Los cinco componentes más polémicos de los desodorantes

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Jordi Sabaté

Claudia, socia de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto en un correo electrónico: “Hola, hace mucho que se leen o escuchan muchas cosas acerca de la toxicidad de los desodorantes y con tanta información (o desinformación) estoy muy confundida. No se si ya habéis escrito sobre ello. Podéis escribir sobre el tema?”.

Como bien dice Claudia, hay una cierta bruma en torno a las sustancias que se utilizan para fabricar un desodorante y más en concreto un antitranspirante, que inducen tanto a la confusión como a la polémica. En general la mayor parte de los productos cosméticos son cuestionados no solo socialmente y por parte de las asociaciones de consumidores, sino que también están vigilados y sujetos a revisiones periódicas por parte de las autoridades en la materia.

El caso de los productos para el olor y la sudoración de las axilas no es una excepción y en términos generales se puede afirmar que las distintas agencias de seguridad para los consumidores garantizan el uso de desodorantes y antitranspirantes y tienen bajo revisión aquellos componentes de los cuales se podría demostrar en el futuro su peligrosidad. Como precedente está, por ejemplo, la prohibición en el pasado de utilizar clorofluorcarbonos en los spray desodorantes por su implicación en la destrucción de la capa de ozono.

¿Por qué 'canta el sobaco'?

Sin embargo, ha proliferado la idea de que tanto desodorantes como antitranspirantes, ya sean en barra o en roll, son altamente venenosos sin distinguir muy bien entre una y otra modalidad de producto, cuando en realidad tanto su composición como su finalidad es diferente. Ni es lo mismo un desodorante y un antitranspirante ni actúan igual sobre la axila.

Para comprenderlo es necesario explicar primero el mecanismo por el que el vulgarmente llamado 'sobaco' genera sudor y mal olor a algunas personas. Todas las personas sudamos por la zona de la axila -algunas más y otras menos, según muchos factores-; no se trata solo de la transpiración, normal cuando aumenta la temperatura del cuerpo, sino también de la secreción de determinadas glándulas que son muy abundantes en esta zona; las glándulas apocrinas.

Las glándulas apocrinas secretan una sustancia lechosa e inodora que puede contener feromonas, que dan información sobre nosotros y nosotras a personas del sexo opuesto -se cree que no actúan entre personas del mismo sexo-, entre otras sustancias. Como decimos estas secreciones no tienen olor por sí mismas, pero son finalmente las responsables del mal olor de la axila. ¿Por qué?

La razón está en la flora axilar, el conjunto de bacterias que habitan en nuestras axilas, una parte especialmente húmeda y protegida de nuestro cuerpo y por tanto propicia al crecimiento microbiano. Algunas bacterias de esta flora, como Staphylococcus hominis, son capaces de descomponer estas secreciones y producir unas sustancias olorosas y gaseosas llamadas tioalcoholes o tioles, que son los responsables del mal olor.

¿Cómo actúan desodorantes y antitranspirantes?

Desodorantes y antitranspirantes tienen distintas estrategias. Los desodorantes buscan la eliminación de las bacterias y del mal olor mediante fragancias. Para eliminar a las bacterias utilizan diferentes antisépticos dermatológicos y para atacar el mal olor, lo contrarrestan con aceites esenciales y aromas sintéticos, buscando olores agradables para las personas que los usan.

Los antitranspirantes se centran en eliminar la secreción de las glándulas epocrinas a base de crear una película sobre la axila que sature los poroso donde se encuentran estas y además no permita la proliferación de las bacterias. Es decir quieren eliminar la flora e impedir la secreción apocrina. Para ello utilizan tanto antisépticos como adherentes dérmicos, humectantes de la piel y sales metálicas.

Entre todas estas sustancias hay algunas que generan polémica e incluso son declaradas directamente inconvenientes y peligrosas por las asociaciones de usuarios, mientras que las agencias estatales de seguridad y salud las tienen por válidas o las someten a revisiones periódicas, pero de momento no las desaprueban.

¿A qué sustancias se acusa de peligrosas?

1. Aluminio

El aluminio viene siendo desde hace décadas fuente de muchas suspicacias en lo referente a la salud; algunas de ellas merecen una cierta atención y otras no. En el caso de los antitranspirantes, se utilizan sales de aluminio para obturar físicamente la salida de secreciones epocrinas. Se ha objetado que dicha obturación puede ser inconveniente para la transpiración, pero no se ha demostrado que el aluminio pase a través de la piel al cuerpo.

Además, en el improbable caso de que lo hiciese, el aluminio, cuyo exceso ciertamente es poco recomendable, puede ser expulsado por la mayoría de las personas, de modo que no se tienen pruebas de que se acumule. De hecho, ingerimos aluminio de diversos alimentos que lo contienen.

2. Ftalatos

Son la esencia del clásico olor a cola o pegamento y se usan para pegar a la piel la película de antitranspirante. Es cierto, como vimos en este artículo sobre los esmaltes de uñas, que los ftalatos son un producto peligroso, pero siempre que se ingieran o inhalen y entren en el torrente sanguíneo. Además de provocar intoxicaciones se los considera un disruptor endocrino cuando proceden de envases plásticos. Ahora bien, no han pruebas de que puedan pasar dérmicamente al torrente sanguíneo. Tampoco están en una cantidad tan grande como para que al olernos la axila los inhalemos.

3. Parabenos

Muy usados en cosmética, se utilizan de conservantes en los antotranspirantes, para que empapen bien la epidermis de la zona y se extienda la crema. Se les acusa de ser disruptores endocrinos y las distintas leyes limitan el uso de determinados de ellos según personas y zonas del cuerpo, pero en general la mayoría están permitidos en adultos. No obstante, están en continua revisión. Propylparaben y butylparaben, por ejemplo, y a pesar de ser admitidos por la norma europea, son sospechosos de alterar el sistema hormonal, por lo que no se recomiendan en las zonas cercanas a las mucosas. Un reciente estudio arroja dudas sobre la peligrosidad de todos ellos.

4. Triclosán

Es un antiséptico muy usado en champús antibacterianos, cremas para el acné y otras aplicaciones para eliminar bacterias. Se le critica que si penetra a través de las glándulas en el torrente sanguíneo podría llegar a la flora intestinal y desequilibrarla, e incluso hay un estudio que asegura que así ocurre.

También se le acusa de ser un disruptor endocrino que causa alteraciones de la hormona tiroidea, por lo que cabe preocuparse por cómo puede llegar al medio ambiente cuando nos duchamos y nos eliminamos los restos. Otra crítica a este compuesto es que no distingue entre flora 'buena' y flora 'mala', con lo que podría favorecer la aparición de hongos u otras bacterias que también podrían causar malos olores.

5. Fragancias sintéticas

Este apartado hace especial referencia a los desodorantes, sobre todo los de spray. Algunos productos como el butilfenilo metilpropinal, un aldehído conocido también como lilial, son considerados por algunas organizaciones como disruptores endocrinos. También se le hace responsable de ciertas alergias.

Por el momento cuenta con la aprobación de las autoridades europeas, aunque la última revisión del Comité Científico Europeo sobre Seguridad en el Consumo va en el sentido de pedir que sea declarado no seguro. En consecuencia, la industria ya está trabajando para sustituirlo por otro aldehído más seguro, el nympheal.

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