Durante las primeras décadas del siglo XX, Japón desarrolló una agresiva política imperialista en el sureste asiático, que llevó a la ocupación forzosa de Corea desde 1910 hasta su derrota frente a Estados Unidos en 1945, que cerró la Segunda Guerra Mundial. Durante ese periodo, las tropas japonesas llevaron a cabo toda clase de violaciones de los derechos humanos, entre las que se encuentra la esclavitud sexual a la que sometió a muchas jóvenes, denominadas eufemísticamente “mujeres de consuelo”. La dibujante Keum Suk Gendry-Kim (Goehung, Corea del Sur, 1971) ha plasmado en Hierba (Reservoir Books, 2022, traducción de Joo Hasun) la vida de una de ellas, como forma de preservar la memoria y denunciar los hechos.
Licenciada en Bellas Artes, su relación con el cómic se inició como traductora de algunas obras coreanas al francés, tras lo cual publicó sus primeros libros directamente escritos en ese idioma. Hierba es su novela gráfica más ambiciosa hasta el momento, y se ha convertido en un fenómeno internacional que muchos comparan con Maus de Art Spiegelman o Persépolis de Marjane Satrapi. Ha sido considerada cómic del año por medios como The Guardian o The New York Times, además de ser nominada a los Premios Eisner y obtener un Premio Harvey. Hierba impacta en el lector por su engañosa sencillez, que oculta un sofisticado armazón formal para contar una historia cruda, llena de sufrimiento, que Gendry-Kim se esmera en tratar con respeto y delicadeza, secreto, sin duda, del éxito que está cosechando entre el público.
¿Cómo surge la posibilidad de entrevistar a la protagonista de Hierba?
Antes de realizar esta obra, alrededor del año 2012 o 2013, hice un cómic corto sobre las 'mujeres de consuelo', que escribí sin tener testimonios de las víctimas. Pero, después, pensé que este tema requería una mayor reflexión y profundización y no bastaba con ese cómic corto. Y entonces se me ocurrió reunirme con algunas de las víctimas, para darle esa profundidad.
¿Cómo fue su relación con Lee Ok-Sun? En el cómic se ve cómo fueron las conversaciones con ella, pero seguramente tratar con una persona con esas experiencias le dejó huella.
Después de mi primera visita, decidí que lo mejor era mantener cierta distancia con la vida de la protagonista. Si me hubiera dejado llevar demasiado por las emociones, habría sido muy difícil escribir la obra. Quería mantener una perspectiva muy objetiva.
En Hierba se ve que la vida de Ok-Sun fue muy dura, incluso desde antes de ser una mujer de consuelo. De alguna forma, es un ejemplo de las vidas que han llevado las mujeres en el siglo XX en muchas partes del globo. ¿Cree que esa historia puede ser universal y servir de denuncia de la situación de las mujeres como víctimas de este tipo de conflictos armados?
Sí, yo decidí retratar esa vida desde una perspectiva integral porque, a mi juicio, las mujeres, desde la niñez, afrontan este tipo de problemas. Por ejemplo, la falta de acceso a la educación, la discriminación social, la violación, el ser tratadas como objetos. Hay muchas mujeres que viven con traumas, especialmente en tiempos de guerra. Para mí, la vida de Ok-Sun es una representación de todas las mujeres.
En Occidente, se entiende que el papel de Japón en la Segunda Guera Mundial fue sobre todo el de ser aliado de Hitler, pero no todo el mundo sabe que, previamente, desarrolló una política imperialista muy agresiva en el sureste asiático y, en concreto, en Corea. Dado el éxito que está teniendo Hierba, ¿cree que puede servir para divulgar estos hechos?
A principios de los años 90, otra mujer víctima dio su primer testimonio como esclava sexual durante la Segunda Guerra Mundial. Ese testimonio sirvió para dar a conocer este problema en la sociedad coreana, y también fue el motivo de que se planteara de manera general el problema de la violación de los derechos de las mujeres. Creo que fue muy importante en nuestra historia reciente. Con respecto a las relaciones entre Corea y Japón, a finales del siglo XIX Japón se abrió hacia el mundo occidental de manera forzada, en una situación injusta para ellos. En esa época, Japón empezó a recibir el influjo de la civilización occidental y se convirtió en una potencia en su zona geográfica, que proyectó la invasión de Corea y otros países asiáticos. Y ese imperialismo fue el culpable de muchas matanzas de civiles y del reclutamiento forzoso de muchas mujeres para servir de esclavas sexuales a los soldados japoneses durante la guerra del Pacífico. Creo que por eso es importante que Japón ofrezca una disculpa sincera, pero también que eduque a sus jóvenes para que conozcan su pasado, incluyéndolo en sus manuales escolares. Sin embargo, no quise contar todo esto directamente en mi obra, porque creo que los lectores deben sacar sus propias conclusiones.
Sobre esta cuestión, ¿cree que la reticencia a reconocer y reparar estos hechos puede estar relacionada, de alguna forma, con una intención de preservar la imagen amable e inofensiva que Japón se ha esforzado en ofrecer al mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial?
Sí, creo que sí.
Sobre la necesidad de recuperar la memoria, en España hay un movimiento de personas que piden una reparación por los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista. Pero también hay mucha gente que considera que hay que olvidar esos hechos y no remover el pasado. ¿Qué visión tiene usted sobre la necesidad de recuperar esa memoria? ¿Existe en Corea del Sur gente que sea favorable a olvidar y no reparar a las víctimas?
En Corea, la derecha es partidaria del olvido del pasado, pero creo que en la sociedad en general hay más voces que apoyan las reivindicaciones relacionadas con la esclavitud sexual, incluyendo los más jóvenes, muchos estudiantes, que quieren reconocer ese pasado y apoyar a las víctimas. Pero creo que esta no es una cuestión que deba decidir la sociedad coreana. Ante todo, está la necesidad de disculpa por parte de los agresores. Cuando tengamos esa disculpa sincera, podremos avanzar. Tal y como lo hicieron los alemanes, los japoneses deben dar ese paso. Y en ese momento, Corea del Sur podrá avanzar en sus relaciones con Japón, sobre la base de una amistad sincera. Pero, en la actualidad, Japón sigue un camino muy diferente al que tomó Alemania.
En Hierba, usted utiliza el dibujo de un modo muy interesante. Por ejemplo, escoge omitir la violación de la protagonista, que no representa de forma directa. ¿Qué valor cree que tiene el dibujo para mostrar este tipo de historias?
La violencia y, más concretamente, la violencia sexual, deja traumas y heridas para toda la vida. No solo a las víctimas, sino a las personas que las rodean. Más que recurrir a imágenes realistas, quería representarla de manera simbólica, utilizando metáforas. Y también quería evitar que las imágenes explícitas significaran una segunda violación para la señora Ok-Sun. Desde el punto de vista de los lectores, creo que muchos, hoy en día, ya están expuestos a esa violencia, de forma que las imágenes violentas son consumidas casi como un juego. Si intensificamos esa violencia, no tiene ningún efecto. Prefiero jugar con su imaginación, de forma que pudiera conseguir un mayor impacto. Pienso en el Guernica de Picasso… Los escritores y artistas tienen que abordar asuntos históricos para abrir un espacio de reflexión sobre esos hechos, y para denunciarlos.
Hierba se ha comparado con Maus, de Art Spiegelman. ¿Ha sido una influencia en su trabajo? ¿Cree que esa comparación tiene sentido?
Maus es una obra maestra de fama internacional, que creo que ha influido en la mayoría de autores de novela gráfica. Nos abrió las posibilidades para abordar a través de este medio muchos temas sociales. Para mí es un honor la comparación entre Maus y Hierba. Yo no me formé para dibujar cómic, ni siquiera tenía, al principio, la idea de hacer este tipo de libro, pero gracias a Maus y a ciertas obras que retratan la historia de Corea en los años setenta y ochenta, que me impactaron mucho cuando las traduje para el mercado francés, me di cuenta del potencial que la novela gráfica tenía.
Hasta hace muy poco, el cómic coreano que se publicaba en España era, principalmente, manwa juvenil. Solo ahora está empezando a llegar otro tipo de obras, novelas gráficas orientadas a un público adulto como Hierba. ¿Cómo es la escena del cómic en Corea del Sur, es un buen momento en este medio?
Lamentablemente, en Corea no tenemos mucha tradición de novela gráfica. El lector, además, tiene preferencia por las obras provenientes del mundo occidental, como Maus. También se ha generalizado la percepción de que los cómics son para niños y no son buenos para su educación, aunque en los últimos años ha habido un bum de los cómics en internet, los llamados webtoons. Pero eso está muy lejos de la novela gráfica. Sin embargo, Hierba ha recibido muchos galardones internacionales, lo que creo que ha aumentado el interés por este tipo de obras en mi país.