Las pintoras de Sánchez, el rococó de Aznar o la austeridad de Rajoy, ¿quién elige el arte de las paredes de Moncloa?
El nuevo colchón de Pedro Sánchez fue lo más comentado en la prensa ante el cambio de residencia del actual presidente en funciones, pero hubo otras cosas que el socialista heredó de su antecesor Mariano Rajoy. Aunque lo primero que hizo Sánchez fue pintar de otro color el dormitorio principal, la decoración del resto de paredes de la Moncloa no depende únicamente del gusto personal del jefe de Gobierno. Si quieren dejar su impronta, se las tendrán que ver primero con las instituciones públicas que les ceden sus tesoros.
El Museo Reina Sofía, el Museo del Prado y los almacenes de Patrimonio Nacional son los principales acreedores de obras de arte de las estancias presidenciales. Es tentador imaginarse a los gobernantes españoles decorando su oficina como Donald Trump hizo con el Despacho Oval, donde colgó un extraño retrato de él mismo tomándose unos whiskeys con otros republicanos. Decía que necesitaba algo que invocase “el subidón de haber cerrado un buen trato”. Pero Moncloa no funciona exactamente así.
“Los tres centros culturales dotamos las obras a instituciones no museísticas a través de la fórmula jurídica del depósito o comodato, que es un préstamo temporal. Normalmente es por tres años renovables, pero a Moncloa, por ser alta representación del Estado, se las prestamos por cinco”, explica Salvador Nadales, conservador de pintura y dibujos del área de colecciones del Reina Sofía, a eldiario.es.
En este momento hay 148 obras de la pinacoteca contemporánea en la Presidencia del Gobierno, pero eso no es todo lo que se muestra en sus jardines y palacios. Para que no se les acuse de impedir que el ciudadano de a pie disfrute de obras pertenecientes al erario, organizan cada año varios tours de visitas llamados La Moncloa Abierta. Además, como admite Nadales, es un intercambio de favores que también beneficia a los museos que se las ceden.
“No me gusta la palabra escaparate, pero no deja de ser una forma de dar visibilidad a la creación artística contemporánea española”, explica el responsable. Si nos fijamos en las fotografías de las reuniones de Sánchez con otros candidatos a la presidencia o con altos cargos europeos, en la pulcritud del Salón Tapiés destacan la bandera española y la de la Unión Europea y, un poco más al fondo, dos grandes cuadros de expresionismo abstracto.
Se trata de un par de obras de Esteban Vicente Pérez, Dentro y The Rise, que encajan a la perfección con el color de las banderas que las acompañan. “Hay reuniones previas con los encargados de Patrimonio, visitamos los espacios en los que queremos instalar las obras y hacemos sugerencias desde el área de colecciones”, dice Nadales.
“Pero no quiero que suene como que vamos a decorar”. El responsable del Reina Sofía se cuida de especificar que los autores son cuidadosamente escogidos entre lo más granado de la producción española, ya que si “intención es que haya una presencia potente, rigurosa y de indudable calidad”.
Es decir, presidencia no se queda con las sobras del almacén. “El depósito abarca un arco cronológico de 1926 (con una obra de Julio González) a 2006 (con Soledad Sevilla) e incluye artistas de la talla de Miró, Tàpies, Chillida o Joaquim Mir”, enumera Nadales. Sin embargo, cada gabinete es muy libre de hacer peticiones y en ocasiones estas se conceden, como ocurrió con las de Rajoy y Viri Fernández en 2012.
El expresidente popular llevó a cabo una gran reforma del complejo monclovita después de mudarse de su chalé adosado en Aravaca. Si Zapatero descargó el estilo barroco de las estancias heredadas de Aznar, el equipo de Rajoy se encargó de seleccionar 22 obras nuevas del Reina Sofía que todavía hoy encabezan las partes más visibles del edificio.
“Hubo mayor austeridad en la época de Rajoy. No es que estuviera más fea, ni mucho menos, pero donde había cuatro láminas pues quizá dejaron solo dos”, explica uno de los encargados de aquella decoración.
El popular también pidió al Reina que hubiera presencia de autores nacidos en todas las comunidades autónomas. “Nosotros, cuando medimos la calidad de un autor, no lo hacemos dependiendo de dónde nace, pero en este caso entendíamos que era una petición política”, desvela Nadales. Lo compara con la única solicitud que, de momento, ha hecho Pedro Sánchez: que se cedan más obras firmadas por mujeres. El representante del museo destaca a Carmen Laffón, a Soledad Sevilla o a Teresa Lanceta en esta nueva legislatura.
Adolfo Suárez fue el primero que en 1977 rechazó el Palacio del Pardo por haber sido residencia de Franco y eligió como vivienda La Moncloa. Entonces, los mayores cambios que implantó, más que artísticos, fueron tecnológicos. Sin contar con la piscina y la pista de tenis que levantó en el jardín. Por su parte, Calvo Sotelo apenas tuvo tiempo de convertir la tercera planta en el ala de dormitorios de sus ocho hijos.
Entre los años 80 y mediados de los 90, sin embargo, Felipe González retiró gran parte del mobiliario historicista y el despacho del Consejo de Ministros adoptó una estética minimalista que estaba en auge en Europa. En el exterior plantó su famoso jardín de Bonsáis y construyó una bodeguilla para reuniones con rutilantes figuras culturales.
Más adelante, José María Aznar y Ana Botella llenaron el Palacio de sedas adamascadas y alfombras de la Real Fábrica de Tapices. Fue su forma de dotar calidez a una casa, en palabras de la primera dama, “inhabitable para una familia normal”.
“A cada gabinete le vamos cogiendo el tranquillo poco a poco”, dice Salvador Nadales. “Ahora se tiende a algo más neutro que recargado o que pueda crear confusión visual. Por ejemplo, en el Consejo de Estado, que es un palacete histórico de la calle Mayor, los depósitos que ceden otras instituciones son obras decimonónicas acordes, pero en Moncloa o el Consejo de Ministros lo contemporáneo encaja muchísimo mejor”, opina.
En la actualidad, el Museo Reina Sofía cuenta con 23.600 obras entre pintura, escultura, dibujo o arte gráfico. Sin embargo, como recalcan desde la pinacoteca, las de Moncloa “no son piezas de segunda división”. Entonces, ¿se están perdiendo los ciudadanos las obras expuestas en la residencia presidencial? Nadales lo niega categóricamente. “Los museos exhiben en sus salas, como mucho, el diez por ciento de su catálogo”, aclara. “A nadie se le ocurre quitar un cuadro de la sala para llevárselo a al presidente del Gobierno”.
Lo que sí ha ocurrido alguna vez, como en el caso de la muestra sobre la última etapa de Miró, es que las exposiciones itinerantes prescindan de alguna pintura por estar colgada en las paredes de la Moncloa. “En caso de necesitarla, se pediría un levantamiento, pero es algo poco habitual en el caso de Presidencia por una cuestión de seguridad”, especifica.
No en vano, trasladar una obra de arte precisa de una red de medidas costosas y que aumentarían el riesgo de que saliese dañada. Además, “los gastos de seguro, transporte e instalación corren a cuenta de la entidad depositaria, es decir, del que la solicita”, es decir, del presidente del Gobierno. Cada obra está asegurada por un valor que da el museo, pero el representante del Reina Sofía alega que no está autorizado para desvelar esas cifras.
Lo que sí reconoce es que desde la institución pública siempre se intenta minimizar los gastos de traslado y de restauración, sin que eso implique que las obras queden abandonadas. El museo se cuida de que cada cuadro sea expuesto con planchas de metacrilato, un estudio ambiental previo de la sala y medidas logísticas como colocar un sofá delante de la pieza en espacios muy concurridos. Además, visitan las estancias un mínimo de una vez al año para realizar un control de calidad.
El Reina Sofía pone su depósito a disposición de cualquier candidato que el próximo domingo aspire gobernar el país y a residir en la Moncloa. Sin embargo, no se atreve a aventurar el gusto de políticos como Abascal, Iglesias o Rivera. Es extraño pensar que, mientras todo puede cambiar en las calles españolas tras el 10-N, dentro del Palacio de la Moncloa el tiempo se mantendrá inmóvil a través del recorrido de su arte.