La cultura quiere empezar a descarbonizarse por el tejado
Sostenibilidad o extinción. Las instituciones culturales quieren reducir costes en consumo energético para liberar recursos que puedan ser dedicados a políticas públicas. Y, al tiempo, anular su huella de carbono con la conversión de sus edificios en espacios de eficiencia energética y de uso de energías renovables. El Teatro Real ha dado el primer paso en la decisiva carrera por la lucha contra el cambio climático. En un año se convertirá en “el primer edificio Bien de Interés Cultural (BIC) de consumo nulo”, explica Pablo Durán, uno de los arquitectos responsables del ambicioso plan que descarbonizará la institución.
La obra costará 4,5 millones de euros y el dinero europeo llega del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR). La mayor parte del presupuesto estará destinada a la realización de un forjado solar fotovoltaico y a la mejora de las instalaciones de climatización. Se sustituirán bombas de calor por equipos más eficaces y, sobre todo, se incorporará nueva carpintería que aísle el interior. En total, el Teatro Real ejecutará 17 Medidas de Ahorro Energético (MAE) y estarán listas para finales de 2023.
“El Teatro Real no es ajeno al compromiso que tanto gobiernos, instituciones, empresas y sociedad civil deben marcarse con el fin de avanzar hacia sociedades con un crecimiento económico inclusivo, con mayor cohesión y justicia social, en paz y con un horizonte medioambiental sostenible, según se establece en la Agenda 2030”, explica la dirección del Teatro Real en el proyecto al que ha tenido acceso elDiario.es. “Este compromiso supone una serie de transformaciones profundas en nuestra forma de relacionarnos, de habitar los espacios y de pensamiento, de las cuales el Teatro Real no debe mantenerse al margen. Es por eso que debemos afrontar el reto de transformar el Teatro Real en un edificio de consumo nulo”, añaden.
Intervención invisible
“El compromiso global de ahorro en el consumo de energía primaria no renovable será de un 80%. La generación de energía fotovoltaica es relativa. El vatio más ecológico no es el que produces con energías limpias, sino el que no consumes. Por eso es una intervención muy ambiciosa que busca reducir el consumo. En un bien protegido no puedes tocar la envolvente”, cuenta Pablo Durán, que quiere subrayar que la impulsora de esta conversión verde es la directora técnica, Nuria Gallego.
Se alterarán las fachadas del edificio al renovar las carpinterías exteriores —algunas de ellas en “estado deplorable”—, sustituyéndolas por unas nuevas de “muy superiores prestaciones térmicas y geológicas que reduzcan drásticamente la huella de carbono del edificio. Pero respetando siempre su configuración actual”, explica el proyecto. Es decir, impacto visual nulo.
Es un edificio con máxima protección y las actuaciones sobre el mismo son muy restringidas. “Se trata de resolver con una arquitectura propia de nuestro tiempo nuevos problemas y retos de manera respetuosa con la arquitectura del pasado y con el ámbito histórico en el que se inserta”, aseguran los arquitectos responsables del proyecto, que actuarán 25 años desde la última intervención integral del edificio.
El secreto de las cubiertas
La actuación principal sucederá en el techo del Teatro Real. La intervención lo transformará en una “cubierta solar”, que producirá la energía con la que se alimentará la institución. El revestimiento actual es metálico (y muy deteriorado) y con partes de grava y baldosas. La innovadora propuesta pretende convertir las cubiertas en “un gran espacio de captación de energías renovables”, sin intervenir en el impacto visual del entorno.
La actuación invisible dará lugar a un nuevo espacio que podrá estar abierto al público, gracias a un pavimento plano transitable de vidrio fotovoltaico. Los arquitectos Pablo Durán y Elena Sánchez, de La Arquitecturía, han diseñado un cambio del material de cubrición de las tres cubiertas planas por el fotovoltaico. De este modo, la propuesta que se presenta facilitará que el público acceda a las cubiertas y disfrute de un nuevo mirador, con vistas de 360 grados de Madrid. Desde el corazón de su centro histórico, la institución podrá crear una nueva fuente de ingresos con las visitas y con el alquiler de esta terraza.
Las previsiones de producción mensual de energía destacan que el mes de mayor producción será junio, con 4.290 kWh. El valor disminuye casi un 70% en diciembre, el mes más desfavorable en producción energética, con 993,5 kWh. Los estudios desvelan que el 16 de junio es el día que más energía producirá, con 143,59 kWh.
Sin fondos
La sostenibilidad de las instituciones culturales depende de la transformación urgente de sus edificios en espacios de consumo nulo. La organización británica Museum Association ha lanzado una campaña por la justicia climática, en la que trabajan con el sector museístico para ser “valientes en la sensibilización, la defensa del cambio y la incorporación de la acción climática”. “La justicia climática debe estar en el centro de nuestra sociedad”, explican en su manifiesto. “Todo el mundo es un agente de cambio, independientemente de su papel dentro y alrededor de los museos. Pero es fácil sentirse abrumado, sin saber por dónde empezar o sin la confianza de que lo que está haciendo es lo correcto”, advierten.
Para dar el primer paso es necesaria la financiación. El reto de la eficiencia energética necesita de fondos que lo hagan posible y la inversión de fondos europeos en el Teatro Real ha aplazado hasta 2023 la intervención que el Ministerio de Cultura de Miquel Iceta tenía para el Museo Reina Sofía y la Biblioteca Nacional de España. Este periódico ha podido saber que sobre la mesa de Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IADE) —entidad responsable de la gestión de los fondos para este tipo de inversiones— está el proyecto de algo más de 12 millones para transformar los edificios de ambas instituciones. Sin embargo, Gregorio Marañón, presidente del Patronato del Teatro Real, ha logrado aplazar en los despachos para priorizar su propuesta.
El propio Museo Reina Sofía reconoce a elDiario.es que esperaba una partida del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) para afrontar esta conversión, pero no la ha tenido. Desde el museo indican que estaba previsto que fuera asignada esta inversión en 2022, “pero desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IADE), nos comunicaron que, al menos en este ejercicio, el museo no podría disponer de dichos fondos”.
La Administración ha agotado su financiación destinada a adecuar los edificios a las nuevas necesidades climáticas: “Nos han comunicado que estos proyectos no se han podido llevar a cabo, con cargo al programa indicado anteriormente, por falta de fondos públicos. Han sido pospuestos para un futuro plan de reducción de consumo energético. Confiamos en que el próximo ”reparto“ de fondos nos sean adjudicados”, cuentan desde la dirección del museo. Desde el Ministerio de Cultura informan que la inyección de fondos sucederá el próximo año.
El Museo Reina Sofía ha sido la primera gran institución española en proyectar la eficiencia climática, cuando ante el confinamiento por la COVID-19 replantearon sus hábitos de consumo y flujos laborales. En estos años han ahorrado 60.000 euros de agua, 135.000 euros de gas y 500.000 euros de luz. El plan ejecutado por el museo no ha requerido inversión, ha sido fruto de la optimización de equipos. Lo siguiente será la implantación de energías renovables, con aporte solar, geotermia y aerotermia... cuando haya dinero.
Sin embargo, el museo tiene muchas tareas pendientes. Explican que en los próximos años, sin plazo determinado, quieren rehabilitar y adaptar los edificios Nouvel y Sabatini, con la instalación de energías renovables, adecuación de la envolvente, la sustitución de la iluminación interior y de las fachadas. Además, mejorar las prestaciones técnicas de carpinterías, cubiertas y lucernarios. También tendrán que acometer obras en las sedes del Retiro, en el Palacio de Velázquez y el de Cristal, con instalación de fuentes de energía renovable y mismas actuaciones que en la sede principal. La superficie que pretenden mejorar es de 2.653 metros cuadrados, con la reducción del consumo de energía en un 30%, la mejora de la letra de calificación energética del edificio e instalar generadores de electricidad para autoconsumo. De momento, todo esto es una hipótesis.
Por su parte, la Biblioteca Nacional de España (BNE) explica a elDiario.es que ha presentado al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográficos su proyecto para la sustitución de las cubiertas y la regeneración energética de sus edificios, tanto de la sede de Recoletos como la de Alcalá de Henares. “El proyecto contempla la mejora de la envolvente de los edificios de ambas sedes, el cambio de los sistemas de climatización, así como la instalación eléctrica, que pasaría a ser energía fotovoltaica de autoconsumo. El ahorro calculado en la factura de la luz, el gas o el gasóleo es elevado, a lo que se añade la reducción de emisiones”, indican fuentes de la dirección de la institución. Y añaden que la BNE está pendiente de recibir respuesta del Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía IDAE sobre la financiación de este proyecto, que se ejecutaría con cargo al PRTR.
El Museo del Prado no tiene un plan de descarbonización, ni ha presentado un proyecto para convertirse en edificio de huella cero al IADE. Pero desde la dirección se indica la apuesta por la eficiencia energética, cuando en 2013 comenzaron a cambiar la iluminación LED. La institución ha dejado de emitir 372,6 toneladas de CO2 y ha reducido el consumo energético en un 77,3% hasta 2021. “En total, la iniciativa, patrocinada por la Fundación Iberdrola España, permitirá ahorrar hasta 1,77 millones de kWh/año y reducir un 44% la radiación de las obras. Este sistema de iluminación permite mejorar la conservación de las obras de arte al reducir el factor de daño en más del 44%”, indican. Sin embargo, sobre la conversión del edificio en un lugar verde no hay planes todavía.
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