Antonio Manzini: “Italia está parada, no hay ilusión como en Grecia y España”
Antonio Manzini (Roma, 1964) es la nueva sensación de la novela negra italiana. Actor durante tres décadas, llegó a la literatura por casualidad, pero con su personaje, Rocco Schiavone, un policía romano, amargado, desencantado y un tanto corrupto, ha conseguido entusiasmar a los lectores. Su primera novela, Pista negra, sobre un asesinato en un pueblo del Valle de Aosta, en los Alpes italianos, acaba de ser publicada en español por Salamandra y muestra que los italianos pueden crear personajes que van más allá de esos policías tranquilos a los que les encanta la buena mesa y el buen vivir.
Ayer estuvo en Barcelona, durante el festival BCNegra, en el que también se habló de las características del giallo –en Italia al género criminal se le denomina género amarillo– en un país que también sabe mucho de corruptelas –acuérdense de Tangentopolis– y mafias, y que ahora, como afirma Manzini con cierto pesar en esta entrevista con eldiario.es, no ha conseguido subirse a la ola del entusiasmo que recorre el sur de Europa.
En ‘Pista negra’ nos hemos topado con el policía Rocco Schiavone, un personaje que poco tiene que ver con los comisarios cursis de algunas novelas del género en Italia. Es muy antipático, pero a la vez fascinante.
Creo que es más verosímil. No creo que existan personas completamente serenas, felices y claras. Las personas tienen también un alma oscura escondida, y eso es lo que me interesa. El alma oscura de Schiavone es mucho más parecida a lo que te encuentras por la calle. Al principio puede resultar antipático y muy poco amable, pero sinceramente, creo que está mucho más cercano a la realidad.
También es un hombre profundamente desencantado. ¿Por qué late este desencanto en Italia, en los países del sur de Europa?
Schiavone es hijo de este tiempo. Pero, además, es que es romano, como yo, y los romanos estamos siempre desencantados. Hay una frase en esta novela que dice Rocco que es muy romana: “Cuando vosotros estabais trepando por los árboles nosotros ya éramos maricones”. Es decir, los romanos está un poco de vuelta porque llevan más siglos de esplendor… Y están más desencantados que cualquiera, incluso en Italia. El romano lo ha visto todo y son perezosos, lentos… Su frase favorita es “no me importa nada”, incluso sobre temas graves. En realidad, Schiavone es policía por casualidad, ya que no le gusta. A él lo que le gustaría es vivir en la Costa Azul y vivir la vida. Pero tiene que trabajar para pagar su casa, aunque como es tan cara tiene que buscarse otras formas para ganar dinero.
Mediante trabajitos un tanto sucios. Schiavone es un policía corrupto. ¿La corrupción es inherente a cualquier naturaleza humana? ¿No es una cuestión de educación?
Absolutamente. Está en todos nosotros y siempre ha estado. Lo que ocurre es que antes, cuando yo era niño, era menos evidente. En esa época jamás hubiéramos sabido por ejemplo lo que ocurrió tras el terremoto de L'Aquila. Esa misma mañana se llegaron a escuchar conversaciones telefónicas de empresarios alegrándose porque habían quedado unos terrenos maravillosos para reconstruir y hacerse ricos. Por otro lado, Schiavone viene de la calle, y además en un barrio que antes era popular y obrero como el Trastevere. Allí jugaba con sus amigos, y jamás se le había pasado por la cabeza ser policía. Hoy el Trastevere no tiene nada que ver con el de entonces.
Ha caído en las garras de la llamada gentrificación. Para usted, que es del Trastevere, como su personaje, ¿qué significa este tipo de cambio que viven estos barrios?
Ha pasado algo muy raro y que la izquierda no ha llegado a entender. Ha habido también un cambio bastante interesante en cuanto al voto en estos barrios. Por ejemplo, lo que ocurrió en Roma es que algunos barrios, que eran muy pobres, se convirtieron en barrios burgueses. Y la gente que vivía allí, en vez de sentirse orgullosa de su barrio obrero, empezaron a desear convertirse en propietarios y tener más. Y eso a nivel político resultó en que comenzaron a votar a la derecha. Y al contrario, en los barrios que ya antes eran burgueses, la gente empezó a votar a la izquierda. Es raro.
Este hecho se ha explicado muchas veces por el discurso populista. Y en Italia Berlusconi estuvo durante muchos años.
El berlusconismo es una tasa que los italianos tendremos que pagar durante años. Para explicar lo que ha pasado: en los años 70, 80, en Sicilia, en una pequeña ciudad donde está el corazón de la mafia, había una refinería y los obreros estaban tan orgullosos de ser obreros que incluso los domingos salían a pasear por el pueblo con su mono de trabajo. Era una manera de decirle a la mafia: soy un obrero, tengo un trabajo y a mí no puedes chantajearme porque tengo dignidad.
A partir de los 80 fue cuando empezó todo el cambio con [Bettino] Craxi y después ya con Berlusconi todo fue a mucho peor. Los obreros empezaron a sentir vergüenza de ser obreros, tener un piso pequeño y vivir de lo que trabajaban. A partir de ahí se instaló la idea de que los verdaderos triunfadores son los ‘listos’, los que se mofan de los otros y tienen un espíritu mafioso.
Y este es un fenómeno que no es casual. Es un modelo que viene de la conexión entre la política y la mafia, la derecha y las logias de masones, que han marcado la siguiente directriz: cuanta menos cultura, mejor la puedes manipular. De hecho, es un concepto que la Iglesia lleva aplicando desde hace 2.000 años. Esto es lo que ocurrió con Berlusconi y el modelo que impuso en la televisión: tetas y poca cultura. A partir de ahí vemos cómo los teatros están cerrando, el cine que se está haciendo en Italia es pésimo… Hay algunos directores buenos como [Mateo] Garrone o [Paolo] Sorrentino, pero son cuatro. Los otros son lamentables y por suerte no llegan a salir de Italia. Es que ni siquiera se puede calificar como cine lo que hacen.
Harán falta muchos años para cambiar todo esto. Yo tengo esperanzas porque también hay gente en Italia muy capacitada para cambiar las cosas, pero va a costar mucho.
¿Y por qué no se mueve Italia? Porque si se mira hacia atrás, hubo un cine grandioso, hubo muchas mujeres artistas, es decir, no era un país tan machista.
Imagínate, llevar como diputadas a mujeres, que en principio podría ser algo bueno, pero que se hizo sólo por su belleza física. Eso es una ofensa, es terrible. El machismo de la derecha italiana hizo todo esto. La cuestión, claro, es entender cómo el pueblo italiano permitió que esto sucediera. Aunque, bueno, tampoco es la primera vez que sucede algo así. También ocurrió en el veintenio, en 1922, cuando Mussolini llega al poder, hasta 1944. Y lo pagamos bastante caro.
De todas formas, mi país es bastante extraño. Al principio de los años cuarenta, toda Italia era fascista, pero a partir de 1943, 1944, todo el mundo se hizo filoamericano. Ahora está ocurriendo lo mismo. Tú preguntas y nadie te dice que votó a Berlusconi. Pero si hasta hoy en día en Italia existe la sensación de que en la Segunda Guerra Mundial nosotros estábamos con los aliados. O se dice que no éramos los malos de verdad. Los malos eran los alemanes. Muy patético.
En este sentido, el crimen que ocurre en su novela, y así volvemos un poco a ella, es muy patético también. O, al menos, no se debe a grandes razones de Estado. Parte de los instintos más básicos del hombre, de la envidia, de la codicia. ¿Esa es la verdadera naturaleza de los crímenes?
Sí, estoy de acuerdo. Y en la novela tiene que suceder siempre en un contexto que puedes reconocer, un contexto real. Se podría contar un crimen en el mundo de los elfos pero sería muy poco interesante. En este caso es un acto de miedo, pero sobre todo de codicia.
¿Qué camino va a seguir Schiavone?
No lo sé porque tampoco lo elijo del todo. Es evidente que tiene algunas cosas de su pasado que tenía que haber solucionado y no lo hace, pero no le queda más remedio que seguir adelante.
¿Y qué camino va a seguir Italia? ¿No hay ilusión como en los otros países del sur de Europa, desde Grecia a España?
No. Grecia tocó fondo y por eso ahora está en un momento de ilusión, pero Italia es como la Iglesia: nunca toca fondo, siempre está ahí como flotando y siempre sobrevive. Ahora es el momento de Renzi, que en realidad no es izquierda porque está aliado con la derecha. No se entiende bien lo que es. Pero hay razones incluso históricas. No hay un interés común. Es un país que existe solo desde 1871, no es como España, que lleva toda la vida. Nunca fue un país en el que se pensó en el bien común, en el interés de los otros… Se piensa siempre en cómo puedes tú aprovecharte del otro. Hay muchas cosas que se podrían hacer para que cundiera el entusiasmo, pero todo son palabras, palabras, palabras, como cantaba Mina. Renzi, por ejemplo, habla mucho, pero siempre hay alguien al que no se le puede molestar, cosas que no se pueden hacer… Ahora mismo Italia está parada.