Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Honorables ex-consellers, bienvenidos a la chusma
Nos llena de aflicción haber conocido la noticia de que el señor Oriol Junqueras será procesado por rebelión en primavera. Entendemos que no sepan qué clase de interpretación está haciendo la fiscalía de la inmunidad de los parlamentarios. Es perfectamente comprensible que sigan indignados porque les imputen unos delitos sin que haya base alguna para ello. Compartimos, por supuesto, su tristeza ante la permanencia en prisión provisional de Junqueras, Fon y los Jordis. Comprendemos su estupefacción al ver que el Estado de Derecho no se atiene al derecho. Siento decírselo: bienvenidos a la chusma.
Verán, aquí es donde están los encarcelados por las letras de sus canciones. Aquí te llevan a juicio por denunciar al capitalismo o criticar las instituciones. Aquí están las personas castigadas por participar en manifestaciones. Aquí están los atrapados entre leyes antiterroristas por pelearse en un bar o hacer unas pintadas. Aquí están las víctimas de la represión política. Gente con propuestas, ideas o discursos que el Estado no puede tolerar.
Pero aquí hay mucha más gente, no todo son activistas. No son mayoría, ni siquiera una minoría numéricamente relevante. Somos tantos que apenas podemos contarnos, tan diversos que no es posible definirnos sin invocar certeras pero polémicas teorías políticas. Somos los que volvemos a casa tras 10 o 12 horas de jornada (8 en contrato) con quemaduras y cortes en los brazos. Son cosas del trabajo, no hay nadie a quien denunciar por lesiones. A veces, en esos mismos trabajos, morimos. Pero son accidentes, nunca homicidios imprudentes. Aquí la empresa puede deberte varios meses de sueldo, pero sabes que si los exiges puedes acabar en la calle. Eso no es un delito, no es ninguna coacción, ningún chantaje, sino el “libre mercado, amigo”.
Quizás les cueste un poco adaptarse, pero estén tranquilos, la gente es muy amable en estos lares, aunque quizá haya quien les mire con recelo porque incluso en esta tierra somos unos privilegiados. Aquí también están aquellos humanos a quienes se encierra en CIES sin mediar juicio alguno. Aquí también están los manteros golpeados y robados por la policía, y los musulmanes encarcelados “por si acaso”.
Los nacidos fuera de las fronteras de este reino y sus hijos son los grandes enemigos de nuestro Estado. Solo ellos tienen el dudoso privilegio de ser considerados por la Estrategia de Seguridad Nacional como una de las principales amenazas para España. Nosotros somos enemigos circunstanciales. Si no nos movemos mucho y nos conducimos con docilidad, podemos esperar que nos exploten con cierta humanidad. Con todo, aun así, todos somos chusma. Como explica I. Mendiola, somos sujetos torturables cuando dejamos de ser explotables, “no-personas” cuya imagen y existencia personifican una amenaza que justifica el gobierno a través del miedo.
Entiendo que a ustedes, hombres de despacho y formas institucionales, todo esto les resulte extraño y aterrador. Es muy posible que la situación les huela a rancio fascismo, a la herencia de ciertos anacronismos, pero me temo que su situación no es fruto único de los ecos franquistas.
En los términos utilizados por Santiago Lopez-Petit, están ustedes lidiando con el “estado-guerra”. Una enorme maquinaria dispuesta a combatir por todos los medios a quien no sea calificable como “ciudadanos de bien”, a todo aquel que quede “fuera del sistema” –sea por la fuerza o por “voluntad política”. Esta es la “otra” cara del laissez faire, el reverso del leviatán neoliberal.
El mercado contemporáneo necesita libertad de movimiento, sociedades “abiertas y tolerantes” a nuevos productos y formas de explotación, pero también requiere seguridad. A diferencia de lo que se suele creer, el libre mercado necesita regulaciones que le den seguridad. Sin reglas fuertes que protejan al mercado y medios eficaces para su cumplimiento, cualquier hambriento podría entrar en un supermercado y llevarse la comida, cualquier político insensato podría desoír a las empresas y preocuparse por las necesidades materiales de sus ciudadanos. Nuestros sistemas económicos, político y judicial responden al mismo esquema y a la misma estructura bicéfala del leviatán neoliberal. Y no lo hacen por anacronismo sino porque no hay nada más moderno, civilizado, europeo y chic que un sistema liberal en la cima y punitivo en su base.
Están ustedes frente a frente con la posmodernidad. Lo que tienen delante es un esquema de marketing puro y duro. Su sufrimiento es espectáculo, material de telediario, alegría para los que tienen su bandera rojigualda en el balcón, tranquilidad para los responsables de que el dinero circule libre.
Ya no se trata de hechos, ni del uso de la cárcel para rehabilitar, ni de un derecho garantista llamado a defender la ley del más débil. El nuevo concepto central es el riesgo, la peligrosidad, la existencia de individuos señalados como amenaza constante. Dada su “excepcional peligrosidad”, el Estado los convierte en enemigos públicos y les declara la guerra. Da igual que sean yihadistas, secesionistas, extranjeros pobres, raperos rojos o criminales de cualquier otra calaña. No importa que la amenaza no sea real, solo que sea vendible.
Somos chusma, mera carne susceptible de convertirse en combustible para la maquinaria neoliberal. Sujetos explotables, encarcelables sin juicio, encerrables de por vida. Vidas que se queman para que los ciudadanos de bien vivan calientes y tranquilos, seguros de que nada va a cambiar porque los malos están encerrados. Cuerpos que se doblan para que sobre ellos se alce un gobierno orgulloso a pesar de la corrupción y de la injusticia social.
En clave jurídica, lo que les está pasando puede definirse como Derecho Penal del Enemigo, Derecho Penal de Autor, Derecho Penal Simbólico o, simplemente, Derecho Penal “moderno”. En las últimas décadas hemos asistido a un uso político del Derecho Penal que iba acabando con las garantías y principios que debían guiarlo y limitarlo. Quizás hace unos años tuviera sentido discutir si el Derecho Penal estaba viciado de origen o estaba siendo malogrado por los vientos neoliberales. Hoy, el escenario es un derecho plagado de agujeros, migrantes encerrados, jóvenes musulmanes detenidos, raperos sentados en el banquillo... y ex-consellers presos. Todas estas situaciones atentan contra los principios más básicos y clásicos del Derecho Penal, pero se dan al amparo de un presunto Estado de Derecho.
Como decía al principio, entiendo su sorpresa ante esta situación. Enfrentarse a la realidad siempre es duro, incluso cuando ésta es conocida de antemano. Tienen ustedes la teoría de su parte. Técnicamente, la ley les ampara, igual que a nosotros nos amparaba tantas veces… Nadie sabe qué va a ser de ustedes. Quizás firmen la paz con el Estado, quizás vuelvan triunfantes a su tierra, quizás consigan algo de justicia. Pase lo que pase, intenten no olvidar que la chusma, explotada y torturada por el estado para justificar su gobierno del miedo, seguirá aquí.
Sobre este blog
Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.