El arte que surgió del punk
El punk no está muerto ni vivo. Está vivo y muerto en lo menos interesante, en renacimientos de moda a la Westwood o como el estilo musical que nunca fue. Bien mirado, aquello tuvo el carácter de una súpernova, una explosión fulgurante necesariamente autodestructiva. Solo que dicha explosión no sucedió en el vacío galáctico, sino en el muy denso ambiente de una sociedad tardo-capitalista, que daba sus primeros pasos hacia la globalización económica y comunicativa. Por ello, lo más trascendente del punk no fue él mismo, sino las ondas expansivas de aquel estallido que siguen actuando hoy en día. Dando lugar a otras formas, a otras músicas, otras poesías, otras artes… Y de esto último trata este PUNK, cuyo subtítulo es un bastante claro Sus Rastros en el Arte Contemporáneo.
Quien se acerque por el CA2M de Móstoles, debe hacerlo advertido de que no se va a encontrar con una exposición de fotos de la época, portadas de discos míticos, vídeos del mismo orden, reliquias o memorias… Aquí hay Arte Contemporáneo y eso es precisamente lo interesante. De hecho, ver cómo esas cuatro letras han dado tanto de sí en el terreno de la cultura, parece mucho más interesante que darse un baño de nostalgia o fetichismo pop.
La idea del comisario David G. Torres es precisamente esa, establecer relaciones. No todas esas relaciones son aparentes y más aún cuando aparecen obras anteriores al punk, cómo la lectura que hace Chiara Fumai del manifiesto feminista SCUM de Valerie Solanas (disparos a Warhol en 1968) que resuena en una de las mejores salas o testimonios de la acción Genital Panic de la austriaca Valie Export que es de 1969. Estos son ejemplos de lo no lineal de la exposición, que recorre todo tipo de materiales y enfoques. De modo que el equipo de comisariado ha decidido hacer algo obvio pero a veces ausente: explicar cada sala y cada obra de forma inteligible.
El punk no es sólo una moda
Se tratan un buen número de temas que fueron ya parte del Punk o surgieron en torno a este. Lo primero que puede verse, o casi, es uno de los Pop Up/Sid Vicious (2000) pistola en mano de Gavin Turk, allá se escucha la guitarra arrastrada (Guitar Drag, 2000) de Christian Marclay o se ven dos piezas de Pepo Salazar de ahora mismo. Está el clásico vídeo/película de Dan Graham, Rock My Religion (1983 -1984), y se llega a lo que se presenta como absoluta saturación sensorial, visual y sonora en conciertos o parties de música electrónica en 20XX Tim Reinecke. El ruido como estética y como violencia.
Aunque hay otra violencia, la física. Parece que el punk era algo muy agresivo porque Johnny Rotten ponía caras y tal vez lo fuera en un terreno mediático. Pero quienes sufrieron sobre todo la violencia eran los propios punks. Los punks no solo se abalanzaban entre bailando pogo. Eran agredidos físicamente por tribus como los skins o despreciados por otras como en Barcelona la Layetana.
Aquí aparece Michel Basquiat, de quien sabemos conoció la violencia con Beast (1983) y la cosa sigue en plan muy poco agradable con el Autorretrato con un Ojo Morado y Magulladuras (2009) de Jimmie Durham; una fotografía de Nan Golding, entre las suyas no especialmente violenta; recuerdos de acciones tremendas de Chris Burden a principios de los setenta… Y una portada de La sociedad del espectáculo de Guy Debord que envuelve un ladrillo (2006). Gentileza del colectivo Claire Fontaine.
Otro tema es algo muy de aquella época y sobre todo de esta, el Pánico, el Terrorismo y ahí obras de Mabel Palacín (Sniper, muy temprana, de 1988), la genial The eternal flame (1975) de ANT Farm o el icónico “Feel lucky, punk?” que le espeta Harry el Sucio a un atracador en la película homónima de 1971. En realidad la cita es un poco más larga, pero Cristoph Draeger la acorta con el mismo efecto y citando películas famosas a través de secuencias grabadas de forma muy casera, muy DIY (Háztelo tú mismo).
El mundo se resiste a olvidar a los iconos del punk
Black Flag tiene significado a este y al otro lado del Atlántico. Fue una revista anarquista inglesa de los 70 apellidada Organ of the Anarchist Black Cross y también un grupo básico del hardcore californiano nacido en 1976. En torno a ello puede organizarse una imaginería política, también de lo público que, tal vez para no resultar demasiado obvia y panfletaria queda poco… panfletaria. Lo más llamativo es el colorista y humorado video de Federico Solmi, Chinese Democracy (2014).
En una sala o un par de ellas, se han instalado varias joyas, significativas pero cuya conexión no parece inmediata. La Pinoccio House (1994) de Paul McCarthy. Y cerca de ella cosas de Raymond Pettibon, Mike Kelley, Martin Kippenberger, Jonathan Meese, Santiago Sierra o el No Future (2006) de Jordi Colomer, que se planita ya en la entrada del CA2M. Todos ellos artistas bien conocidos y todos ellos relacionados con el punk, pero cada cual a su manera. Eso sí, se razonan esas presencias.
Y se finaliza con la cuestión de Género, con trabajos de todo tipo. Algunos de ellos conocidos, como el antes mencionado de Valie Export; otros algo menos, cómo la pulcritud BDSM de Joan Morey (Expanded Black Box, 2007 -2012), la muñecas de Natacha Stellmach (WorryDolls, 2006 – 2012), Gerrilla Girls, Tracey Emin, Kendell Geers…
PUNK , que desde Móstoles viaja a Artium de Vitoria es una exposición que sigue una tradición en el CA2M. Se inició con Sonic Youth etc. Sensational Fix (2010) y continuó con Pop Politics: Activismos A 33 Revoluciones (2012), con las que esta Punk tiene lógicos puntos de solapamiento. Se trata de hacer ver, no tanto la influencia de la música pop en el arte sino de mostrar cómo, desde hace ya mucho tiempo, diferentes tipos de artes van de la mano, que todo influye en todo. PUNK acota un ancho campo y no trata de ser enciclopédico o exhaustivo (hay ausencias notables), sino mostrar una situación, a través de sí misma y de un buen catálogo con buenos textos. Y así, tratar de distinguir raíces y conexiones.