ENTREVISTA

Miguel Noguera: “Me gusta dibujar gente de una determinada edad porque tienen como más arrugas”

Miguel Noguera es como un artefacto de los que se venden en los chinos: raro, bonico y difícil de encontrar. Son muchas estanterías muy parecidas, esas del humor, esas también las de un chino, para toparte con alguien así. Aparte del Ultrashow en directo, su mezcla de monólogo y sabe Dios qué, es una alegría reencontrarse con un nuevo libro de Noguera cada año. Cuando ves su nuevo volumen La vieja tigresa o el erotismo en la senectud o la reedición por su cuarto aniversario de Ultraviolencia (ambos de Blackie Books), piensas que todo, aunque sea de una forma extraña, descabalgada, anómala, funciona.

Miguel, ¿por qué sigues haciendo libros? ¿Por qué no desistes de tu actitud?

Es una actividad mecánica. Mi intención es seguir haciendo libros con una periodicidad elevada: estaría muy bien hacer uno al año.

De las ideas de tus libros, ¿qué material se ha visto en tus Ultrashows en directo y cuál no?Ultrashows

Hay mucho material de los libros que no sale en directo porque puede quedar entre insulso, incomprensible… en el libro sí funciona porque es un medio más reflexivo, donde no hay una expectativa de gratificación inmediata.

Me encanta el subtítulo de La vieja tigresa: o el erotismo en la senectud. Obviamente es una parodia de muchas cosas, me acuerdo del horrible de Birdman, pero, ¿dónde tiene su origen?La vieja tigresa: o el erotismo en la senectudBirdman

En una vieja. Era una mujer que estaba en un Viena, una de estas cadenas de fast-food, pero de calidad. En Cataluña hay muchos y yo suelo ir. Entonces estaba esta señora con un escote un poco de estampado de leopardo, la ví y tampoco es que el título se refiera a mucho más. El subtítulo fue por un azar: al presentar el anterior libro dije “el siguiente se va a llamar La vieja tigresa o el erotismo en la senectud” porque quizá había visto a la vieja del estampado de leopardo esa misma tarde.

Al ver un dibujo magnífico en el que tratas el concepto de victoria rancia, me acordé de Pedro Vera y sus Ranciofacts, que son lo más. Pero ¿qué importancia tiene lo rancio en tu obra?

No hay una búsqueda consciente de “voy a poner temáticas”. Simplemente aparecen. Al final todo se asocia mucho al dibujo: a mi me gusta dibujar gente de una determinada edad porque tienen como más arrugas y hay como un cebamiento en la carne. Luego me gustan según qué prendas como un jersey de pico por el que asoma una camisa. Eso remite a algo rancio pero es una cuestión de afecto de la mano, de afectos al dibujar. Los viejos y las viejas son más fáciles de dibujar porque son lo mismo: les cambias el pelo y quedan iguales.

Es acojonante que tu libro arranque como la primera vez que instalas Word, ¡con el clip!

Me hacía mucha gracia que mis amigos al leer el libro se encontrasen con el clip del Heidelberga, que es una broma privada de hace años. Surgió en una cervecería alemana de Barcelona, Alt Heidelberg, donde había una vieja, otra vez una vieja, de estas que al verla intuyes que siempre estaba a esa hora ahí. Interpelaba a la gente… de estas ancianas habladoras… Comentándolo con los Vengamonjas vimos que la vieja era como el clip de ese local: “Hola, soy el clip del Heidelberga, ¿necesitas un consejo?”.

Aunque en el libro hay muchas variaciones en forma de dibujos, fotos, fotomontajes… hay ideas que se repiten mucho, como los fantasmas o el ciberpunk. ¿Qué cojones te pasa con el ciberpunk?

Siempre he sido muy tosco y muy básico y hasta ahora no me he dado cuenta de que el ciberpunk es algo que a mi me atraía de joven: estas revistas de comic europeo, el mundo de Metal Hurland... Me gustaba la visión de ese romanticismo en la gran urbe, llena de corporaciones… además como tiendo a dibujar al estilo ciberpunk, solo me quedaba ponerle el nombre.

Cristo y la cruz. Es otra temática recurrente en tus libros que en este sale muy poco pero, aún así, resumes el Nuevo Testamento en una sola viñeta, donde dices “Cristo pide seriedad”. Es que es eso, el Nuevo Testamento: joder, un poco de seriedad, no me hagáis esto, ni se lo hagáis a otros, ¿eh?

Se trata de imágenes muy sencillas. Todo el mundo tiene un concepto asociado a Cristo: en mis libros no hay referentes culturales muy elevados porque no los tengo ni me gusta utilizarlos; creo que pierdes conexión con mucha gente. En cambio, al usar el referente de una chaqueta con capucha todo el mundo sabe lo que es y con Cristo ocurre lo mismo: todo el mundo sabe quién es. Además, como tiene estas connotaciones geométricas: un tipo con un pañal y con una cruz… al final, Cristo no tenía muchos ítems.

Y sale un personaje político que es casi como Cristo: el Pequeño Nicolás.

De entre todas sus fotos, escogí una en la que sale con Arias Cañete en una mesa con la mirada perdida. La idea surgió de inmediato: el tío parecía que estaba delirando grandezas superiores a las que ya había logrado. Estoy en la mesa con el poder pero, cuidado, que yo ya estoy en lo siguiente, casi no disfrutando del logro. Nicolás está pensando en cuál será la siguiente mesa y a los poderosos de alrededor esto les mola: “este chaval está petao. No somos nada para él, somos la base para su futuro delirio”.

En La vieja tigresa aparecen una y otra vez Cuarto milenio y Qué tiempo tan feliz.La vieja tigresaCuarto milenioQué tiempo tan feliz

A mi siempre me ha atraído lo que no te propone un reto de interpretación muy grande. Me ocurre con determinadas series, supongo que presuponen un espectador inteligente y hábil. A mi eso me echa para atrás. Necesito algo muy 8-bit, algo muy muerto, de lo que no se saque nada. De ahí surgen más ideas que de algo realmente pintoresco: me atraen los momentos más muertos y aburridos.

Construir sobre vacíos.

Por ejemplo, Cuarto milenio me atrae porque es algo que vuelve sobre lo mismo: es un magma que ni avanza ni retrocede, siempre está en ese clima de especulación. Da igual el programa de hace diez años que el de dentro de diez años. Ahí va a seguir el OVNI, la casa encantada…

Tus libros son eso: una serialidad en la que te reencuentras.

Ese es el vínculo que tengo con lo artístico, el hecho de permitirme siempre hacer lo mismo. Es un poco como Mortadelo y Filemón: este tío es un flujo homogéneo con una evolución inmanente que no trata de renovarse. Este tipo vive en una franja mínima y resiste ahí y no quiere saber nada de abrirse a otras cosas.

Esto te enfrenta a la filosofía de la sociedad actual, que es la de la novedad constante.

Pero sí hay un enlace con lo actual, que es esta cosa de ser desecho. La fantasía última de que mis libros se puedan vender en estaciones de servicio. Rollo “este tío saca muchos libros y, al final, ha logrado que, como las pipas, se encuentren ejemplares suyos en las gasolineras”. Ya da igual que esté vivo o muerto, ni cuantos años tiene o que la gente me conozca. Una fantasía estética que a mi me gusta más que la de la novedad constante, la del “ahora os váis a cagar con lo último que publico”. 

Después de estudiar Bellas Artes, ¿pensaste alguna vez que ibas a acabar aquí, en una terraza del Círculo de Bellas Artes hablando de tus libros y tu comedia?

A mi se me consume más como humorista y nadie daba un duro por esto, ni yo mismo. Yo ya pensaba que iba a trabajar como teleoperador, camarero… no esperaba que esto petara y se mantuviese, sin yo haberlo buscado demasiado.

Página 99 de La vieja tigresa. Un señor se asoma a un balcón con una “barandilla de vidrio para adultos”. Dice una cosa que resume cojonudamente lo que es el humor en directo: “Se sobreentiende que el que se asoma tendrá cuidado”. Se asume, como cómico, que tu público te va a entender. Pues no ocurre siempre.La vieja tigresa

Claro. De hecho, si cogiéramos una horquilla azarosa de gente de la calle, la mayoría no sintonizaría con el show y hasta les provocaría cierto rechazo pensar que esa propuesta ha tenido éxito: “¿os estáis riendo porque sois modernos y os dicen que hay que reírse?”. Esto genera una repugnancia grande, el ver a un grupo humano reírse de algo que a ti te parece mediocre o incomprensible. Yo puedo entender que esto ocurra al verme en el Ultrashow“: de hecho, a mi me sorprende que tanta gente le guste. El grado de autoindulgencia que tiene el humorista nada más salir solo se debe a que yo sé que vosotros sabéis que yo soy quien soy y que hago lo que hago y que todos estamos como amigos. Esto se basa también en los que se ríen con ruido: si no lo hace nadie, si nadie se ríe estruendosamente, se crea un terreno muy hostil. La comedia se basa en eso de ”yo haré ruidos de risa para que tú, como cómico, te sientas en un útero de reconocimiento y te vengas arriba“. Esto parece algo mágico cuando básicamente es el público riéndose.

¿Cuándo ves que lo tuyo estalla?

Hay un estallido muy concreto cuando se presentó Ultraviolencia en el Antic Teatre de Barcelona, hace cuatro años (nota del entrevistador: Blackie Books reedita Ultraviolencia con todo lujo). Ahí vino un montón de gente porque yo no hacía shows muy a menudo y se petó de forma grotesca. Ahí Raúl Minchinela (nota del entrevistador: colaborador de eldiario.es) dijo “yo podré decir que estuve en este momento mítico, como aquel en el que Héroes del Silencio lo petó”. Yo lo escuchaba con cara de “bueno, vale…” y resulta que ha sido verdad. Lo mío puede desaparecer porque todo puede desaparecer, pero si desaparece, desapareció.