Dale un empujón a tu espíritu navideño viendo estas películas de Bill Murray
William James Murray, el cómico del programa televisivo Saturday Night Live que se reconvirtió en actor dramático y acabado siendo algo parecido a un icono pop, ha mantenido una relación especial con la Navidad. Dos de sus clásicos ochenteros de humor y fantasía, Los fantasmas atacan al jefe y Cazafantasmas 2, se ambientaban en Nochebuena y Nochevieja, respectivamente. Ambos filmes engrosarían cualquier lista de exponentes más o menos modernos de cine ambientado en esas fechas, junto con Gremlins o Pesadilla antes de Navidad.
Ya reconvertido en la peculiar figura de culto que es ahora, proveedor de anécdotas amables y a veces inquietantes (por no hablar de las duras acusaciones que recibió en su segundo divorcio: cometer actos de violencia doméstica), el protagonista de Lost in translation se reencontró con la ficción navideña mediante un peculiar programa especial para la plataforma Netflix: A very Murray christmas, que podemos utilizar como primer eslabón de una no-trilogía navideña murraísta. ¿Le quieres dar un empujón progresivo a tu espíritu navideño?
Para aceptar apáticamente las fiestas
Dada su naturaleza de objeto navideño no identificado, A very Murray christmas puede servir para iniciar una inmersión progresiva en las convenciones de estas fechas. En este extraño especial, el estadounidense interpretaba a una versión ficcionada de sí mismo: partía del arquetipo de la estrella insegura, coloreada con aspectos de su vida real (como el hecho de no tener agente) y de su mitología de veterano humorista-filósofo, entre referencias explícitas (a Los fantasmas atacan al jefe) o implícitas (buena parte del programa tiene un cierto aire a escena imposiblemente larga de Lost in translation) a su carrera.
El actor volvía a formar equipo con Sofia Coppola, que aporta la correspondiente estética con ecos indie o hipster, para ofrecer un entretenimiento decididamente extraño. En el inicio del programa, se nos presenta a un humorista en crisis por tener que conducir un espectáculo de Nochebuena en directo que ha sido un fracaso de convocatoria. Ese desapego puede servir de nexo con el espectador escéptico y propulsar un visionado irónico, pero resulta casi demasiado convincente: parece que Murray (¿el personaje o el actor?) realmente no quería estar ahí.
El resultado llega a ser interesantemente incómodo. No estamos ante un espectáculo de encargo concebido con el piloto automático sino ante algo diferente, aunque los minutos finales de encauzamiento progresivo hacia un tono algo más convencional de celebración (aparición de George Clooney y Miley Cyrus incluida) dejen la propuesta en una extraña tierra de nadie. El humor autocompasivo de lacónicas soledades urbanas sobrevuela las escenas dialogadas, aunque siempre acabe rescatándonos del drama el canto de un villancico (o algo parecido).
Para reconciliarse (¿irónicamente?) con la Nochebuena
Una vez han comenzado las fiestas y no hay posibilidad de escape, Los fantamas atacan al jefe puede servir para comenzar el proceso de aceptación. Lo que comienza como una comedia negra que va empujándonos hacia un cierto sentimentalismo edificante, aunque lo haga de una forma algo agitada, moderadamente provocadora.
En el filme, Murray interpreta a un odioso ejecutivo de televisión, implacable en el trato con los empleados de la cadena y con su misma familia. El título original de la película, Scrooged, alude a la evidente inspiración de la película: el Cuento de navidad de Charles Dickens, que trata de la fantasmagórica Nochebuena del desalmado Ebenezer Scrooge. El personaje interpretado por Murray prepara una ambiciosa versión audiovisual del relato mientras recibe las correspondientes visitas de los espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras.
De alguna manera, los responsables del filme intentaron conjurar el espíritu de humor empapado de fantasía que se había cultivado en Cazafantasmas. Lo combinan, además, con un cierto espíritu de crítica genérica a la avaricia y al individualismo que ensalzaban ficciones de yuppies como El secreto de mi éxito. A diferencia de obras del momento como Entre pillos anda el juego, la película de Richard Donner (Superman, Arma letal) se centra en la anécdota individual y no lanza demasiados dardos satíricos contra el reaganismo contemporáneo.
Si a menudo se han señalado las inercias perdurablemente inquietantes de las conductas de los personajes enamorados en las películas románticas, Los fantasmas atacan al jefe podría servir de ejemplo. En su desenlace conviven lo emotivo, lo cómico y lo creepy. El espíritu de la Navidad se reivindica entre disparos y secuestro a través de un discurso trastornado del antihéroe.
Como en Los albóndigas en remojo, un monólogo crispado es quizá lo más memorable de un proyecto que quizá incluye demasiados elementos: acción con o sin efectos especiales, una trama romántica, una dificultosa mezcla de humor negro y estimulación de buenos sentimientos... Murray protagonizaría posteriormente otra propuesta similar que ha perdurado mucho más profundamente en el imaginario colectivo: Atrapado en el tiempo, un claro aspirante a comedia navideña sin Navidad (pero con nieve y frío, aunque sea frío de febrero).
Para entregarse al buen rollo con una Nochevieja mocosa
El visionado de Los fantasmas atacan al jefe contribuye a que asumamos la inevitabilidad del hecho navideño y la posibilidad de que, después de todo, no esté tan mal. Pero puede faltar un último visionado para abrazar la posibilidad de que el cambio de año tenga un efecto revulsivo en nuestras vidas. Y la siguiente comedia de acción fantástica que protagonizó Murray, Cazafantasmas 2, tenía lugar precisamente en Nochevieja.
La película estuvo muy marcada por el espacio en que se ambienta la ficción. Ivan Reitman (Los gemelos golpean dos veces) y compañía usaron el tópico del neoyorquino faltón y egocéntrico como blanco de una sátira amable. Un antiguo hechicero está a punto de conseguir una segunda vida gracias a una dieta constante de energía psíquica negativa, que toma forma de enorme río de moco ectoplásmico, nacida los constantes rifirrafes y peleas entre los pobladores de la Gran Manzana.
La audiencia se reencuentra con los héroes del filme original cuando estos están pasando una mala época. El grupo de aventureros paranormales se ha dispersado y solo vuelve parcialmente a la actividad con patéticas actuaciones en fiestas infantiles. El personaje encarnado por Murray es el único que goza de un cierto recorrido dramático: se reencuentra con su antigua pareja, ahora una madre divorciada. Sigue encarnando a una especie de adolescente perpetuo, potencialmente irritante, que hace leves esfuerzos para reconquistar a su amante perdida... mientras el espíritu del mago Vigo quiere poseer al hijo de esta.
El recorrido resulta entrañablemente previsible, alternando chistes, subtramas románticas y escenas de acción fantástica. Todo conduce a un final desaforadamente feliz en el que Nueva York se convierte, por un rato, en una ciudad de amor y música rendida al homenaje a los héroes. Aunque podamos presuponer que, cuando se acaben de barrer los últimos restos de confeti, volverán las malas vibraciones. Y llegará una cuesta de enero cuya dureza quizá podamos compensar con el caramelo fílmico antes mencionado: Atrapado en el tiempo.