Dejad de matar al western, maldita sea

“Soy John Ford y hago westerns”. Así se presentó el director con más Oscars de la historia (ninguno por este género) ante su sindicato en plena caza de brujas. Nadie ha hecho más por un género que John Ford por el western. Sin embargo, a finales de la década de los 70 el público perdió interés por los elementos clásicos del género, por ese personaje central que atravesaba los paisajes desérticos y salvajes, que descansaba en desoladores ranchos o fuertes en medio de la nada y cuya figura de pistolero, basada en sencillos códigos de honor, era testigo de la sangrienta conquista de la civilización y terrible subordinación de los nativos.

Desde entonces los directores que hacían western se han despedido del género con obras llenas de nostalgia. Otros han renovado sus códigos, su estética. Y algunos lo han matado. Pero es mentira, el género no ha muerto nunca. Ni siquiera si consideramos a la taquilla como verdugo, Django desencadenado sumó unos 162 millones de dólares, siendo el tercer western más taquillero de la historia después de Bailando con lobos y Valor de ley (ésta última estrenada en 2010).

Slow West es el último título del género que Ford elevó a la excelencia, viene de Reino Unido y es el debut de John Maclean protagonizado por Michael Fassbender. Como todos los western de las últimas dos décadas, Slow West se convertirá en una película de culto. Maclean impregna de color los bosques y parajes desérticos, mezcla las citas de carácter literario con el humor negro y aunque parezca que parodia la violencia no lo hace porque precisamente de eso va el asunto, de despreciar la brutalidad de una época a través de una parábola con forajidos, carteles de “SE BUSCA”, tiroteos, nativos y el impulso de un primer amor.

El misterioso Silas interpretado por Fassbender cuenta la historia de Jay, un joven escocés de buena familia que llega al Viejo Oeste para reunirse con la chica a la que ama. Los personajes que Silas y Jay se encuentran por el camino son icónicos y las distintas secuencias que alimentan su aventura tienen ritmo, son audaces y conforman un entrañable cuento moral en el que se reviven las tres épocas del western.

'Just my Rifle, My Pony and Me'

John Ford sonriendo mientras Dean Martin, Ricky Nelson y Walter Brennan cantan My Rifle, My Pony, and Me en Río Bravo es una de las escenas que mejor simbolizan el romanticismo y la épica de la edad dorada del western. John Ford lo popularizaría años antes con La diligencia, pero el western más importante del Hollywood clásico es Centauros del desierto. La película que comienza con una puerta que se abre y termina con la misma puerta cerrándose.

El argumento es simple. Ethan Edwards sale en busca de los indios que se han llevado a su sobrina. John Ford habla del racismo y la intolerancia más profunda a través de ese odio latente en la mirada de John Wayne. Un relato amargo y poético sobre un perdedor que se convierte en el auténtico reflejo de la identidad de una nación. Centauros del desierto transformó el arquetipo de protagonista masculino para siempre.

Ya en los 50, cuando la fórmula se agotaba y el público de posguerra se cuestionaba los ideales del western clásico, los grandes directores del género transformaron el lenguaje, oscurecieron el tono, le dieron otro sentido al antihéroe y adoptaron una visión mucho más crítica del gobierno.

El mejor ejemplo del western crepuscular es El hombre que mató a Liberty Valance, la última gran obra de John Ford que cambió los códigos que él mismo había ayudado a establecer décadas antes. El abogado de Stewart que rehúsa llevar revólver sirve como gancho para retratar el momento en el que el Salvaje Oeste dejó de ser un territorio sin ley y al final nada es lo que parece, cuando interviene el personaje de John Wayne (que sí lleva revolver). Y la conclusión es, parafraseando a James Gordon en El caballero oscuro, que Wayne era el héroe que América merecía, pero no el que necesitaba.

La renovación empieza y acaba en Clint Eastwood

Durante la decadencia del western nació lejos, en Italia, la renovación del mismo: El spaguetti western. Sergio Leone firmó la trilogía del dólar: Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Y al mismo tiempo Clint Eastwood entró en nuestra vida interpretando a un pistolero errante en esta especie de trilogía surrealista y violenta que cambió la concepción tradicional del género.

Mientras Sam Peckinpah firmaba una obra capital como Grupo salvaje, Leone cambiaba radicalmente los elementos narrativos incrementando la sangre hasta el exceso para convertir el género en un macabro divertimento donde desaparecen las figuras de los nativos y donde los roles de héroe y villano estaban desdibujados. La cuestión era si esa violencia tan exagerada justificaba las acciones de sus personajes.

Lo que comenzó con Eastwood terminó también con él, con su William Munny de Sin perdón, una crítica feroz al típico uso de la violencia que los primeros westerns promovían con su ideal de hombría. Un pistolero retirado debe hacer un último trabajo para salvar a su familia, matar a dos hombres que cortaron la cara a una prostituta. La película de Eastwood es brutal, sombría y terriblemente nostálgica cuya tesis se desprende de las palabras de Munny.

En esta escena Munny nombra a las prostitutas para darse una razón que justifique su violencia. Pero no existe redención posible a tanta brutalidad.

La propuesta de Nick Cave y John Hillcoat

Durante los 90 y los 2000 se han estrenado títulos en los que autores como Jim Jarmusch, Andrew Dominik, Quentin Tarantino o los hermanos Coen han utilizado el género para llevarlo a su terreno. Desde el misticismo y ese blanco y negro lleno de excéntricas figuras que aportaba Jarmusch con su Dead Man, hasta esa desbarre de sangre y espectáculo que significó Django desencadenado, de Tarantino, que repite género con su próxima película, The Hateful Eight.

Sin embargo, es en Australia donde está la cuna del nuevo western. Parte de la producción de Slow West es neozelandesa pero todavía no se puede considerar a Maclean como figura clave del género, por muy original que sea su debut. El heredero es John Hillcoat y su western es La propuesta, la historia de un hombre interpretado por Guy Pearce que tiene que decidir entre ver morir a su hermano menor en la horca o matar a su hermano mayor. Nick Cave se encarga de este guión y Hillcoat le da forma con una enorme fuerza visual y una narración cautivadora alimentada por las interpretaciones de Pearce y sobre todo de Ray Winstone.

El western vuelve a ser emocionante y profundo y afortunadamente sigue influyendo a generaciones enteras de jóvenes directores.