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Hablemos de política

Diego Conesa, durante un encuentro con militantes socialistas.
14 de enero de 2025 06:00 h

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Lara Hernández Abellán es secretaria general del PSOE-PSRM en Alcantarilla

Parece que fue ayer cuando en 2015 di mi primer paso en política para formar parte de la candidatura municipal de mi pueblo, pero estos diez años me han enseñado que en política hay demasiadas ocasiones en las que el trabajo que hacemos no llega a donde debería: a la sociedad, a las personas que nos necesitan y a quienes confían en nosotros. Las guerras internas, los ataques, los debates interminables que no llevan a ninguna parte... Todo eso desvía nuestro esfuerzo, haciéndonos olvidar lo más importante, que estamos aquí para luchar por quienes nos necesitan y por quienes lo están pasando peor.

Hoy mismo, viendo La Virgen Roja, me ha removido una escena profundamente. La joven escritora, Hildegart Rodríguez, era invitada por primera vez a la Sede del Partido Socialista del Madrid de 1931, un espacio dominado por hombres a los que ella se enfrenta con valentía. Les reprocha que dicen luchar por los derechos de las personas, pero olvidan al 50%, las mujeres. Les recuerda que, ahí fuera, en las calles, las mujeres siguen siendo violadas, golpeadas y silenciadas, pero que ni si quiera ellos, los socialistas, les dan voz.

La escena me ha hecho reflexionar sobre cuánto hemos avanzado desde entonces, pero también cuánto nos queda por recorrer. Porque, aunque los tiempos han cambiado mucho, dentro de los partidos las mujeres seguimos siendo, en muchos casos, una pieza con la que cumplir cuotas, rellenar fotos o acallar críticas. Pero lo cierto es que, el espacio real, ese que nos pertenece por derecho, sigue siendo una conquista pendiente.

Lo veo ahora más claro que nunca, en este proceso de primarias dentro del PSRM, la única mujer que tuvo el valor de presentarse como precandidata, se retiró en cuestión de horas. ¿Cómo ocurrió? No lo sé, pero su ilusión, que me consta que la tenía junto a una gran preparación, experiencia y valía, fue aplastada por el peso de un aparato que lo alineó todo, incluso a reconocidos adversarios políticos, detrás de una única opción con claro pronóstico ganador. Nadie me escuchará jamás decir que no sea buena; el candidato lo es y lo he podido constatar, tanto a nivel político como personal; pero no me puedo callar ante las prácticas que he visto y sentido durante este proceso: amenazas veladas, mensajes intimidatorios, uso de historias íntimas y personales como arma, incluso llegando a poner en entredicho a mujeres y sus historias en nombre de un falso feminismo que para nada me representa. Nada de esto debería tener cabida en política y muchísimo menos en un partido progresista como el nuestro.

Es público que en este proceso mi apoyo ha sido para Diego Conesa. No porque crea que sea perfecto, a mis 51 años no conozco a nadie que lo sea, sino porque en él he visto verdad. En una región como la nuestra, donde la derecha lleva 30 años gobernando, necesitamos líderes valientes que nos recuerden quiénes somos y por qué estamos aquí. Que nos hagan sentir orgullosos de nuestra historia, de quienes estuvieron antes que nosotros luchando por la justicia social, por la igualdad y por el feminismo.

Ser socialista debería significar mucho más que todo esto que estamos viviendo. Más que debates estériles, guerras internas y mensajes en redes sociales que desgastan nuestra imagen y nos avergüenzan frente a quienes nos siguen esperando. Ser socialista significa trabajar por la unión real, no por la apariencia de unión en una fotografía. Significa respetar los procesos democráticos, permitir que cada militante se posicione como mejor crea y, después, remar juntos hacia un mismo objetivo: gobernar la Región de Murcia.

Sin embargo, lo que está ocurriendo es desolador. Incluso quienes llegamos con ilusión nos estamos encontrando sin fuerzas para seguir adelante. No podemos seguir recibiendo disparos por la espalda desde nuestra propia trinchera. Ni siquiera el militante más convencido puede soportar esta carga indefinidamente.

No soy perfecta ni pretendo aparentarlo ni llegar a serlo. Diría que la imperfección me ha hecho cierta gracia desde pequeña -puede que por mi amor a Pipi Langstrumpf- y que sigo sin ordenar mi vida, al menos de la forma en la que alguien, a quién nunca se lo haya pedido, me lo ordene. Me suelo equivocar con frecuencia y mi impulsividad no me ayuda mucho en este sentido, pero sí sé que ser socialista es mucho más que una lucha por el poder o un reparto de cuotas. Ser socialista es tener principios inquebrantables, palabras que no se rompen y un compromiso real con la sociedad. Y, por supuesto, es garantizar que las mujeres tengamos un espacio real, no solo un hueco en la foto.

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Como decía Hildegart en esa película, no se trata solo de hablar de derechos, sino de practicarlos. No se trata de llenarnos la boca con feminismo, sino de demostrarlo con hechos. No se trata de vencer al adversario interno, sino de construir un partido que trabaje unido por quienes más lo necesitan. No se trata de convencer de un día para otro, sino de hacerlo a diario con razones y hechos que no se contradigan. Y no debería ser nunca exigir el pago de favores a cambio de un apoyo porque no hay ruindad más enorme que la de aquel que ayuda a un amigo o compañero para después echárselo en cara.

Hablemos de política, pero hagámoslo desde la honestidad, desde el respeto, desde la valentía de ser quienes somos. Porque si dejamos que todo lo demás nos consuma, habremos perdido lo más importante, nuestra integridad y la razón por la que llegamos hasta aquí para trabajar por cambiar las cosas. El enemigo no está en nuestro mismo equipo, deberíamos saberlo, pero seguimos empeñados en continuar perdidos dentro de un laberinto sin salida. Pensémoslo.

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