Operación: recuperar las salas de cine para el pueblo
La Asociación Salvemos el Elíseos tiene un objetivo muy claro. Quieren salvar el último cine clásico de una ciudad, Zaragoza, que como muchas otras se está llenando de multisalas y vaciando de emblemas. Desde que en octubre supieron que un empresario había adquirido el histórico (fue fundado en 1944) Cinema Elíseos, no han cesado en su empeño por recuperarlo. Su intención es darle una nueva vida cinematográfica en la que su nuevo propietario no parece estar pensando. “De perder la esperanza, la habríamos perdido hace mucho”, clama Agustín Monllor, presidente de la asociación.
Tras una recogida masiva de firmas, una campaña en redes (en Facebook cuentan con casi cuatro mil seguidores) y diversas reuniones con el Ayuntamiento y con el Gobierno de Aragón, el último paso que han dado ha sido firmar un manifiesto en el que, entre otras cosas, solicitan a las instituciones “la catalogación del Cinema Elíseos a su máximo grado de protección”. A dicho manifiesto se han adherido hasta 140 figuras entre las que se encuentran Pedro Almodóvar, Luisa Gavasa o David Trueba.
El siguiente, en marzo, será un nuevo encuentro con Patrimonio para presentarles un plan de viabilidad del espacio. Dicho proyecto conllevaría una espera de “hasta veinte años para recuperar lo invertido”. Pero pasado ese tiempo, tendrían lo que pretenden que sea una Filmoteca de Aragón “excelente y preciosa. Y las arcas públicas no se habrían resarcido. Nosotros lo vemos muy claro”, explica Monllor. Además, acaban de mandar 15 cartas a diversas empresas para ver si pueden “apoyarles vía mecenazgo”, lo cual acortaría ese periodo de recuperación. Paralelamente, están buscando ayudas de la Unión Europea.
Porque aunque en un principio el nuevo propietario de la sala estaba dispuesto a negociar para alquilársela a la asociación, en enero les dio “un ultimátum”. Y les pedía una cantidad que consideran desorbitada. Así que ahora se amparan en que el local está catalogado como Bien de Interés Cultural, “por lo que la compra tendría que haberse notificado al Gobierno en el momento de realizarse”, cuenta Monllor. Como no se hizo, desde Salvemos el Elíseos están instando a las autoridades para que ejerzan su Derecho de Retracto y le adquieran el edificio al nuevo dueño por el mismo precio que pagó. El plazo para ejecutar esa operación finaliza el 19 de abril.
Desde el Ayuntamiento de Zaragoza, Fernando Rivarés, concejal de Cultura, nos ha confirmado que mantienen “una posición favorable a la causa”. De hecho, forman parte del manifiesto. Ellos proponen un proyecto común de las instituciones liderado por el Gobierno de la comunidad, para crear una “cinemateca de Aragón”, a la que cederían recursos desde la Filmoteca Municipal. “Todo patrimonio de valor debe ser recuperado y defendido”, insiste, “y este cine es parte de la memoria sentimental y cultural de la ciudad”.
Antecedentes exitosos
La Asociación Cinema Elíseos ha contado con el ejemplo y ayuda de la CineCiutat de Palma de Mallorca. En julio de 2012, la Associació Xarxa Cinema consiguió darle una nueva vida a los Renoir (los únicos que programaban en versión original en la capital balear) que habían cerrado apenas unos meses antes, gracias al apoyo de más de mil socios. Hoy, CineCiutat es un centro cultural y de innovación, en este caso autogestionado, en el que tan pronto proyectan filmes en VOSE como realizan talleres y eventos.
Sus administradores lo describen como “el primer cine democrático en el mundo”. “CineCiutat nació para ser más de lo que consideramos un cine normal”, cuentan en el dossier que nos facilitan. “Una experiencia desarrollada por y para su público: desde sus comisiones formadas por voluntarios hasta el simple voto y opinión a través de las diversas plataformas online; un cine comunitario que da al usuario el poder de escoger y modelar su producto y disfrutarlo, como su propio nombre indica, en comunidad”.
También la historia del Aragó Cinema, en Valencia, tuvo un final feliz gracias a La Cinemista. La sala cerró en 2006 después de 17 años de actividad, y tras meses de negociaciones, esa cooperativa formada por ocho trabajadores y un asociado consiguió alquilársela a los anteriores propietarios.
Desde noviembre administran la sala, con los “riesgos y beneficios” que acarrea. Ahora se puede disfrutar ahí del cine por el que apuestan: formatos menos comerciales, de autor, maratones, series en pantalla grande o películas con dificultades para encontrar distribución en el circuito convencional.
Un caso complejo: los Roxy
Y en una tesitura parecida a la del Cinema Elíseos se han encontrado los Cines Roxy, en el número 123 de la Calle Fuencarral de Madrid. Una calle especialmente castigada por la crisis de negocio del sector: en pocos años ha pasado de tener siete cines a sólo dos. El 28 de octubre se aprobó en el pleno del Ayuntamiento que su local, cerrado desde 2013, dejase de tener licencia de uso recreativo para pasar a tener licencia de uso comercial. “Así, este local dejará de ser un cine para convertirse, presumiblemente, en un supermercado”, lamentan desde la plataforma #SalvemosLosRoxy.
La iniciativa, surgida en noviembre, ha tratado de paralizar ese cambio a base de una recogida de firmas, en la que piden a la Administración que se involucre y que ayude “a fomentar el uso cultural de los locales de la ciudad”. Además, han llevado a cabo una original campaña en redes sociales para darse visibilidad, maqueando carteles de famosas películas y hasta creando tráilers.
Sin embargo, la situación es más compleja y no depende sólo de buenas intenciones. Fuentes de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid nos comentan que aunque “no nos gusta que se cierre un cine, a nadie con un mínimo de sensibilidad cultural le gusta”, ese cambio de licencia fue un procedimiento reglado sobre un edificio privado no potestativo del Consistorio.
“Nos lo pidieron y lo tuvimos que tramitar, tenemos que cumplir la ley. Si no hubiéramos dado ese cambio de uso que nos pedían, hubiéramos incurrido en prevaricación. Es un particular, y es su derecho de propiedad privada”, explican las mismas fuentes.
Hay más ejemplos de proyectos que han ejercido de David contra Goliat. Como los Cines Zoco de Majadahonda. La asociación con el mismo nombre consiguió sacar adelante unas salas cuyos propietarios “son y serán sus mismos espectadores”, que pagan una cuota anual. Otros, como la Asociación Cultural Cine Variedades de El Escorial, de momento se quedaron congelados. Pero no hay que olvidar las palabras del genio Fritz Lang: “el cine es el arte del pueblo, y yo estoy al lado del pueblo”. Y con la magia del séptimo arte de tu parte, nada es imposible.