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ENTREVISTA | Elvira Navarro, escritora

“El feminismo no puede caer en el ‘esto es una guerra’, la guerra ya la hacen los hombres”

Elvira Navarro, autora de 'La isla de los conejos'

Paula Corroto

En La isla de los conejos (Penguin Random House), Elvira Navarro (Huelva, 1978) regresa con once historias en las que anida la crueldad, cierta maldad y un fuerte poso de infelicidad. Relatos en los que una pareja está a punto de la ruptura, un hombre quiere acabar con todas las aves de una isla llenándola de conejos o una madre muerta pide amistad a su hija a través de Facebook.

Realidades extrañas que aumentan el mundo literario creado por Navarro ya en otros libros como La trabajadora o Los últimos días de Adelaida García Morales. Hablamos con ella de su literatura, de su faceta de flâneur por la ciudad de Madrid, su generación literaria y del movimiento feminista, sobre el que también ha teorizado en recientes artículos.

Las buenas intenciones no están muy presentes en tus cuentos. ¿Por qué?

Porque tienen su origen en las zonas más oscuras de mí misma. En aquello que no me gusta de mí misma, pero que seguro que está porque si no no me fijaría en ello. En La isla de los conejos no hablaría tanto de maldad sino de que el tipo es un poco psicópata. Está tan obsesionado por controlar un proceso que acaba generando un monstruo. Intentar controlarlo todo genera catástrofes. Las guerras preventivas o la obsesión por lo que nos puede ocurrir en el futuro, con lo que te hipotecas en el presente…

En tus novelas también hay mucha infelicidad. Los personajes nunca llegan a ser del todo felices, no son luminosos…

A mí me encantaría ser una narradora como Lucía Berlin, que narrando unas cosas terribles sin embargo es capaz de arrojar una luz y alegría, es decir, que a pesar de todo, vivir es un gozo. Pero yo no lo consigo. De momento, casi toda mi escritura surge del conflicto, quizá llegue un momento en el que mi escritura parta de una parte más luminosa, pero de momento esto no me motiva para escribir.

¿Está en tu escritura esa forma pesimista de ver el mundo?

Está en parte. Yo no soy tan oscura como mis libros. A los libros sólo traslado una parte de mi visión. Pero no es que no quiera trasladar la otra sino que no sé cómo hacerlo y que el resultado no sea una mierda. Esto es otro tópico, pero escribir desde la felicidad y la alegría es muy difícil porque no generan discurso.

Cuando tenemos un problema se lo contamos a todo el mundo y eso también es una tentativa de resolverlo. En mi caso es un afán de recorrer esos territorios para transformarlos o a veces para profundizar más en ellos. Creo que era Thomas Bernhard el que decía que su labor como escritor era dar cada vez su mejor versión y por eso esa recurrencia sobre los mismos temas.

También te recreas en los recorridos por las ciudades, como en París Périphérie, por ejemplo. Tienes un blog en el que te dedicas a relatar tus paseos por Madrid. El flaneur es un elemento muy literario, pero, ¿a ti qué te aportan estos paseos y, sobre todo, su traslación al papel?

Representa el descubrimiento. Los espacios son muy sugerentes para mí. Cuando camino tengo la sensación de estar explorando no sólo la ciudad, sino que te genera sensaciones distintas. Y la sensación de perderte en un territorio propio… de ir hacia otro sitio. Todo eso me gusta mucho, y me da muchas ideas para escribir. Creo que soy una escritora muy atmosférica y supongo que voy buscando las atmósferas. En mi vida me gusta disfrutar del feedback que me da el lugar y eso se refleja en los textos.

¿Qué feedback te da Madrid? ¿Le has visto un cambio en los últimos años?feedback

Madrid es una ciudad que amo y al mismo tiempo detesto por momentos. Pero Madrid no es una ciudad uniforme, y la vivencia y experiencia que tiene uno es muy distinta si vive donde yo viví la última vez, en el borde con el ensanche de Vallecas, que tenías la sensación de estar fuera de Madrid y en una especie de páramo.

Esa parte de la ciudad es muy dura y  no tiene nada que ver con la amabilidad relativa del centro si uno tiene dinero, o la parte en la que con suerte ves desde tu ventana la sierra. La sensación que tienes es completamente distinta a si estás mirando hacia el páramo. Los barrios generan una gran sensación de dureza y de una falta de cuidado por parte de los responsables que levantaron esos barrios. Y además ahora no se cuidan porque desde que el ayuntamiento tiene una gran deuda no hay dinero para la ciudad y está sucia y descuidada.

Madrid refleja que España es un país más bien con pocos recursos. No es Londres, ni París y no hay un cuidado de la ciudad. Amo Madrid porque tiene una vibración muy intensa y tiene algo muy bueno y es que está hecha con gente que viene de toda España por lo que no se genera esa sensación de sociedad cerrada; pero al mismo tiempo está muy deteriorada. Y esto viene desde hace ya mucho tiempo.

Por otro lado, tu generación no acaba de explotar como las anteriores en el terreno literario. Parece que está a punto, pero después no tiene el mismo recorrido. Y ya hablamos de escritores de 40 años.

Lo que pasa es algo generalizado, no sólo en la literatura. Si te vas a las grandes empresas, incluso en crisis, los que manejan el cotarro se han podido seguir subiendo, pero en muchos otros casos los sueldos llevan diez años congelados. Y no hay ascensos, y a la gente se le despide… es decir, ¿por qué no se ve más a esta generación?

Quizá ha pasado el tiempo de los que nacieron en los cincuenta o principios de los sesenta, cuando no existía Internet, no había una oferta tan enorme y no había tanta gente escribiendo. Un tiempo en el que todavía la cultura y el estar formado, y eso incluía ser lector, te ayudaba a ascender en la escala social. Ahora eso ya no existe.

La oferta cultural, series de televisión, cómics, todo lo que uno puede estar consumiendo en su propia casa, la fragmentación que ha supuesto Internet hace también que la literatura esté cada vez más arrinconada. Y luego, ¿por qué además vivimos tan precarios? Igual que cada vez viven más precarios los maestros, los médicos…

¿Cómo se gana la vida un escritor?

En mi caso dando talleres de escritura. Es mi principal fuente de ingresos. Y es un trabajo bonito porque tengo alumnos que están porque quieren. Es muy difícil vivir de los libros y también está  la dificultad de que en los trabajos en los que te empleas te pagan poco por lo que tienes que trabajar más. A lo mejor antes te empleabas en algo, ganabas medio qué, y no tenías que emplear en otra cosa.  Yo creo que muchos de nosotros vivimos de esto o de dar clases en un instituto o trabaja en lo que sea y escribe.

Hablemos del movimiento feminista. Defendiste el manifiesto de las francesas, y te has posicionado de forma un tanto crítica. ¿Qué se ha hecho o se está haciendo mal?

Yo me considero feminista. El feminismo para ser efectivo tiene que ser generoso y crítico. No se puede convertir en lo que lo convertimos todo en este país tan dogmático y con esta herencia tan católica donde no hay pensamiento sino dogma. Hay una serie de dogmas y si te sales de ahí ya eres señalada como una enemiga del feminismo.

Cuando ocurrió lo de las francesas se las descalifica porque son unas privilegiadas y a partir de ahí cualquier cosa que pudieran decir ya no valía. ¿Por qué no pensar en que pueden tener razón ellas? El feminismo, si quiere ser transformador y revolucionario, no puede caer en el ‘esto es una guerra’. La guerra ya la hacen los hombres.

Hay algo que sí me parece preocupante y es que el feminismo sea más reactivo que propositivo y que lo que más se visibiliza sea a la mujer como víctima. Es verdad que la mujer es víctima, pero no puede ser ese el lugar de enunciación. Si quiere ser revolucionario no podemos estar reproduciendo un paradigma que es judeocristiano. En nuestra cultura el lugar de la víctima está santificado. El símbolo es Jesús crucificado. Y es un lugar muy peligroso porque alguien que es víctima y que se tiene que quedar ahí no puede empoderarse. Para mí ahí hay un fallo. Si realmente pretendemos empoderarnos hay que dar el paso a dejar de ser víctimas y tomar el poder.

Lo que estamos viendo ahora es una reacción a esto en partidos como Vox que ya hablan de “feminismo radical”.

Lo que ocurre es que elementos que deberían ser neutros de debate se ideologizan. Si tú eres de izquierdas tienes que ir con un determinado pack de consignas y si eres de derechas tienes que ir con otro pack de consignas. Si te atreves a decir que esta vía de pensamiento que tenemos aquí no es correcta inmediatamente eres expulsada de la tribu. ¿Y qué diablos de pensamiento se genera ahí? De nuevo volvemos al tema del dogma. No generas pensamiento sino que son hinchas de un grupo y de otro gritándose.

Si el feminismo quiere ser revolucionario no puede permitir que la derecha se apropie de los elementos de crítica. Y eso es lo que está sucediendo. La izquierda debería incorporar esa crítica para ser más potente. No se le puede dejar el terreno a la derecha. Las feministas deberíamos ser más estratégicas.

¿Es necesaria una implicación de las escritoras? Porque esto también va de palabras…

Cada una debe actuar allí donde ella crea que lo puede hacer bien. No por ser una mujer feminista y escritora tengo que escribir artículos sobre feminismo si no tengo nada nuevo que aportar. Hay muchas maneras de ser feminista. Lo puedes ser en tu escritura, en tus libros. Y no necesariamente por la vía establecida, que también se convierte en una trampa.

Porque, ¿qué pasa con aquellas escritoras que no están todo el día escribiendo sobre feminismo? ¿Recae sobre ellas la sospecha de que no son feministas o que no están de acuerdo con el pack de lo que se supone es el feminismo? Eso es abortar el feminismo, poner una piedra en el camino.

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