Siete utilidades de la sal de bicarbonato que tal vez desconoces
Rebusca en el lineal de la sección de repostería del supermercado o en la balda de las sales y lo encontrarás: se trata del bicarbonato sódico, un polvo blancuzco y relativamente barato (no llega al euro los 200 gramos), pero con utilidades domésticas que van más allá de la cocina. Nuestras abuelas han usado el bicarbonato sódico para levantar los bizcochos y dotarlos de esa textura esponjosa que tanto nos gusta.
También para aliviar las digestiones, blanquear los dientes, limpiar la plata y hasta para retirar los hongos del baño. La era de internet ha disparado la leyenda del bicarbonato, con más recetas y supuestas utilidades que prometen resolvernos casi cualquier desaguisado.
Nos preguntamos qué hace tan especial al bicarbonato sódico, y si todos estos presuntos superpoderes que se le atribuyen son reales y por qué. El catedrático Pedro Jesús Maireles, director del departamento de Química Inorgánica de la Universidad de Málaga, nos ha ayudado a resolver estas cuestiones.
¿Qué es el bicarbonato sódico?
El bicarbonato de sodio es una sal básica o alcalina, soluble en agua, con fórmula NaHCO3; es decir, está compuesta por un catión de sodio (Na+) y un anión bicarbonato (HCO3−). Al ser un compuesto básico (con un pH superior a 7), “reacciona con sustancias ácidas como el vinagre o el limón, neutralizándolas: es decir, las retiene por adsorción en su superficie a través de una reacción en la que se libera CO2 ”, explica Maireles.
El efecto es el mismo que si echáramos vinagre (un ácido, con pH inferior a 7) en una roca caliza (básica o alcalina): ambas sustancias reaccionan y se desprende dióxido de carbono o CO2 en forma de gas. Esta capacidad para neutralizar algunos ácidos es precisamente la que convierte al bicarbonato sódico en “en una sustancia con muchos usos domésticos”, apunta. Hay más: el bicarbonato sódico también resulta un compuesto muy estable, una cualidad que además lo convierte en un buen aliado cuando necesitemos eliminar sustancias por fricción.
Siete empleos de las sales bicarbonatadas
1. Bicarbonato sódico como levadura
La capacidad del bicarbonato para leudar la masa del pan, del bizcocho o de unas galletas ha sido aprovechada por panaderos y reposteros durante décadas. Funciona así: al calentarse y combinarse con una sustancia ácida (como la levadura, algunas mantequillas, la miel, el azúcar moreno, un yogur o el limón) libera moléculas de CO2.
“Las burbujas de dióxido de carbono tienden a escapar cuando se calienta, creando huecos, esto hace que la masa se expanda y aumente su volumen”, explica el catedrático. El resultado: una textura esponjosa en las galletas, las magdalenas, el pan u otra receta que prepares.
2. Contra los olores del frigorífico
El tufillo que a veces desprenden los alimentos que guardamos en la nevera tiene, al menos en parte, un cariz ácido y consistencia de gas. Por eso, el bicarbonato sódico (un sólido) funciona bien como atrapaolores, ya que “captura estas moléculas”. “No significa que todos los olores del frigorífico vayan a quedar neutralizados, pero el bicarbonato funciona para controlar los aromas ácidos, que son los más habituales”, señala Maireles.
Así, el catedrático aconseja guardar siempre un frasco abierto con bicarbonato en la nevera. Además, recuerda conservar los alimentos en tarteras o recipientes con tapa para evitar esa mezcla de olores a veces tan desagradable. Hay quien también recurre a esta sal mezclada con agua para limpiar el frigorífico, pero más allá de su capacidad para enterrar olores, no funciona como desinfectante.
3. Combatir el tufillo del calzado
El mecanismo funciona de forma similar: el bicarbonato retiene las moléculas olorosas (ácidas y en forma de gas) que rezuman de algunos calzados. Para mantener los malos olores a raya, puedes espolvorear un poco de este polvo en las zapatillas de deporte.
4. Limpiar el óxido y la plata oscurecida
“En este caso, aprovechamos la capacidad de fricción del bicarbonato, un compuesto tan estable que puede frotarse con una superficie corroída para retirar la capa de óxido o el negro de la plata”, señala el experto. Hay que aplicar el bicarbonato sobre la superficie que queramos limpiar y frotar con un trapo húmedo. Así, además, disolverás el óxido metálico.
5. Antimoho para baldosas
También se le atribuye capacidad antifúngica, es decir, la propiedad de acabar con el moho o prevenir que este se forme. Por eso se utiliza para limpiar las baldosas del baño ennegrecidas; y hay quien rocía los muebles de madera del jardín o de la terraza con él antes de guardarlos durante el invierno, con el objetivo de que no aparezcan moho.
Pero puntualicemos: el bicarbonato no ataca a los hongos, como suele pensarse. “Sin embargo, sí constituye un buen agente deshidratador, capaz de eliminar el agua acumulada en las superficies”, explica Maireles. Eso sí, puesto que los hongos precisan un ambiente húmedo para desarrollarse, al retirar esta humedad evitamos su aparición.
6. Combatir la placa dental
El bicarbonato puede prevenir la formación de placa dental, “y de hecho la ataca”, pero “carece del efecto blanqueador que tantas veces se le supone”, anota el catedrático. En otras palabras: si te limpias los dientes con bicarbonato no eliminarás las manchas ni los estarás blanqueando.
No obstante, la placa dental oscurece el esmalte. Así, al eliminarla sí puede dar la sensación de unos dientes más blancos. Pero hay que usarlo con supervisión de un dentista. [En su día ya te contamos por qué las pastas de dientes blanqueadoras no son eficaces].
7. Ayuda en digestiones pesadas
El bicarbonato resulta además un remedio casero rápido y eficaz cuando tenemos acidez de estómago. De nuevo, entra en juego su capacidad neutralizadora: al actuar con las sustancias ácidas que la provocan, las inactiva, “por lo que reduce de forma casi inmediata el malestar”, señala el experto.
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