Penélope Cruz rescata a Julio Medem para el cine español
“Julián, tú que eres medio artista a mi hija dale cultura a cucharadas”, eso le dice Magda, interpretada por Penélope Cruz, a su ginecólogo en una escena de Ma ma. Después de tres años Julio Medem ha vuelto a España, un país al que siempre ha considerado culturalmente anémico, de ahí las cucharadas. Harto de los recortes en cultura, hastiado con el comportamiento impasible de un Gobierno que ignoraba a una industria (la del cine) que prometía sobrevivir con poco y ni ese poco se le daba, se fue a vivir a Los Angeles.
Después de la intimísima Habitación en Roma, este director que alcanzó el estatus de auteur con sus primeros trabajos, Vacas o Los amantes del círculo polar, escribió Aspasia, amante de Atenas, un libro que, según él, le satisfizo artísticamente para una buena temporada. Parecía que nada le podía hacer volver a España a hacer cine con nuestra convaleciente industria. Pero entonces llegó Penélope Cruz, que leyó el guión de Ma ma, que lo amó desde el principio y que decidió no solo protagonizarla, sino también coproducirla. Era el momento de regresar.
Magda es una profesora en paro, con un hijo pequeño que sueña con jugar en el Real Madrid y un marido que la engaña. Un día le diagnostican un cáncer de mama del que tiene un 70% de posibilidades de curarse. Ese mismo día viendo jugar a su hijo conoce a Arturo (Luis Tosar), un ojeador del Real Madrid; también ese mismo día la mujer y la hija de Arturo tienen un accidente de coche.
La película de Medem está repleta de relatividades. “La tragedia de Magda ya está impuesta pero siempre se puede relativizar, nos podemos comparar con la tragedia de otro, ella se compara con Arturo y decide ayudarle porque al fin y al cabo lo suyo no es tan grave, ella al menos tiene un 70% de posibilidades”. En un hotel de Madrid Julio Medem nos habla sobre las relatividades de su película y nos la disecciona por completo en unas cuantas frases. Reproducir aquí sus palabras sería hacer un spoiler que, sin duda, estropearía la experiencia del espectador.
La película trata del cáncer de mama y las sorprendentes consecuencias de esta enfermedad que contraen una de cada ocho mujeres. Ma ma tiene algo (mucho) de cuento, y a veces los giros de su argumento pueden rozar lo ridículo o lo increíble, pero es que resulta que es la ficción la única manera de explicar lo que pasa de verdad en la vida.
Medem no quiere engañar a nadie y aunque su pulso de autor y su sugestiva puesta en escena ya no funcione (y más bien se desbarre), Ma ma solo pretende contar eso que pasa cuando asumimos que nos podemos morir, en palabras de su director: “Cuando tenemos la muerte en el horizonte cercano, como contrapunto, la vida que hay en medio se valora más. Dicen que incluso se sobrevalora, ¿pues y qué? No hay problema en que se sobrevalore la vida, ¿no?”.
Penélope Cruz, como coautora del filme
Julio Medem se moría de ganas por trabajar con Penélope Cruz, y él, que ya hacía cinco años que no dirigía una película, se tuvo que volver de su exilio. Reescribió el guión, soñó y fantaseó con lo que haría Penélope con el personaje de Magda y al final parece que la actriz madrileña superó las expectativas. “Lo que ha hecho en el rodaje Penélope Cruz está a mucha altura, me gusta decir que su trabajo es una obra de arte de incalculable valor que hace que tenga sentido el trabajo de todos. Además, desde el guión, Penélope aportó. ¡Ya en el guión! Y luego en el rodaje, pues también. A mí me gusta ensayar pero ella no quiso ensayar. Y yo, claro, lo respeté”, cuenta Julio Medem.
Desde el personaje de Ana en Los amantes del círculo polar, el director solo ha escrito sobre mujeres. Se ha metido completamente en el papel de ellas, y ellas son siempre sus personajes principales. Lucía y el sexo es una prolongación de la Ana que interpretaba Najwa Nimri, y después llegó la extraña historia de Caótica Ana con Manuela Vellés y Habitación en Roma, donde Elena Anaya y Natasha Yarovenko se desnudaban en favor de la película más lírica y también más sensiblera de su carrera.
Realmente Medem siempre ha sido un poco sentimental, pero en el caso de Ma ma Penélope Cruz rebaja con gracia, y unos cuantos grados de verdad en su interpretación, los malos vicios del director. Por eso, sobre todo por eso, es coautora. Igual que en Volver, la actriz consigue hacer reír y llorar y lo hace aparentemente sin darse cuenta, con sutileza y sin artificios.
La crisis, la cultura y las ganas de vivir
Cuando la crisis estaba en su apogeo, Medem se marchó fuera, pero ahora que ha vuelto todavía no estamos curados. Los problemas sociales quieren estar presentes en la película, primero en la situación laboral de su protagonista y después en las noticias que salen de una televisión que acrecienta las náuseas provocadas por la quimioterapia. Pero se nota que al director lo que más rabia le da es la cultura: “Estoy bien aquí, mejor. Se empieza a despejar el panorama. En el cine empezamos a sentirnos un poco más apreciados por el público. Hay más respeto en general por lo que hacemos. Y es que en este país somos talentosos, los españoles tenemos que sentirnos orgullosos de nuestro talento en la música, en pintura, en cine... Bueno, la verdad es que tampoco somos un país demasiado culto, si apreciáramos aquí un poco más la cultura seguro que valoraríamos más la nuestra”, sentencia Medem.
Pero al final toda esa crítica social se ve consumida por el lirismo de su autor y también por las ganas de rodar una historia de amor. El filme tiene un evidente y muy grave síntoma: la cursilería. Esto hará que la película pueda ser detestada por gran parte del público, pero curiosamente Medem es consciente del riesgo que ha corrido en las escenas más emotivas, por ejemplo cuando el personaje del ginecólogo interpretado por Asier Etxeandia se arranca a cantar Morena Mía de Miguel Bosé o Vivir de Nino Bravo. El director sabe que es fácil caer en la sensiblería y aunque probablemente lo haga, su intención es tan loable que se justifica por sí sola. Julio Medem solo quiere darnos ganas de vivir a cucharadas.