'Experimento Stuka': los bombardeos de precisión que Hitler ensayó en la Guerra Civil española
Cuando la historia se escribe en tiempos de dictadura, el relato se hace al gusto del régimen. Y a la vista está, según muestran Pepe Andreu y Rafa Molés en su documental Experimento Stuka, que a las dictaduras también les gustan los relatos absurdos, por muy grotescos que sean.
Así, en el pequeño municipio valenciano de Benassal, hasta hace muy poco, el único monumento que existía a una víctima de la Guerra Civil española era el dedicado a un soldado alemán. Alfred Simon se llamaba el militar. Era un integrante de la Legión Cóndor, enviada a España por Hitler para ayudar a Franco en la Guerra Civil.
A Simon se le tenía por un héroe que había muerto tratando de desactivar una bomba en Benassal. Sin embargo, honrar su memoria era una herencia de la historia falseada por el franquismo. En realidad, Simon murió desactivando una bomba que la propia Legión Cóndor había lanzado en ese pueblo del Alto Maestrazgo en unos misteriosos bombardeos ocurridos en la primavera de 1938 sobre cuatro pueblos de esa comarca. Costaron la vida a más de 40 personas en Albocàsser, Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes, los pueblos atacados.
Experimento Stuka, un documental estrenado hace unos días en el festival internacional Docs València, cuenta la historia de lo realmente ocurrido en esos ataques, una verdad revelada gracias al trabajo del Grupo de Recuperación de la Memoria Histórica de Benassal y del docente e investigador Óscar Vives. Fue el afán por saber de Vives, profesor de Física en la Universidad de Valencia que perdió a tres miembros de su familia en los ataques a Benassal, lo que llevó a descubrir los verdaderos motivos de esos bombardeos. Vives encontró la clave en documentos de la Alemania nazi guardados en un archivo militar de Friburgo.
“La historia estaba en un nivel de absurdo absoluto”, cuenta Rafa Molés, co-director del largometraje Experimento Stuka. “Se le hizo un monumento porque vino a ayudarnos y porque perdió su vida intentando ayudarnos, intentando que la bomba no afectara al pueblo”, abunda. Esa era la historia oficial hasta que las investigaciones de Vives y compañía dieron con los documentos de Friburgo que señalaban que en realidad “el soldado de la Legión Cóndor había muerto por una bomba que los propios alemanes habían lanzado”.
Vives encontró en el archivo militar de esa ciudad alemana una detallada descripción de aquellos bombardeos. Durante ochenta años los ataques habían sido un misterio porque, entre otras cosas, nadie había dado con esa documentación. Además, los municipios atacados estaban desprovistos de importancia estratégica. Allí no había soldados. Eran pueblos del interior de Castelló en zona republicana que vivían de trabajar el campo y del ganado.
Los lugareños llegan a describir una de esas poblaciones como “un pueblo de no más de tres calles”. Es más, en esos ataques se tuvieron siempre como objetivos las iglesias y las casas del centro, “zonas donde vivía la gente con más dinero”, según Molés. Esa era la población más afín a la causa de los golpistas.
Que aquellos fueran los objetivos de los bombardeos dio lugar a que se considerara responsables de los ataques al bando republicano. A lo ocurrido en Albocàsser, donde una docena de bombas dejaron seis muertos y muchos hogares deshechos, la propaganda del bando sublevado se referiría en sus publicaciones como “las ruinas que dejaron los rojos”. Mentira. Franco y los suyos atribuyeron aquellos destrozos al bando republicano sin saber que fueron resultado de las experimentaciones armamentísticas alemanas en España.
La presencia de la Legión Cóndor brindó la oportunidad a la Alemania nazi de innovar y desarrollar el avión Junker 87, un bombardero de precisión más conocido como Stuka. Este modelo no habría existido de no ser por el apoyo aéreo que en su día los nazis prestaron al bando sublevado.
Bombas de 500 kilos contra población civil
“Al llegar a España, los alemanes se dan cuenta de que pueden experimentar. Tienen un prototipo de un avión que necesitan probar [el Stuka, ndlr.], en especial para destruir los edificios más robustos como casas e iglesias, y por eso se eligen esos cuatro pueblos”, expone Rafa Molés. En su funcionamiento, los Stuka se lanzan desde gran altura sobre su objetivo para poder liberar una bomba que acierta sobre un objetivo muy preciso. “Originalmente se planea que esos aviones sirvan para cortar carreteras, vías de tren, puentes, destruir baterías antiaéreas, siempre algo muy concreto”, aclara Molés.
Los bombardeos del Alto Mestrazgo “ocurren en mayo del 38, cuando el avión hace apenas un mes que ha llegado a España, desmontado y escondido, mientras que la Guerra Civil está muy avanzada - apenas duraría un año más - y los alemanes se temen que puedan enviarlos a casa porque quizá Franco ya no los necesite para acabar la guerra”, incide el responsable de Experimento Stuka.
Él entiende que hubo prisa entre los militares alemanes para desarrollar sus experimentos con los Stuka. De ahí que decidieran, por ejemplo, probarlos con bombas de 500 kilos en lugar de 250 kilos para los que se supone estaban diseñados. En consecuencia, también decidieron prescindir en esos ataques del copiloto, “el que maneja la ametralladora del avión”, según Molés. Albocàsser, Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes eran, además, objetivos muy fáciles. No había presencia del enemigo por la que preocuparse y estaban muy cerca del aeródromo de la Sénia, una base de la Legión Cóndor.
Los bombardeos se hicieron de espaldas a Franco, según da a entender Molés. “En el momento de los bombardeos Franco sabe que va a ganar la guerra y que tendrá que lidiar con las potencias internacionales, no quiere mala prensa y eso influye en el secretismo con el que los alemanes llevan a cabo esta operación”, explica el codirector de Experimento Stuka. Alude a la “mala fama” que acarreó a Franco un bombardeo como el de Gernika, un tipo de ataque aéreo sobre población civil donde se apostó por la destrucción total de la ciudad.
Los Stuka, herramientas de Hitler
Después de aquel bombardeo del 26 de abril de 1937 que inmortalizara brillantemente Pablo Picasso, “Franco dio una orden explícita para que no se hiciera más este tipo de bombardeos”, recuerda Molés.
Tras la destrucción de Gernika, “Franco llegó a pedir en abril de 1938 que la Legión Cóndor dejara de bombardear a población civil, incluso si se nombraba a un pueblo, ordenaban que no se bombardeara el centro, sino alrededor”. Sin embargo, el barón Wolfram von Richthofen, responsable de la Legión Cóndor tenía otros planes de desarrollo armamentístico. Y los ejecutó a costa de los habitantes de Albocàsser, Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes.
“La efectividad de los aviones probada en España es tal que luego se fabricarían miles y miles de esos aparatos. Hitler los utilizó especialmente en la primera mitad de la II Guerra Mundial. El experimento les fue bien”, mantiene Molés. No se puede decir lo mismo del relato impuesto por el franquismo sobre lo ocurrido en Albocàsser, Ares del Maestrat, Benassal y Vilar de Canes.
Gracias a las investigaciones de Vives y compañía, narradas en el acertado documental de Pepe Andreu y Rafa Molés, ahora en Benassal ha dejado de existir el memorial dedicado a Alfred Simon, el soldado de la Legión Cóndor muerto. “Ese monumento al verdugo ya no existe, ahora lo hay para todas las víctimas reales de los bombardeos, ya fueran de izquierdas o de derechas”, concluye Molés.