Philippe Halsman, el arte de fingir la espontaneidad
Toda una vida dedicada a la fotografía y más de 100 portadas de la célebre revista LIFE han hecho que muchos se pregunten cuál era el secreto de Philippe Halsman. Qué hacía que sus fotografías fuesen especiales, dónde residía el secreto del éxito de un fotógrafo letón que había triunfado en EEUU sin más ayuda que la de su cámara.
Cuando le preguntaban personalmente, Halsman solía recurrir a una anécdota que por sí sola resumía su actitud ante el obturador. Contaba que una vez el poeta y cineasta francés Jean Cocteau quiso trabajar con el fundador de los Ballets Rusos, el ilustre Serguéi Diáguilev. El francés no sabía como abordar al ruso así que le preguntó qué tenía que hacer para que trabajasen juntos. A la cuestión, Diáguilev solo tuvo que contestar: “¡Sorpréndeme!”.
La filosofía de la sorpresa como símbolo de veracidad en la fotografía guió siempre el trabajo de Philippe Halsman. Por eso aquella anécdota da nombre a la retrospectiva que el CaixaForum de Madrid le dedica desde el 1 de diciembre al 26 de marzo.
De Riga a París huyendo del antisemitismo
Philippe Halsman nació en Riga (Letonia) en 1906. Creció en el sino de una familia judía y estudió ingeniería en Dresde (Alemania). Cuando contaba con 22 años tuvo que enfrentarse a la época más traumática de su vida. Fue acusado de parricidio y condenado a diez años de cárcel por estar presente cuando su padre falleció al sufrir un accidente durante una excursión.
Sin pruebas fehacientes pero con un palpable crecimiento de la presencia del antisemitismo en las instituciones, el joven fue a dar con sus huesos en un calabozo. Una condena que cumplió sometido a trabajos forzados y tortura psicológica durante dos años.
Su caso se convirtió en un fenómeno mediático debido a la inconsistencia de las acusaciones y la injusticia que suponía el hecho. Fue entonces cuando personalidades como Thomas Mann, Albert Einstein o Sigmund Freud, alentados por la campaña en favor del joven que inició su hermana Louiba, empezaron a ejercer presión mediática para que su puesta en libertad se hiciese efectiva. Halsman salió de la cárcel sin cumplir la condena completa gracias a la intervención del ministro francés Paul Painlevé, que le ofreció asilo político. Exiliado de su Letonia natal se mudó a París donde el hijo del ministro le regalaría su primera cámara: una Kodak 9×12 que le introdujo en la escena artística parisina.
La libertad creativa lejos de casa
Después de años trabajando para revistas parisinas, el joven se sentía apresado por sus inquietudes artísticas. No veía que en su trabajo se viese reflejada la idea de la espontaneidad que años después se convertiría en marca de la casa. Lo que sí percibía era el auge del nazismo europeo a las puertas de la ciudad en la que había retratado ya a personajes como Paul Valéry o Le Corbusier.
Cuando dejó Francia en mayo de 1940, antes de su caída en manos del nazismo, en su maleta solo llevaba una cámara diseñada por él mismo y una decena de fotografías que le servían de currículum vitae. Al pisar Nueva York, Philippe Halsman no es más que un fotógrafo con poca fortuna pero talento de sobra que ha trabajado para Vogue, Harper’s Bazaar o Le Monde Illustré.
Así se lo hace saber a la los contratistas de la revista LIFE, que le encargan su primera portada en 1941. Después de aquella vendrían muchísimas más, sin saberlo iba a convertirse en el fotógrafo que más portadas iba a realizar en la historia de la publicación.
Pasarían pocos años antes de que se convirtiera en una de las cámaras de más éxito del momento gracias a sus retratos de estrellas de Hollywood. Años en los que experimentaría técnica y artísticamente: mientras patentaba cámaras de su propio diseño -su cámara de doble objetivo es comercializada por la Fairchild Corporation-, se rompía la cabeza por capturar la belleza detrás de la pose de las estrellas.
Un año antes de pertenecer a la agencia Magnum, la NBC le encargó fotografiar a varios humoristas conocidos, entre ellos a Groucho Marx y Bob Hope. Los retratos que hizo y la experiencia de conocerles le dio una idea: para fotografiar a un famoso sin que actuase en ningún momento tenía que engañarles como un bromista realizando una inocentada, tenía que conseguir que hiciesen lo inesperado. Algo en lo que no pudiesen controlar sus gestos. Su pose. Había nacido jumpology, toda una filosofía de la fotografía.
En un salto, el protagonista, en una repentina explosión de energía, supera la gravedad“, explicaría él mismo sobre Jump Pictures, la serie de fotografías más famosa de su vasta colección. Durante el salto el retratado ”no puede controlar todas sus expresiones ni los músculos de sus miembros. La máscara se cae. La persona real se hace visible y uno solamente tiene que atraparla con la cámara“.
“En mi trabajo serio me esfuerzo por alcanzar la esencia de las cosas y objetivos que puede que sean inalcanzables”, explicaba el autor entonces. “Por otro lado, me atrae lo cómico y una vena infantil me lleva a tener todo tipo de comportamientos frívolos”.
Dalí y Halsman, una amistad surrealista
Entre esos mundos, el retratismo serio y la frivolidad como sublimación de verismo, se estructura la retrospectiva ¡Sorpréndeme!. Una colección de 300 fotografías en la que destacan tres perspectivas que resumen la obra del fotógrafo: la evolución desde sus primeros pasos en París, su habilidad para el retrato, y la puesta en escena como herramienta imprescindible de la profesión.
Paralelamente a estos ejes más sesudos, la exposición del CaixaForum de Madrid da buena cuenta de una relación que nació como anecdótica y se mantuvo como sorprendentemente fructífera durante casi cuarenta años. El mismo año que comenzó a trabajar para LIFE, Philippe Halsman conoció a Salvador Dalí en una galería. Ambos conectaron rápidamente: Halsman era un fotógrafo profesional especializado en retrato y publicidad y Dalí era un artista que usaba su propia imagen para autopromocionarse.
Empezaron a colaborar por su empatía intelectual fundamentada en numerosas coincidencias: la infancia y educación en la Europa de principios de siglo; la atracción por París; la extrema atención dedicada al simbolismo de los detalles; la huida de la guerra en 1940 y llegada a los Estados Unidos...
Philippe Halsman Archives conserva más de quinientas fotografías tomadas a lo largo de cuarenta y siete sesiones con Salvador Dalí, cuyo estudio revela una profunda comprensión de las posibilidades ofrecidas por la imagen fotográfica en el siglo XX. De todas ellas algunas se pueden descubrir en la exposición y son, seguramente, las fotografías más inauditas de las que se muestran en la retrospectivas. Halsman y Dalí fueron una pareja creativa no suficientemente reivindicada.