muy importante tomarse el tiempo y el trabajo de hacer una pequeña selección de imágenes que importalicen ciertos momentos.
No solo de fechas especiales, como viajes, cumpleaños, bodas y otras celebraciones, sino también de momentos cotidianos gozosos y que se desea recordar. Es, por un lado, la mejor manera de conservar las fotos y evitar el riesgo de que se pierdan.
Por el otro, tener fotos solo en formato digital, archivos difíciles de encontrar entre cientos o miles de otros archivos guardados en el teléfono o el ordenador, es casi como no tenerlas. Las fotos impresas, exhibidas en casa o en álbumes físicos, en cambio, forman parte de la vida, recuerdan días especiales y nos recuerdan a personas queridas, y generan, en definitiva, bienestar y felicidad.
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